Quienes le llenen la cabeza de fantasías y le hagan ver que ya es un futbolista de pleno derecho estarán cometiendo la negligencia del necio. Su talento, aprovechable, está de prestado en el fútbol profesional hasta tomar la confirmación
VALÈNCIA. Gestionar el avance de un canterano rutilante requiere de tanta precisión como practicar con el juego ‘Operación’. Un leve traspiés, un mal movimiento cirujano… y el prometedor porvenir por los aires. Ferran Torres tiene 17 años, es uno de esos tiernos valores que ha despuntado genial en uno de tantos mundiales -esta vez en la India- en los que lucen promesas que apenas unos pocos años después naufragan y nadie vuelve a recordarlos.
Torres tiene virtudes prodigiosas para su edad, ha llamado la atención de media Europa, está en la lista de los más prometedores. Condiciones suficientes como para hacerle creer a Torres lo que no es. Le ocurre lo mismo a Foden, la perla coetánea del City, anunciado con solemnidad como el niño prodigio de Guardiola.
Tendemos a tratar a estas figuritas como si fueran hilos de un tweet del que hay que tirar con fruición hasta que nos aburrimos y pasamos a otra cosa. Tan cerca están de agarrar el sueño labrado durante sus primeros años como de tropezar y olvidarlo para siempre.
Quienes le llenen la cabeza de fantasías y le hagan ver que ya es un futbolista de pleno derecho estarán cometiendo la negligencia del necio. Su talento, aprovechable, está de prestado en el fútbol profesional hasta tomar la confirmación.
Ferran cuenta con una ventaja: el contexto de su club se ha convertido en un buen hábitat en el que tomar con calma la velocidad. El entrenador del primer equipo no tapona los méritos del que viene por detrás por el simple hecho de que sea casi un adolescente, pero tampoco precipita los acontecimientos por un populismo identitario.
La decisión de que Torres entre en el engranaje del primer equipo y los fines de semana juegue regularmente en la vertiginosa aventura de Lubo Penev parece un razonable ejercicio de integración. La cercanía de referencias tranquilas como Carlos Soler contribuye a no perder el oremus.
Torres estás cerca de mucho, pero todavía de nada.