VALÈNCIA. Dice Iborra que no sabe qué ha hecho para merecer tanto cariño. Es por algo tan sencillo que por ser un tipo con valores, que camina por la vida y su querido fútbol priorizando el respeto, la humildad, la unión y el agradecimiento por encima de todas las cosas. Él se siente uno más, pero su regreso trasciende de lo puramente futbolístico. Ha logrado cambiar la moral de un club y un entorno debilitado anímicamente tras el descenso. Ha multiplicado la ilusión y ha generado esa combinación de sentimiento, identidad y pertenencia que hemos echado en falta de un tiempo a esta parte en el vestuario, salvo en mínimas excepciones, cuando el panorama se torcía con poco atisbo de solución.
Esas cualidades son las que aplaude el Ciutat aunque al final se acabe perdiendo. Una acumulación de factores imposible de conjugar en su totalidad salvo en un futbolista de otra pasta, un profesional enorme en todos los sentidos, y con un poder regenerativo bestial como es Vicente Iborra. Porque desde que se marchó en el verano de 2013, jamás ha ocultado sus colores, sin reducir ni un ápice de profesionalidad y compromiso, dejando huella y la admiración de todo el mundo, en los equipos que ha estado.
Nueve años después, el regreso de Ibo se ha hecho realidad, cedido con opción de compra desde el Villarreal, con quien aún tiene contrato hasta 2024, aunque estoy seguro de que ha vuelto para cerrar el círculo y quedarse. Hacía mucho tiempo que no me emocionaba tanto con el vídeo del anuncio de un fichaje (el suyo junto a Paquito Fenollosa), ni en una presentación tan emotiva al ver tan feliz a tanta gente; un mogollón de granotas de todas las edades, muchos que no le vieron jugar en su primera etapa y que se emocionaban al pedirle una foto, un autógrafo o ambas cosas. Porque para el levantinismo es referente, leyenda y capitán.
Que esté de nuevo en casa es la mejor noticia que podría recibir el levantinismo para coger impulso, recuperar la sintonía equipo-afición y estar unido en esta travesía plagada de contratiempos que arrancará el próximo viernes 12 ante el Huesca. Lo ha conseguido él solito. Porque su vuelta nos va a hacer mejores a todos los que llevamos este sentimiento grabado a fuego en el corazón. Porque su presencia de nuevo de granota es la medicina perfecta para curar las heridas (o casi todas) de la caída a los infiernos, pasar definitivamente página y afrontar la exigencia de regresar a Primera División con las pilas cargadas hasta los topes. Y ese objetivo ya lo consiguió en 2010 con el ascenso del Centenario.
En agosto de 2013, entre lágrimas y declarando amor eterno, se despidió con el deseo de volver a casa algún día, confiando en que solamente se tratara de un ‘hasta luego’. Iborra dio sus primeros pasos en el Levante con 15 años. De Biasi le hizo debutar en Primera con 19 ante el Real Madrid y creció y explotó a las órdenes de Luís Garcia para luego escribir una historia plagada de éxitos en el Sevilla, como coleccionista de Europas League (tres). De ahí se marchó traspasado al Leicester para dejar su sello en la Premier League, y las últimas cuatro temporadas ha defendido la elástica del Villarreal, con quien ganó su cuarta Europa League y cayó de pie en las semifinales de la Champions. Una ‘masterclass’ de cómo gestionar una carrera con cabeza, sentido, perfectamente asesorado y respetando.
Allá donde ha estado siempre ha repetido un mensaje claro: yo soy del Levante. Y es que la realidad es que nunca se ha ido. “Desde el día que me fui tenía claro que no me iba relativamente. En cuanto he podido venir al estadio, a la grada, lo he hecho. He intentado que mis hijos conocieran dónde había crecido su padre. Siempre he sido abonado. Lo que viví era tan especial que tenía claro seguir viviendo esto”, argumentó sobre el arraigo en su presentación. Ahora, en el verano de 2022, Orriols le ha dado la bienvenida con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja como la que brillaba en su rostro cuando entró en las oficinas del Ciutat para estampar su firma, al leer los innumerables de mensajes de cariño que le llegaban a su móvil, y pocos días después en su discurso sobre el césped del estadio, hasta el punto de unirse a cantar el himno junto a una afición entregada a su capitán.
Iborra ha llevado la bandera de la resistencia granota por todos los rincones. Desde la distancia ha celebrado las alegrías y le han dolido los disgustos como al que más. Será la voz más autorizado para dar un golpe encima de la mesa cuando sea necesario y para enchufar a un vestuario que debe ser consciente al unísono de lo que significa el Levante. No encuentro a nadie que haya lucido con tanto orgullo este escudo en el pecho como Ibo, e incluso sin estar entre la plantilla, porque estoy seguro de que también lo llevaba simbólicamente debajo de las camisetas de Sevilla, Leicester y Villarreal. Su levantinismo no es de cara a la galería y nadie lo duda porque lo ha demostrado en múltiples ocasiones. Siempre lo ha transmitido públicamente. Nunca ha escondido su ‘Orgull Granota’ cada vez que se lo han preguntado ni tampoco ha lanzado balones fuera sobre su posible regreso. Quería volver. Era su deseo.
Su vuelta a sus 34 años será para ser importante. En ningún momento, el hijo pródigo ha regresado para retirarse. Le queda muchísimo fútbol por demostrar y unas ganas tremendas. Hay Iborra para rato. De acariciar la final de la Champions con el Submarino va a pasar a luchar con su Levante por recuperar el terreno perdido y devolverlo a la máxima categoría. Estoy convencido de que el reto que se avecina con los colores que más siente le motiva mucho más. Era lo que pretendía... y lo que todos ansiábamos ver pronto.
Con Unai Emery, Iborra no Iba a tener sitio en el Villarreal, como así se lo hizo ver el técnico de Hondarribia en este inicio de pretemporada en el que solamente tuvo 15 minutos en los primeros amistosos. Solamente tenía en mente volver al club de su vida si dejaba de ser tripulante del Submarino. Todas las partes apuntaban a entenderse, más aún entre dos clubes con una química de sobra conocida. Todos los caminos iban encaminados a la llegada, de momento a préstamo, del que mejor ha defendido el ‘10’ en la historia más reciente, un dorsal que con la salida que se está trabajando de Bardhi a Grecia quedaría libre.
Y menuda barbaridad de centro del campo va a formar junto a Pepelu. Criados en Buñol. Pasado, presente y futuro. El mejor eje de operaciones de la categoría. Iborra, además, liberará de responsabilidad a Pepe, que hasta el momento era el único que había disparado la ilusión de una afición a la espera también de lo que suceda en una ‘operación salida’ que inquieta dentro y fuera del club y con muchos nombre propios. Es un privilegio poder recuperar tras el fracaso deportivo de la temporada pasada a un futbolista con raíces, tan genuino y auténtico. Él tenía un sueño. Nosotros también. Y se ha hecho realidad. Bienvenido de nuevo a tu hogar.