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La energía que viene: limpia e infinita

VALÈNCIA. Para alcanzar el objetivo de que el calentamiento global no supere el 1,5 °C fijado por el Acuerdo de París —firmado por 196 países en 2015—, las emisiones globales de carbono deberían llegar a cero emisiones netas para el 2050. La transición supone un gran reto para la humanidad, donde el sector energético, causante de tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero, encierra la clave para evitar las consecuencias del cambio climático. 

El 28 de marzo de 2023, los ministros de energía de la Unión Europea aprobaban la legislación que prohíbe la venta y matriculación de vehículos que emitan CO2 a partir de 2035. No obstante, los vehículos con motores diésel y gasolina podrán seguir circulando hasta el año 2050, aunque luego cada ayuntamiento vaya implementando Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), que restringen la circulación de vehículos según su distintivo ambiental.

La medida va alineada al objetivo de neutralidad climática que se comprometió a alcanzar el territorio europeo en 2050. Para ello, no queda otra que reducir de forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero y encontrar formas de compensar las emisiones restantes e inevitables.

Los combustibles sintéticos

Un estudio realizado por la Agencia Europea de Medio Ambiente en 2022 ponía de manifiesto que el transporte por carretera representa una quinta parte de las emisiones de CO2. Para paliar la situación, entre las alternativas más viables en este momento se erige el combustible sintético o e-fuel.

La fórmula no acaba con la combustión, pero, en lugar de recurrir a una fuente de energía limitada y contaminante como es el petróleo, se acoge a un tipo de carburante que se obtiene a través de la electrólisis del hidrógeno sumando el dióxido de carbono. Las propiedades se supone que son las mismas que las de los combustibles convencionales, por lo que procuran una segunda vida a los vehículos que funcionan con diésel o gasolina actualmente.

Este tipo de biocombustibles avanzados provienen de desechos agrícolas, de otras industrias o urbanos. En esta vertical nueva tratan de hacerse sitio propuestas como la de Nantek, donde aprovechan los plásticos y todos los residuos que vertemos en el contenedor amarillo para convertirlos en combustible que luego venden a las refinerías o las petroquímicas.

La manera que tienen de conseguirlo es introduciendo los residuos en un reactor a alta temperatura y cierta presión, tras lo que se añade una serie de reactivos que producen una reacción por la cual se descomponen todos los materiales generando aceite de pirólisis, muy próximo a la gasolina o el diésel y útil para determinadas industrias. El proceso no requiere la separación ni tratamiento previo alguno de los residuos plásticos, que van directamente del contenedor al reactor.

Nantek es una iniciativa de Carlos Uraga Pastor, surgida a raíz de una investigación relacionada con la nanotecnología y los nuevos materiales. Entendió que era el momento propicio para desarrollar una solución de sostenibilidad en una sociedad cada vez más demandante de este tipo de proyectos y con la regulación a su favor.

Para poder demostrar la validez del ingenio y homologarlo antes de empezar con la comercialización, han tenido que construir en el puerto de Bilbao una primera planta productiva, que quieren capacitar para transformar hasta 25.000 toneladas de plástico al año, el equivalente a 18.000 toneladas de combustible.

En la actualidad están abriendo también plantas en Qatar, Abu Dhabi y Estados Unidos, además de las que ya tienen proyectadas para 2026 en Almería y Tenerife. 

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