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opinión

Grave crisis en el lateral derecho

Una grave crisis en el lateral derecho. ¿Peor todavía que la de la temporada pasada?, se preguntaría el observador. El fichaje de Piccini, además de desencadenar los juegos de palabra más estremecedores del mercado veraniego, ha tenido efectos terapéuticos...

26/07/2018 - 

VALÈNCIA. Una grave crisis en el lateral derecho. ¿Peor todavía que la de la temporada pasada?, se preguntaría el observador. El fichaje de Piccini, además de desencadenar los juegos de palabra más estremecedores del mercado veraniego, ha tenido efectos terapéuticos. Esto es, ha permitido que el que quiere cabrearse un poco y rebelarse contra las relaciones idílicas entre planificadores e hinchada, lo haga con libertad y sin ataduras. 

Nunca se acabó poniendo de moda, pero durante un momento pareció que comenzarían a abrirse habitaciones con objetos de vidrio y falsa porcelana, muebles aglomerado y contrachapado, para que cualquier usuario pagara la libertad de reventar la sala, liberar su estrés a la manera con la que durante otro tiempo los futbolistas cretinos destrozaban habitaciones de hotel. 

Piccini es una estancia para que el pueblo cansado de la formalidad o el adocenamiento de estar siempre de acuerdo con la política deportiva del club pueda enfurruñarse gustosamente.

De repente nos hemos visto inmersos en comentarios al borde de machadas como: ‘Pasar de Hateboer a Piccini es un error histórico’, ‘Hateboer ofrece unas prestaciones de las que Piccini está muy lejos’. ¿Pero tú te estás oyendo? Y además dicen en el Betis que Piccini atacaba mucho y defendía poco. De Cancelo a Piccini. 

Un hurra por quienes tienen la tentación de convertir la llegada de Piccini (cada vez que escribo Piccini me da como gusto) en una crisis, porque ellos participan de la cruzada silenciosa contra la complacencia y el estar apardalaos. 

Me temo que el cuestionamiento del fichaje de Piccini no es tanto por el propio jugador (que además es un buen chico y en Lisboa ha aprendido mucho y ha evolucionado mejor y esas cosas), como por la urticaria que les produce ver que cualquier acción de mercado es celebrada porque la han acometido Marcelino y Alemany. Si en el pasado poníamos bajo sospecha cada movimiento, ahora sucede al contrario. Lógico. De aquellos precedentes, estas confianzas. 

‘Ya basta de dar por bueno todo lo que hace Marcelino’, se quejan los nuevos antipiccinistas. Otra vez vuelven a hacer bien. Los necesitamos. Luchan contra la tiranía del pensamiento único. Sin ellos podríamos incurrir en afición mustia de las que celebra el fichaje de un tal Piccini sin saber quién es. 

Entre tanto, la válvula de escape que ha abierto Piccini rememora un debate paralelo: cómo se debe juzgar un fichaje. O mejor, cuándo. Los precavidos dirán que miramos a Kempes con sospecha, o que fuimos haters(boers) contra el Piojo y blablabla. Los motivos para cuestionar a Piccini me temo que son idénticos a los motivos para celebrarlo o incluso para callarse: no haberlo visto. Tranquilos, al acabar la temporada os daremos el pin del ‘Yo-ya-lo-dije’ o de ‘Pasieguito del año’. ¡Viva Piccini!

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