/ OPINIÓN

Jefa de bomberos

2/07/2022 - 

VALÈNCIA. Es de tal magnitud del incendio que tiene montado Peter Lim en el Valencia que ha envidado, desde Singapur, a su ‘jefa de bomberos’ para intentar sofocarlo. Y no es que Lay Hoon sea o haya sido ejemplo de nada. Es más, creo que con ella, el Valencia padeció la segunda peor presidencia en su historia: mintió abiertamente a los peñistas a la cara contándoles que no había intención de vender a Paco Alcácer mientras su jefe lo estaba vendiendo en Barcelona muy por debajo de su cláusula de rescisión y, entre otras muchas torpezas, tuvo la enorme desfachatez de decir aquello de que “a los valencianos hace falta repetirle las cosas más de cien veces para que las entiendan”. Pero… sí es cierto que, en comparación con el pirómano que Lim ha mantenido como sargento chusquero destinado a Valencia en los últimos años, la señora Chan emerge como un dechado de diplomacia. Imagino que el hecho de poder sentarse a hablar con una persona a la que adorna un mínimo de educación y no con un fantoche como Anil Murthy supone un paso adelante nada despreciable, pero lo más  importante es, como en cualquier faceta de la vida, el fondo y no las formas aunque no deja de ser importante que la persona que ostenta la máxima representación de una institución como el Valencia CF sea mínimamente presentable y Murthy… no lo es.

Tengo poca Fe, sinceramente, en que haya verdaderos cambios en el fondo. Dudo mucho que esa teoría que hoy mantienen los que hace cuatro días le hacían la pelota al anterior presidente y que salvaguarda la figura de Lim presentando a Murthy como culpable de todos los males del Valencia tenga un sustento sólido. Al fin y al cabo, el sargento chusquero no hacía más que seguir las instrucciones de su amo, aunque las ejecutaba con una mala educación y un desprecio para con el Club, su historia y su afición absolutamente inaceptables pero… las líneas maestras del disparate en que se ha convertido el Valencia son obra del propio Lim, que no tiene ni la más remota idea de cómo gestionar un club de fútbol, que es incapaz de dejarse asesorar por quienes sí saben cómo funciona esta industria y quién sabe si por otras cuestiones poco edificantes relacionadas con el tráfico de futbolistas. La prueba fehaciente es el resultado del cierre de ejercicio de esta temporada y las pérdidas acumuladas desde que compró el paquete accionarial mayoritario del club. El que venía a protagonizar la mayor transacción del fútbol mundial ha llevado al Valencia a la ruina y lo que viene haciendo, temporada tras temporada, es desguazar la maquinaria que puede volver a conseguir que el equipo, desde el césped, genere recursos con los que reflotar la economía de la entidad y proporcione alegrías al aficionado que él tanto desprecia. En lugar de reparar la máquina con recambios de calidad para que ofrezca mayor rendimiento, le va quitando las piezas que todavía funcionan y, encima, tenemos que aplaudir. La esquizofrenia es tal, que deseamos que venda a los mejores futbolistas porque no queremos ver al Valencia en bancarrota cuando, en realidad, y atendiendo a la faceta competitiva del club, es una enorme tragedia. Es imposible olvidar aquellas palabras de Amadeo Salvo en 2014 cuando decía que, con la llegada de Lim, “se había terminado la necesidad de vender futbolistas para cuadrar balances y que los que se marchasen lo harían por voluntad del club o pagando su cláusula de rescisión”. Desconozco si eso es lo que sucede en el Ibiza pero… en el Valencia, es ese aspecto, estamos peor que nunca. Seguramente, las mismas cautelas que consignaron Amadeo y Aurelio para que el nuevo mayor accionista no acabase conduciendo al Valencia al callejón sin salida al que lo ha llevado y no lo convirtiese en un equipo intranscendente de media tabla, son similares a las que establecieron para que la construcción del nuevo estadio fuese una realidad. De aquellos polvos… estos lodos.

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