VALÈNCIA. No quedan muchos mediocentros posicionales que pisen la pelota, la protejan y a su vez sean piezas clave para la circulación de balón de su equipo. Se trata de un perfil que en su día estuvo muy extendido, sobre todo en el fútbol suramericano. El de hoy es un fútbol mucho más rápido y dinámico, y solo unos pocos siguen perteneciendo a esta estirpe de futbolista en un momento en el que prácticamente no existe tiempo de pensar una vez recibida la pelota.
Auténticos maestros en la utilización del cuerpo para la protección del esférico, Mestalla ha visto al gran Pablo Aimar e incluso al díscolo Manuel Fernandes (Apollon Smyrnis) dar auténticos recitales del “pisa, arrastra”. No fueron los únicos: en enero de 2008 aterrizó en Mestalla un joven con un talento especial. Un mediocentro canchero con ese punto de fantasía que solo unos afortunados llevan en la sangre. Un tipo que terminó haciendo carrera en Europa y que hoy, a punto de cumplir los 34, deslumbra con sus últimos destellos de clase en el Al-Shabab de Riad (Arabia Saudí).
Éver Maximiliano David Banega nació en Rosario, provincia de Santa Fe, en el seno de una familia humilde de cinco hermanos. La capital santafesina ha visto nacer auténticos referentes como Leo Messi (PSG), Ángel Di María (PSG), Ángel Correa (Atlético de Madrid), Giovani Lo Celso (Villarreal), Mauro Icardi (PSG), Chimy Ávila (Osasuna), Javier Mascherano (retirado) o Ezequiel Lavezzi (retirado), entre muchos otros. El pequeño y habilidoso Éver empezó en la escuela del Alianza Sport de Rosario, para muy pronto ingresar en las categorías inferiores del club del que siempre ha sido hincha: Newell’s. A los pocos años llamó la atención de Jorge Griffa, que lo fichó para la cantera de Boca Juniors, una institución mítica que le dio la oportunidad de debutar al máximo nivel con tan solo 18 años.
“En algún momento, lo único que nos quedó para comer fue barro húmedo; fue una crianza dura"
Éver Banega
No todos pueden decir que han compartido vestuario con Martín Palermo (retirado), Juan Román Riquelme (actual vicepresidente de Boca Juniors), Rodrigo Palacio (Brescia), el exgroguet Luciano Figueroa (retirado), Nico Gaitán (Paços Ferreira), Cata Díaz (retirado), el exvalencianista Fernando Gago (actual técnico de Racing de Avellaneda), los también ex del Villarreal Sebastián Battaglia (actual técnico de Boca Juniors) y Guillermo Barros Schelotto (actual seleccionador de Paraguay) o el mítico Bruno Marioni (actual técnico del Tepatitlán mexicano). Sin embargo, el centrocampista santafesino recorrió su propio camino y dejó su propia huella en La Bombonera, tanto por su talento sobre el terreno de juego como por su explosivo carácter.
Abonó el Valencia 18 millones de euros por una de las promesas más importantes del fútbol argentino. En aquel momento, Banega ya había levantado en 2007 la Copa Libertadores con Boca Juniors y se había proclamado campeón del mundo sub-20 junto a Sergio Romero (Venezia), Federico Fazio (Salernitana), Ángel Di María (PSG), Papu Gómez (Sevilla), el exvalencianista Pablo Piatti (Elche) o el Kun Agüero (retirado), entre otros. Sin embargo, y a pesar de gozar de la confianza de Ronald Koeman en una convulsa temporada 2007/2008 y levantar el título de Copa del Rey, el mediocentro fue más protagonista por sus actuaciones fuera de los terrenos de juego que por lo que demostró sobre el césped de Mestalla: a los pocos días de fichar apareció en Internet su vídeo erótico y una foto con una camiseta del Real Madrid. Pocos meses después se colgó el oro con la selección olímpica en Pekín y se marchó cedido al Atlético de Madrid para la temporada 2008/2009.
A su regreso de dicha cesión, el argentino se hizo un hueco en el equipo y poco a poco demostró su calidad con el balón en los pies. Nunca tuvo la regularidad esperada, quizá por su carácter e inmadurez. Protagonizó algún otro episodio fuera de lugar, como cuando fue atropellado y lesionado por su propio coche en una gasolinera, cuando atropelló a una anciana a la salida del entrenamiento o cuando quemó por accidente su Ferrari camino de Paterna. Llegó tarde a varios entrenamientos y sus “aventuras” extradeportivas terminaron por lastrar la trayectoria de un jugador que estaba llamado a consagrarse en Valencia.
“Llegué a los 19 y cometí errores. Perdí años y he pensado en cosas. Ahora soy un hombre cambiado, todo gracias a Dios y a mi esposa, Valeria”
Éver Banega
En 2014 y tras pasar media temporada cedido en Newell’s, el Valencia tomó la decisión de desprenderse definitivamente del jugador vendiéndolo al Sevilla, club en el que alcanzó su mejor nivel y su madurez futbolística y personal. Fue sevillista entre 2014 y 2020, años en los que conquistó tres títulos de Europa League, aunque con un paréntesis la temporada 2016/2017 en el Inter de Milán.
En verano de 2020 quedó libre y fichó en septiembre por el Al-Shabab, que le firmó un contrato hasta junio de 2023. Este año ha compartido vestuario con jugadores como el exvalencianista Luciano Vietto o el ex de Betis y Villarreal Alfred N’Diaye, cobrando una cifra que ronda los 10 millones de euros anuales. Se marchó de Sevilla entre lágrimas tras hacer historia en el Sánchez-Pizjuán después de superar tiempos más duros en Valencia, donde no terminó de madurar en lo personal para explotar su descomunal talento. Un talento cuyos últimos fogonazos disfrutan lejos de aquí.