VALÈNCIA. Hoy es un día importante. Y no sólo porque el Valencia tenga la oportunidad de refrendar la victoria en Balaídos con otra en Mestalla ante el Elche, sino porque el valencianismo se va a expresar abierta y libremente. Sin el veto al que se encuentra sometido en las redes oficiales del club, sin la censura que ejerce La Liga ocultando en las retransmisiones televisivas lo que acontece en la grada de Mestalla partido tras partido y sin el vergonzante listón de acciones que ha impuesto la dirigencia del Valencia para poder acudir a las juntas de accionistas y evitar la fiscalización de su gestión cochambrosa.
Aunque las acciones se encuentren en las manos que lamentablemente se encuentran y la movilización social no tenga incidencia directa en la gobernabilidad del club, sí es importante levantar la voz contra la tiranía para que tomen nota todos los que tienen que tomarla, y para desmontar la falacia de que se les rechaza por ser extranjeros y que les sirve para victimizarse acusando al valencianismo de un racismo absolutamente inexistente. Su reprobación no es por su condición de extranjeros, sino por su incapacidad para dirigir la entidad, por su desafiante falta de respeto a la historia de la misma, por su insultante prepotencia y por sus reiteradas provocaciones. Hoy hay que salir a la calle en defensa del Valencia CF porque lo están dinamitando desde dentro y, a este paso, sólo nos quedará el recuerdo de lo que fue.
Quedarse hoy en casa significa legitimar la mayor y más vil agresión que el club ha sufrido desde su fundación en 1919. Mirar hacia otra parte, como está haciendo la clase política insensible ante la demolición de la entidad civil más importante de la Comunidad Valenciana, y acomodarse en el silencio como tantas figuras emblemáticas del club y que tanto se les echa de menos en estos momentos, significa aliarse con la tiranía y con los tiranos que se han propuesto reducir a cenizas un sentimiento construido con alegrías y decepciones durante más de un siglo. Porque el valencianismo ha estado, está y estará siempre expuesto a soportar una dirigencia errática que, por torpeza o incapacidad, no sepa acertar a la hora de gobernar la entidad, y está preparado para ello.
Para lo que no está preparado es para asistir inerme a la voladura premeditada a la que está teniendo que asistir y tiene -faltaría más- el derecho e incluso la obligación de salir a la calle a defender el legado que recibió de sus mayores y que está siendo pisoteado por gentes que ni conocen ni están dispuestas a respetar el sentimiento valencianista. Un sentimiento que se respira en los cuatro puntos cardinales de nuestra tierra, incluso en aquellos lugares preservados para el silencio eterno. Basta darse un paseo por el cementerio de la ciudad -yo lo tuve que hacer el jueves para decir adiós a un ser querido valenciano y valencianista hasta la médula- y comprobar la cantidad de escudos del Valencia CF grabados en lápidas de quienes se marcharon y dejaron consignado -entre sus últimas voluntades- el deseo de que su valencianismo trascendiese a su propia vida. ¿Cabe mayor acto de amor al Valencia? Pues… sí cabe: salir hoy a la calle para que no acabe siendo el propio club quien termine en el cementerio esperando que le llevemos flores.