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opinión

Hacer goles

21/11/2018 - 

VALÈNCIA. Hace muchos años, recuerdo que un equipo que no viene al caso fichó a un futbolista argentino al que, quien esto escribe no le veía demasiadas virtudes futbolísticas. No era aseado con la pelota, no tenía un remate de cabeza portentoso, no era físicamente potente, no guardaba bien la marca, no era el más rápido del mundo y de vez en cuando, medía mal y se ganaba alguna tarjeta amarilla de más. Tras varias sesiones de entrenamiento y después de la habitual conferencia de prensa, le pregunté al entonces entrenador rojiblanco cómo era posible que ese futbolista fuese siempre titular, porque a simple vista, no se le apreciaban cualidades suficientes que hicieran presagiar que podía vestir con garantías la camiseta de un grande de España. El entrenador se giró, me miró de arriba abajo, sonrió y me dijo: “Hiciste bien en dedicarte a periodista. De fútbol sabes entre poco y nada. Es titular porque tiene lo más importante de este juego, algo que no se negocia. Este chico tiene gol”. En aquella temporada, el jugador al que no le veía nada del otro jueves, siendo centrocampista, anotó más de 15 goles. No era rápido, no era un dechado de técnico y no era gran cosa, pero tenía gol. Y en este negocio del fútbol, si tienes gol, tienes todo. Y si no lo tienes, no puedes jugar en la elite.

Hoy, muchos años después, me sigo dedicando al periodismo deportivo y sigo sin saber nada de este juego, pero esa lección ya no es una asignatura pendiente: sin gol no hay paraíso. A un equipo sin gol sólo le espera un mar de derrotas y a una delantera sin gol sólo le espera un océano de dudas. Y a sus aficionados, los sufridores de esa falta de pegada, sólo les quedan dos caminos: desesperarse o esperar que la tormenta escampe. En esas está el público de Mestalla. Y en esas, la delantera del Valencia Club de Fútbol que, en este comienzo de campeonato, dispara con una escopeta de corcho.

Huddersfield, Atalanta, Cardiff City, Niza y Reims. Esas son las cinco peores delanteras de lo que va de temporada en las cinco mejores ligas europeas. Inmediatamente después, se encuentra el VCF, con apenas tres tantos de sus puntas (uno Gameiro, otro Rodrigo y otro Batshuayi), empatado con los mismos tantos que Crystal Palace, Real Betis o CD Leganés. El dato, escalofriante, no sólo es un motivo de preocupación en el valencianismo, sino un lastre para la evolución del equipo de Marcelino, que espera muchísimo más de una línea de vanguardia en estado de pertinaz sequía.

Si el año pasado Mina, Rodrigo y Zaza batieron todos sus registros goleadores, este curso la delantera del VCF está gafada. Los números en Liga provocan pavor: los arietes valencianistas han rematado 72 veces, en 28 ocasiones han encontrado portería y sólo en apenas 3 ocasiones han logrado perforar la meta rival. Al margen de la aparición testimonial de Mina – que sí ha hecho goles en Copa y respondido en base a los minutos que ha jugado-, el panorama en ataque es desolador, casi propio una maldición gitana o digno de un mal de ojo. Rodrigo ha rematado nada más y nada menos que 35 veces, pero sólo 13 a portería y ha anotado sólo un gol. Batshuayi ha chutado 16 veces, 7 de ellas a portería, marcando un tanto. Y finalmente Kevin Gameiro, a estas alturas de Liga, ha rematado 14 veces, sólo 5 entre los tres palos y sólo ha logrado gritar un gol.

Hace dos semanas volví a charlar con aquel mítico entrenador que, hace años, me dijo que lo más importante de este juego, lo único innegociable, era el gol. Hablamos por espacio de diez minutos. Le pregunté por la delantera del Valencia, quería saber por qué estaba seca y qué demonios pasaba para que una delantera, sobre el papel, bastante potente, estuviera más tiesa que la mojama. Me miró y me dijo: “Una vez tuve dos delanteros de mucha fama que no le hacían gol al arcoíris. El vestuario ya estaba mosqueado, así que hablé con ellos. Les dije que no se preocuparan, que no era culpa suya y que era problema mío, que no valían para el puesto y que la próxima temporada lo iban a hacer mucho mejor en otro equipo. Les senté dos jornadas en el banquillo”. Me encogí de hombros y espeté: “¿Y qué consiguió con eso, míster?”. Su respuesta fue contundente: “Logré que me odiaran tanto que encontraron un motivo para comerse el campo cada vez que jugaban. Me odiaron tanto que encontraron un enemigo común. Trabajaron como animales para demostrarme que estaba equivocado, pusieron toda su energía en eso. Cuando acabó el año, habían hecho 15 goles cada uno”. Moraleja: para hacer goles, el primer paso consiste en creer que puedes hacerlos. 

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