VALÈNCIA. La historia del fútbol no se entiende sin uno de los clubes más míticos y legendarios de este deporte. Un club que hoy vive como un modesto pero que un día fue el más grande de Europa. Eran los tiempos del gran Valentino Mazzola, Valerio Bacigalupo, los hermanos Aldo y Dino Ballarin, Romeo Menti o Virgilio Maroso: los años 40, la época dorada del Torino FC. La casualidad quiso que durante aquella década en la que el Toro mandaba en Italia, el Valencia CF dominara en el fútbol español gracias a la mítica Delantera Eléctrica.
El 4 de mayo de 1949 la desgracia forjó, como tantas otras veces de manera prematura y repentina, una leyenda: Il Grande Torino, aquel equipo campeón plagado de jugadores referencia y figuras históricas del Calcio, cuyo avión se estrelló contra el muro trasero de la Basílica de Superga, situada en lo alto de una colina junto a la ciudad de Turín. No hubo supervivientes.
Es la mística que rodea a este equipo: los años han pasado, se suceden las generaciones, pero para los aficionados del Toro aquella historia y aquel equipo siguen vivos después de más de siete décadas. Están presentes cada vez que los Granata saltan al césped de cualquier estadio, en cualquier lugar y en cualquier categoría, y empujan a los suyos. Tal es la magnitud de esta fe que, cada 4 de mayo, la hinchada peregrina hasta Superga para homenajear y mostrar sus respetos a los desaparecidos en aquel fatídico accidente.
En la actualidad, el Torino sigue en la élite del fútbol italiano, tan vivo como la leyenda. Algunos dicen que el club ha sobrevivido solo gracias a la intercesión de los malogrados integrantes del Grande Torino, y lo cierto es que el club lleva unos años muy asentado en Serie A, a pesar de ser un modesto. La temporada pasada sufrió hasta el final y este año ha tenido que esperar hasta la penúltima jornada para certificar la permanencia, tras empatar sin goles en la noche de ayer en la capital frente a la Lazio.
Corría el minuto 85 en el Olímpico y a los Granata les servían las tablas. En ese momento, Davide Nicola movió ficha para introducir en el terreno de juego a Simone Zaza: un ariete que llegó al Valencia en enero de 2017 en medio de una temporada caótica, y se marchó tras un año y medio dejando una huella imborrable. Pocos jugadores han desarrollado un apego a una ciudad y a un club en tan poco tiempo. El italiano aterrizaba en Mestalla con ganas de reivindicarse tras estar sumido en el ostracismo en el West Ham United de la Premier League y lo consiguió. Ayer certificó la salvación de un club histórico.
Fue uno de los artífices de aquella transformación y de los inicios de aquel proyecto ganador de Marcelino García Toral y Mateu Alemany. Quizá su carácter le jugó alguna mala pasada en su relación con el técnico asturiano, o quizá no era el perfil de delantero que buscaba el pastor, pero aportó un enorme granito de arena, ganándose el respeto y el cariño de una afición que siempre valoró su actitud y sus virtudes sobre el terreno de juego. Valencia recuerda a Zaza como Zaza recuerda Valencia, y son muchas las ocasiones en las que el delantero celebra en las redes sociales los triunfos del equipo cuyo escudo en su día defendió.
“Ahora en el mundo hay un valenciano más, y nunca olvidaré lo que he vivido en Valencia”
Simone Zaza
En Turín, Simone siempre está preparado para la batalla. A día de hoy tiene por delante dos delanteros importantes: la estrella y capitán, internacional por Italia, Andrea Belotti (en la preselección de Roberto Mancini para la Eurocopa) y el paraguayo Toni Sanabria, que llegó el pasado mercado de invierno procedente del Betis. Pese a la competencia, los números del exvalencianista esta temporada no son del todo malos, sobre todo teniendo en cuenta su escasa continuidad: 7 goles en 30 partidos, siendo titular tan solo en 8 de ellos.
A sus casi 30 años, su futuro es una incógnita. La más que probable salida de Belotti puede darle la oportunidad de tener más minutos en Turín, pero el verano se presenta largo. Sin embargo, para el de Policoro hay cosas que ya nunca cambiarán: el respeto y el cariño hacia un escudo y una ciudad. Hacia un murciélago.