VALÈNCIA. Pepelu era un buen todocampista en un equipo como el Llevant, para el cual la permanencia en Primera era un éxito. Mestalla, incluso en horas bajas, tiene otro nivel de exigencia y otras expectativas. En Portugal, una liga irrelevante, ofreció un nivel más que aceptable. También en el Hércules, con anterioridad, en Segunda B. Ya en Orriols despuntó en un entorno propicio: titular indiscutible para Lisci y Calleja, e idilio con una grada que lo adoraba. Todo se le comprendía. El día que no le salían las cosas se aplaudía que se vaciara sobre el césped. Veremos si triunfa en Mestalla.
En realidad el Llevant no apostó por Pepelu, como no suele hacerlo por ningún canterano, que siempre lo tienen más difícil. La entidad patinó con Pepelu, no detectó el potencial que otros reivindicamos cuando se dudaba hasta de darle una oportunidad o cuando se iba a perder un activo. En efecto: Pepelu consiguió un contrato de diez años antes gracias a la hinchada a la que ahora desprecia.
¿Se comportó generosamente, con aquella renovación, como dicen algunos? Yo no diría tanto. El contrato tenía beneficios para ambas partes. El Llevant lo retenía y se marcaba un tanto ante la afición, pero se comprometía a diez años de ficha para un futbolista prometedor que había participado en un descenso terrible. ¿Hubiese sacado más tajada como agente libre? Lo dudo. En todo caso él se mostró exultante y feliz con su vinculación hasta 2032. ¿Fingía? ¿Fue un teatret todo aquello?
El Pepelu que llegó al Llevant era un preadolescente que mamó qué representaba la rivalidad con el Valencia. Lo sabía sobradamente pero le dio igual. ¿No había otro club en Europa? No era tan levantinista como parecía. Ni tan inteligente. A la vista están las consecuencias: la indignación del levantinismo ha traspasado fronteras. Su imagen con el símbolo del infinito junto a su marcha a Mestalla ha dado la vuelta al mundo, como símbolo de futbolista pesetero y sin escrúpulos. Las incoherencias y los comportamientos egoistas se pagan. Ni siquiera en Mestalla (en una parte al menos) cae con buen pie alguien que se comporta así. Ellos no olvidan a Paco Alcàcer, que pudo marcar una época y fracasó lejos de su ecosistema natural. Tal vez Pepelu sea Messi y todo pase, pero creo que no es el caso.
El historiador de nuestro fútbol José Ricardo March nos recordaba las traiciones de Peral y Molina cuando Gimnàstic y Valencia eran grandes rivales. Con los años el abismo deportivo entre unos y otros minimizó el impacto de estos fichajes. Incluso el mítico Toni Calpe, tras una espectacular temporada en Alcoi, tuvo un preacuerdo firmado con el Valencia, ante el desprecio persistente del club de su vida. Su padre Ernesto y Paco Gandia consiguieron frenarlo y traerlo a Vallejo. Al afirmar que la de Pepelu es la mayor traición de un futbolista en 114 años de historia hay que entender el contexto: ambos rivales no habían estado tan próximos, en masa social y nivel deportivo, desde los años 30, y fugazmente, en los 60. Pepelu llevaba una década en Orriols, era capitán y un año atrás había prometido amor eterno. Era el referente de miles de niños y jóvenes, en uno de los momentos más difíciles de la historia reciente, con un ascenso perdido ya sabemos cómo. Es, por poner un ejemplo, como si el Valencia hubiese descendido a Segunda y el Llevant hubiese ascendido y se llevara a Gayà.
Si Pepelu, joven y rico, quería seguir disfrutando de Valencia, de día y de noche, si no quería salir de esta tierra, algo perfectamente lícito, podía haberse marchado al Villarreal. En realidad no le quita el sueño el dolor y el resentimiento que deja en Orriols, porque era plenamente consciente de lo que estaba haciendo, nada que no tuviera derecho a hacer. Ahora bien: el levantinismo tiene el derecho, también, de repudiarlo en masa. Quien siembra vientos, recoge tempestades.
A Pepelu la vida le ha regalado un año de vestuario y medular junto a Vicent Iborra y no ha sido capaz de aprender nada de él. Podía haber sido una leyenda. Sí, seguramente no es tan listo como parece. Ya se las arreglará. Y el futuro dirá. Nosotros pasamos página.