opinión

Irse de la liga

21/02/2019 - 

VALÈNCIA. Qué demonios hacemos cayendo en las aguas tumultuosas de un partido de baloncesto con inexistentes derivadas sobre el Valencia. Y además refiriendo los movimientos tectónicos del Madrid como perritos falderos. 

Bien, después de ese prólogo-reflexión, un pensamiento concluyente: lo que ha ocurrido esta semana en el deporte español es el símbolo de una amenaza, la muestra poderosa de una imposición. Hablemos de ello, cómo no vamos a hablar.

Irse de la liga como marco conceptual. El Madrid ha dicho en voz (muy) alta lo que ya suponíamos pero solo podíamos decir en voz baja. Creen que la competición, las competiciones, les pertenecen. Podemos entenderlo, de tanto ganar se termina produciendo la ensoñación. Una monstruosa confusión de los términos: el Madrid se ha terminado creyendo que los rivales compiten frente a ellos… porque ellos se lo permiten. Confundir ganar con poseer.

Esa pulsión de paternalismo en posesivo ha estallado rabiosa al ver cómo, también ellos, sufren disparates arbitrales (incluso beneficios, apenas unos minutos antes). La reacción corporativa, toda una batería de expresiones: nos piramos, ahí os quedáis, estamos por encima de la liga, esto es nuestro y no vuestro, os hacemos el favor de enfrentarnos a vosotros. 

Una apropiación cultural. Es bien relevante lo que sucede estos días porque -con la ascensión del debate a lo plenamente futbolero- se dirimen las fuerzas. El pulso que echa el Madrid como institución es una reafirmación de su derecho a veto, de una supremacía que quiere condenar la igualdad y manifestar que los errores ajenos que ellos sufren merecen mucho mayor castigo que los que reciben otros. 

Piden un trato de favor, así, sin complejos. Dinamitar cualquier principio de libre competición. Las reacciones ante la contrariedad nos definen. No han reaccionado pidiendo una triple revisión de la jugada o una renovación de los métodos arbitrales. Bien al contrario, han puesto su testosterona disparatada sobre la mesa en un intento de proclamar quién manda aquí. 

Evidentemente el coro periodístico que suele reprochar las quejas arbitrales del resto (‘el eje de los llorones’) no solo no ha cuestionado las maneras del Madrid, sino que han azuzado los pompones, fieles a la causa, respaldando la amenaza.

En esta liga manda el menda. A mi favor o sin mí.

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