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Ferran 21-12-2015

16/02/2020 - 

Suelo ver con frecuencia los partidos de los equipos de las categorías inferiores del Valencia. Lo he hecho toda la vida. Como aficionado. Muy tranquilo. Disfrutando. Apartado en una banda. Tomando distancia. Desde el más absoluto anonimato. Lo hacía incluso cuando, por motivos de trabajo, me tocaba cubrir los entrenamientos del primer equipo en Paterna. Siempre me descolgaba para ver jugar a los chavales. Me encantaba. En mis inicios como periodista, escribía un mismo fin de semana las crónicas del Juvenil, del Mestalla y del extinto Valencia amateur. A veces, incluso los tres equipos jugaban el mismo domingo. Iba de Picassent a Catarroja y, desde allí, a Paterna. Siempre con la libreta y el boli a mano. Tomando nota de todo. Fueron años maravillosos.

Quizás por ello, y sabiendo mi afición por los equipos de la escuela, hace algunos años me encargaron hacer un reportaje sobre los jugadores de la cantera del Valencia que iban para figura. El reto era atrevido. Apostar por cinco chavales de la Academia a los que, según mi opinión, íbamos a ver más pronto o más tarde a las órdenes de Gary Neville, Ayestarán, Voro, Prandelli o el que fuera el inquilino del banquillo del Valencia. O que llegara a jugar en Primera división. Tras valorar las opciones, decidí apuntar a partir de los juveniles de primer año. La idea no era escribir sobre los más pequeños. Porque tampoco les iba a hacer ningún favor a los nanos. Incluso considero que hasta sería incluso perjudicial para ellos. Lo tenía bastante claro.

Sin embargo, un futbolista del equipo cadete me llamaba mucho la atención. Veía que destacaba. Velocidad, fuerza, potencia, técnica…. Lo tenía todo. Ese día en Paterna marcó un golazo. Me resistía a dejarlo fuera del reportaje. Incluso con el riesgo que suponía hablar de las virtudes de un chaval de apenas 15 años. Cuando llegué a la redacción comenté: “hay un futbolista en el cadete que va para figura. Lo he visto varios partidos y no me voy a equivocar”.  Bajo el titular de “Las cinco joyas de la cantera del Valencia CF”, escribí un reportaje bien documentado y a doble página en El Mercantil con fecha 21-12-2015 en el que señalaba con el dedo a los 5 futbolistas de la Academia con mayor proyección. El cadete era un tal Ferran Torres, jugador al que yo le auguraba una tremenda proyección. A partir de ese momento comencé a seguir a Ferran incluso con mayor asiduidad. Estaba convencido de que iba a ser un futbolista TOP. Me resistía a no poder contar aquello de “ya lo decía yo” o el “Yo ya le vi jugar cuando era cadete”. El tiempo me ha dado la razón.

De todo esto que ahora escribo puede dar fe mi amigo Nacho Torres. Con Nacho me puse muy pesado sobre las virtudes de Ferran. Incluso pese a su resistencia. “Dale tiempo”, me decía desde la más absoluta de las prudencias. El viernes quedé a comer con Nacho, su hijo Alfonso y nuestro amigo Javier. Y por fin me dio la razón. Después del partido ante el Atlético, eché en falta su guasap sobre el recital de Ferran. Pero estoy seguro que disfrutó de lo lindo cada vez que dejaba atrás a sus rivales por la banda. Nadie pudo con Ferran. Estuvo sublime. Solo le faltó el gol.

¿Vamos a seguir disfrutando durante mucho tiempo a Ferran en Mestalla?. Esa es la pregunta. Me temo que no. Esa es la respuesta. A Ferran le queda un año y medio de contrato y continúa sin renovar. Aquí lo saben. Pero también los clubes más importantes de Europa. Cualquier aficionado del Valencia le daría hoy al futbolista lo que pidiera. Le firmaría un cheque en blanco. Nadie dudaría en situarlo en el escalón económico más elevado de la plantilla. Con categoría de estrella. Pero ese no es el problema. No es una cuestión de dinero. Porque para Ferran prima lo deportivo sobre cualquier otra cuestión. Y ahí es donde, ojalá me equivoque, los intereses del futbolista y los de este Valencia de Singapur entran en conflicto. Porque si para Murthy es más importante obedecer la voz de su amo que ganar la Champions, me temo que el cohete Ferran despegará de Foios rumbo a la Vía Láctea.

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