GRUPO PLAZA

la cantina

Felicidades, maestro

1/03/2024 - 

VALÈNCIA. Toni Lastra era un tipo tan especial que nació el día más especial que se podía elegir. Uno tan único que sólo existe cada cuatro años, un 29 de febrero. Por eso, cuando llega un año bisiesto, unos pocos nos acordamos de que ese año hay Juegos Olímpicos y que Lastra cumpliría años. El corredor y escritor ya no está. Nos dejó, después de un frugal almuerzo en L’Eliana, un 23 de junio de 2015. Se fue con 79 años y un carro de historias que le hicieron inmortal. Y esas historias las mantienen bien vivas los socios más veteranos de Correcaminos, muchos ya por encima de los 70, que lo conocieron y lo disfrutaron como el líder cargado de carisma que fue.

Andrés Martínez es uno de ellos y como en cada grupo tiene que haber uno con alma de organizador, Andrés, que es un manchego austero, organizó un almuerzo para el 29 de febrero al que acudieron más de cuarenta feligreses de Toni Lastra. Además, en señal de respeto, se puso de traje y corbata y colocó, en un extremó del salón donde se sirvió el ágape, una especie de altarcito, como los que preparan los napolitanos en honor del difunto Maradona, con unas camisetas del Maratón de Valencia, su gran pasión, y tres retratos.

En uno, en el centro, aparece vestido de corredor, con tirantes y pantalón corto, en su mejor versión, la del maratoniano flaco y fuerte que fue cuando, ya de adulto, después de ver la película ‘Running’, consagró su vida la carrera a pie. La fotografía es también un reflejo del corredor obsesivo que era capaz de ayunar de todo lo que un hombre pudiera ayunar durante semanas, o de zambullirse en una bañera llena de aspirinas, o de entrenar como un olímpico con tal de arañarle unos míseros segundos a su marca.

A los lados, otras dos fotografías. En una aparece Lastra junto a otros tres pilares de Correcaminos: Miguel Pellicer, al que Lastra aún paseaba en silla de ruedas por el recorrido de la San Silvestre en sus últimos años; Roberto Ferrandis, el traumatólogo que no hace caso a los traumatólogos y sigue corriendo cumplidos los 70, y Paco Borao, el hombre que ha elevado el maratón al cielo. Al otro lado, una foto de familia en la que aparece rodeado de su querida tropa del Grupo Salvaje el día que el alcalde de L’Eliana, José María Ángel, le sorprendió con un hermoso homenaje: el

descubrimiento de una roca al lado de una fuente para que los corredores del futuro sofocaran su sed.

Me sorprendo en esta fotografía, casi escondido al fondo del grupo, detrás de Vicent Merino y Pepe Botella. Un joven de melena larga y negra que se empapaba de toda la sabiduría que desprendían estos ‘jedis’ de Correcaminos. A Lastra siempre lo consideré mi maestro en esto del correr. Y emociona verlo al frente, con una mano apoyada en la roca, a un Lastra algo marchito calado con una gorra tosca y acompañado de Pepita, la compañera que soportó todas las locuras de este genio de metro y medio que inspiraba ternura con sus orejitas dobladas, pero que, si explotaba, podía tener el genio de un búfalo.

Los recuerdos sobre Lastra y sus mil aventuras corrieron con la misma alegría que las cervezas y el vino con gaseosa. Y entre bocadillos generosos, Alfredo de Ibarra, que es el archivo viviente de esa generación, iba sacando fotografías de la nube de aquellos maratones que corrieron en los 80 y los 90 por todo el mundo. Fue una reunión auténtica, sin apenas teléfonos sobre la mesa, con bromas entre los viejos amigos y golpecitos en la espalda. Allí se mezclaron unos con otros sin mirar la ideología ni la cuenta corriente. E igual que uno, resentido por vete tú a saber qué, te podía girar la cara, Recaredo Agulló, vestido con un jersey de rombos, llegaba y sudaba a todos uno por uno.

La gran hermandad de corredores rompió a aplaudir cuando Alfredo de Ibarra y Roberto Ferrandis le entregaron otra gran fotografía enmarcada a Vicente Plaza, que no está en su mejor momento. Vicentín, emocionado, recibió el obsequio y sonrió al verse tan poderoso, parando el cronómetro, al final del medio maratón de Sagunto. Y sonríe también en la fotografía, bronceado y lozano, como los buenos corredores, con la camiseta aurinegra de su amada Sociedad Deportiva Correcaminos. Todos ellos, unos y otros, fueron el germen de este fenómeno que es en València la afición por correr. Les debemos mucho y lo mínimo que les debemos es recordar sus bonitas historias de corredores primigenios.

Pero el líder de todos ellos fue, y aún es, Toni Lastra. Y este 29 de febrero, como cada cuatro años, pudimos celebrar su cumpleaños. Hubieran sido 88. Son 88.

next

Conecta con nosotros

Valencia Plaza, desde cualquier medio

Suscríbete al boletín VP

Todos los días a primera hora en tu email