VALÈNCIA. ¡Qué razón tiene Loquillo!
Eso pensé cuando acabó el partido contra el Villarreal CF del pasado sábado. No es un juego bonito, alegre o normal. No tenemos la pelota ni la conocemos de lejos. Pero funciona. Vaya que si funciona. Lo dicho, Loquillo estaría orgulloso de esta nueva forma de jugar del equipo. Un Valencia CF como su canción: feo, fuerte y formal.
Romanticismo contra pragmatismo. Belleza contra resultados. Juego contra marcador. Vencer o convencer. La dualidad en el mundo del fútbol es una constante que se ha dado desde que tengo uso de razón, y que se ha polarizado más aún con el paso del tiempo. Lo ideal sería disfrutar de ambas cosas con un buen juego que se tradujera en resultados, pero eso solo está al alcance de grandes plantillas, épocas o clubes –y a veces, ni eso-.
De ahí que aquí en Valencia no tenemos tanta necesidad de ver jugar bien al equipo como sí premura por obtener resultados. A pesar de que Bordalás está construyendo –y conociendo- al equipo, cuando no se consiguen es lógico que surjan críticas, dudas o incertidumbres; lo que no es tan normal es que, incluso consiguiéndolos, aparezcan preguntas. Pero que quede claro que Bordalás no ha venido aquí a hacer amigos, sino a sacar resultados pero creo que podemos contar con él.
Su fama le precede, pero sabiendo absolutamente todos a lo que jugaba el técnico alicantino, son habituales los comentarios desde foros o sectores donde se expresa el “hemos ganado pero el equipo no juega a nada”, “Hemos tenido suerte”, “portería a cero y poco más”…o “No hay nada que hacer”.
Entiendo la vorágine de destrucción a la que estamos acostumbrados, pero el equipo juega más de lo que creemos, y no me malinterpretéis. No hablamos de tiki taka ni jogo bonito evidentemente, estamos hablando de una táctica precisa para conseguir un resultado favorable utilizando los medios necesarios para obtenerlos.
Feo
Para empezar, Bordalás no es un entrenador tan defensivo como lo pintan, sino todo lo contrario. Quizás pudiera engañar la intensidad o tensión de sus equipos, pero la presión en bloque alto, asfixia al rival, juego directo y transiciones rápidas determinaban lo contrario. Y digo determinaban porque, para este partido, el técnico alicantino cambió cosas significativas.
Bordalás sabía que tenía que atajar la sangría goleadora y así lo ensayó en lo poco que pudo. Charlas y conversaciones con los jugadores para que comprendieran la importancia que tenía este partido. Había que ganar, no solo por los tres puntos, sino por la confianza que eso iba a generar a todos los niveles dentro y fuera del vestuario. A cara de perro, con pocos destellos y mucha concentración, el Valencia CF fue más feo de lo normal, pero más efectivo que nunca.
Fuerte
Acumuló futbolistas el Valencia CF hasta el punto de desquiciar a un Villarreal CF que tuvo una posesión estéril, sin premio ni recompensa. Ni por el centro, donde más gente había, ni por las bandas, donde los laterales estuvieron francamente bien. La ocasión más clara vino en un remate a balón parado desde el córner donde Cillessen sacó la manopla a relucir. Poco más de un Villarreal que, con mejor plantilla y con un equipo más hecho, no supo cómo encarar el partido. Un equipo que demostró ser fuerte.
Formal
Ordenados, recogidos y con instrucciones muy claras: no cometemos errores atrás. El equipo trabajó en bloque bajo en lugar de esa presión alta, esperando al rival y manteniendo la calma a pesar de no tener apenas posesión. Buena prueba de ello eran las permutas, las coberturas y el orden que se respiraba en Mestalla. Unas ayudas en campo propio, que acabaron cambiando en varios momentos la disposición en el terreno de juego. Desde un 1-4-3-3 pasando por un 1-4-5-1 para conseguir lograr el objetivo: la portería a cero. Por fin acabó siendo un equipo formal.
Bordalás entendió que no podía repetir su esquema habitual. Debía sorprender, y ¡vaya si lo hizo! Esto hace ver que el sistema de Bordalás es más versátil de lo que imaginábamos y que, sobre todo, que este equipo no estaba ni muerto ni de parranda. Con un Helder Costa que nos sorprendió a todos y un Guillamón que volvió a demostrar su clase.
Por poner un pero, podemos pedir y exigir más al equipo con balón. Fueron muchas las contras, movimientos y ocasiones que el Valencia CF desaprovechó por malas decisiones en zona de influencia. Pero el plan era el que era y por muy feo que pareciera no podía salirse ningún futbolista de él. Porque este equipo se sustenta en el orden, la sobriedad y los resultados. Es la realidad a pesar de breves destellos o fogonazos de belleza.
Orden que, evidentemente, el sábado hubo en el terreno de juego y no tanto en el palco a juzgar por unas bochornosas imágenes del presidente donde vuelve a hacer gala de una serie de gestos que, con explicación o no, no le dejan en buen lugar ni a él ni a la institución centenaria que representa. Inconcebible, intolerable y deleznable. ¿Para qué discutir entre nosotros si podemos pelear contra lo que toca?
Y os pido perdón, porque hoy quería solo hablar de fútbol tras 7 jornadas sin haber podido ganar, pero si hablamos de sobriedad, orden y resultados, hay ciertas cosas que no se pueden consentir. Sobre todo, si hablamos de tener buenos resultados.
Así que, como diría Loquillo, José Bordalás es ese tipo un tanto animal, pero en el fondo un sentimental. En el calor de la noche o a plena luz del día, siempre dispuesto para alegrarte el día. Hombre de bien, a carta cabal.
Nada será lo mismo, nada será igual.
Ya sabemos cómo es este Valencia: Feo, fuerte y formal.