opinión

Fútbol sin corsés

Me declaro y siempre lo he hecho asquerosamente resultadista en lo tocante al fútbol. Entiendo que al final de un proceso, sea un número razonable de partidos o una temporada completa, si el resultado es el esperado, todo lo demás pasa automáticamente a un segundo plano...

3/03/2018 - 

VALÈNCIA. Me declaro y siempre lo he hecho asquerosamente resultadista en lo tocante al fútbol. Entiendo que al final de un proceso, sea un número razonable de partidos o una temporada completa, si el resultado es el esperado, todo lo demás pasa automáticamente a un segundo plano. Cuando un equipo alcanza o incluso supera sus objetivos es porque lo que ha hecho bien y si lo ha conseguido es porque ha tenido el control de la situación. Y entiendo que el debate va mucho más allá de si el juego desplegado ha sido más o menos vistoso a ojos de aficionados, opinadores y comentaristas con galones. Se trata, desde mi humilde punto de vista, de optimizar recursos y gobernar un grupo que sea capaz de leer cada momento de la temporada y cada partido para verse expuesto a la ‘ventolera’ que imponga el rival de turno. Haciéndolo de manera más virtuosa si cuenta con futbolistas para ello o de forma más tosca si no los tiene pero… lo que marca la solvencia de un equipo –siempre teniendo en cuenta que hablamos de futbolistas con el mínimo de calidad que supone jugar en la élite- es la capacidad de controlar la situación. Por eso me parece tan loable el que alcanza su objetivo jugando como los ángeles como el que lo consigue metiéndose en el barro hasta las orejas. En lo tocante al Valencia CF creo que se puede aplaudir el resultado y al mismo tiempo decir que en los últimos partidos el Valencia no ha tenido el control de la situación sin caer, necesariamente , de hoz y coz, en incongruencia ninguna. El Valencia no está siendo un equipo que cierra un partido marcando un gol desde el fundamento de una defensa rocosa y últimamente lo veo expuesto a las circunstancias de cada partido sin llegar a controlarlas para su beneficio. Y eso no está reñido con el reconocimiento de una temporada extraordinaria. Se trata, simplemente, de análisis de una serie de partidos en los que veo al equipo algo perdido. En cualquier caso nunca he pretendido dictar doctrina alguna con mis opiniones de la misma manera que no ‘mastico’ las doctrinas de quienes sí pretenden imponérmelas. ¡Esto es fútbol! El futbolista que hace unos días nos parecía un petardo, a poco que redondee dos o tres buenas actuaciones pasa a asemejarse a Maradona y… al contrario. El entrenador que nos había devuelto la fe en el fútbol porque nos había rescatado del pozo, a poco que el equipo se tambalea lo más mínimo se convierte en el centro de una diana inmisericorde y… al contrario. Y, desde un planteamiento de la vida sereno, consecuente y concienzudo, seguramente todo esto no tenga mucho sentido pero,  miren…  Esto no es el claustro de la Universidad de Salamanca ¡Es fútbol!

Con sus incongruencias y con su repertorio interminable de cosas maravillosas. Posiblemente si lo quisiéramos meter en el corsé de un raciocinio sensato y lo sometiésemos a una cura de meditación trascendental, desaparecería ese ir y venir de opiniones encontradas y aveces contradictorias. Posiblemente sería algo mucho más serio y coherente pero… no sería fútbol. Vamos… yo creo que sería un coñazo. El fútbol tal y como lo entendemos en estas latitudes es pasión, es discusión y es opinión. Y es democrático porque, quitando de aquellos radicales que intentan imponer su opinión y de los que reparten carnés de valencianista o de lo que sea, las opiniones  son respetadas por dispares que parezcan. Por eso es un fenómeno social de masas que penetra de manera transversal en todas las capas de la sociedad al margen de clases sociales, colores políticos, género o creencias religiosas. Por ejemplo, tras una primera mitad de temporada en la que todos nos frotábamos los ojos ante lo que Marcelino estaba obrando en el Valencia, hoy ya se escuchan voces disidentes que empiezan a cuestionar todas las decisiones del técnico asturiano y, además, al elevar estos su voz hay otros que se enfadan y replican recordando todo lo bueno que Marcelino ha aportado al Valencia desde su llegada. Yo me encuentro entre estos últimos, sin enfadarme, pero me encanta que haya quien opine de manera contraria. Debate, discusión… ¡El fútbol de todos! De los que opinan negro, de los que opinan blanco y de aquellos que ayer opinaban negro y hoy blanco. ¡Fútbol!

Discutan, sufran, disfruten, sean de Marcelino a muerte y dejen de serlo mañana si les parece y… sobre todo, no dejen que nadie sepulte esa pasión que mañana volverá a llenar Mestalla bajo un montón de hojas de cálculo.

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