VALÈNCIA. Si el Valencia fuera una de esas aceleradoras cuyo éxito depende de esperar que pequeños proyectos cristalicen y generen un pastón, por fin podría estar de enhorabuena con la apuesta por Guedes. Lejos de una anécdota, Guedes es una de las grandes muestras que categorizan el modelo VCF.
El club, durante todos estos años, ha sabido que tenía un jugador con grandes posibilidades. También ha tenido pruebas de que era inconsistente, irregular y especulativo. Lo cual, tratándose del contexto en el que le ha tocado ser futbolista del Valencia, es casi una circunstancia normal. Tras un primer tramo en el que hizo un ‘Adrian Illie’, el club, con todo, lo esperó. Insistió y confió entre otras cosas porque: a) no tenía mejores alternativas entre su propia plantilla, b) no tenía opciones de venta lo suficientemente suculentas, c) todas las respuestas anteriores son correctas.
Hoy, Guedes es un factor diferencial. Quizá el elemento que desequilibra la distancia entre un equipo voluntarioso al que no le da para más y un equipo que, a pesar de sus fisuras, saca partidos por su suplemento cualitativo. El Valencia es con Guedes un equipo más peligroso, con la verticalidad que normalmente solo dan los futbolistas que se salen del precio común del mercado.
Habría que pensar si todo ese tiempo en espera, si ese período de incubación, ha sido provechoso. El coste-oportunidad de esperar a Guedes define también la manera con la que el club se relaciona con sus inversiones. No es por él, es por aquello a lo que el equipo renunció por apostarlo todo a una figura en ciernes. Más todavía si, en la ascensión de su carrera individual, inclinando el gol a su favor, busca otro destino en el que cristalizar sus promesas.
No puedo evitar creer que una gran noticia -Guedes en forma- es en realidad el reverso de un modelo que si algo ha hecho es debilitar al club y darle un carácter de sociedad subsidiaria.