VALÈNCIA. Naturalmente que este es “otro” fútbol. Como nuestras vidas, que también serán “otras”. A estas alturas de la película y teniendo como referencia la Bundesliga, queda claro que a los aficionados nos costará aceptar esta “nueva normalidad”, así como los ingredientes que están salpimentando este “nuevo fútbol”. La receta sabe a rayos: partidos cada 72 horas, a puerta cerrada, con la televisión hasta en la sopa, con pánico a las lesiones, con cinco cambios y con estadios vacíos, que son como un domingo son sol. Esa será la “nueva realidad” del Valencia CF en una “Liga exprés” que, si los test son propicios y Sanidad lo permite, será una brutal carrera de obstáculos para todos los equipos. Lo que no ha cambiado en este “nuevo fútbol” son los factores decisivos que marcan la diferencia en el fútbol de toda la vida: mentalidad, preparación física y deseo de ganar. Así que los jugadores del Valencia CF, en un escenario completamente nuevo para ellos, tendrán que hacer aquello que el mítico sargento Highway – interpretado por Clint Eastwood-, le repetía con insistencia a su tropa de reclutas: “Hay que improvisar, adaptarse y vencer”.
Toda vez que ha pesado más la cuenta de resultados que lo aconsejable en mitad de una pandemia, el fútbol español ha decidido volver. Y con él, todos los clubes vuelven a ser víctimas de sus enormes exigencias y apetitos. De sus realidades económicas. A principio de temporada eso se llama objetivos. En mitad de la temporada más extraña de la historia, ahora se llaman obligaciones. Y las del VCF son dos que están más claras que el caldo de un asilo. Para sobrevivir, necesita entrar en Europa. Y para crecer, necesita disputar la próxima Champions. Celades y el vestuario van a tener que convivir con esa presión. La plantilla lo sabe, el técnico lo sabe y hasta el último empleado del club lo tiene interiorizado. Es lo que tiene ser un grande. Que hay que demostrarlo. Todos saben que cuando se reanude la temporada sólo podrán alcanzar los objetivos previstos aquellos que hayan sido capaces de improvisar, adaptarse y vencer. Y precisamente por eso, para poder lograr esa meta, para conseguir los objetivos deportivos y económicos del club, hay que estar unidos. Resetearse, empezar de cero y conseguir que el valencianismo esté junto y en fila de a uno. Y para eso sólo hay un remedio, Que los que mandan hagan saber que sí existe un plan, una hoja de ruta y un camino. Predicar con el ejemplo.
Quizá por eso sería conveniente que el valencianismo asuma y procese que debe comenzar esta “Liga exprés” de once partidos con los deberes hechos. Solucionando, de una vez por todas, varias asignaturas pendientes que el VCF está dejando, como los malos estudiantes, para septiembre. Antes de comenzar el torneo, antes siquiera de que el grupo vuelva a competir e incluso antes de que el aficionado repare en si realmente interesa este fútbol o no interesa un pimiento, el Valencia CF tiene que resolver sus asuntos pendientes. Si hay que renovar a Ezequiel Garay, como así se dejó caer en público antes de caer gravemente lesionado y hay que cumplir con la palabra dada después que el argentino también fuese positivo por coronavirus, si hay que demostrar que el VCF es un club señor, hágase. Si hay que renovar a Hugo Guillamón y sacarla de una vez por todas del punto muerto en el que dicen que se encuentra, hágase. Y si hay que suturar de una vez por todas la herida que no acaba de cicatrizar para que Ferran Torres, que por lo visto también tuvo “el bicho” en marzo, pueda seguir vinculado al equipo de su vida varios años más, hágase. Y si la cúpula del Valencia CF no sabe cómo hacerlo, que haga lo que repetía Highway a sus marines: “Improvisar, adaptarse y vencer”.