VALÈNCIA. A la tribu de los Jíbaros la descubrí en un tebeo del Capitán Trueno -ya tenemos una edad- cuando era niño. Reducían las cabezas que cortaban de sus enemigos. Aquello me impresionó. La RAE admite el término de jibarización o de jibarizar, que se refiere a reducir el tamaño, la cuantía o la importancia de algo. ¿Sabéis por dónde voy? Es sencillo.
El sábado pasado la hinchada del murciélago se volcó en el homenaje a David Villa. La avenida de Suecia y el cruce con la calle Micer Mascó estaban colmadas de gente. Unas 8.000 personas, quizá más. Al grito de ¡Villa, maravilla! la gente honró al goleador asturiano.
El club había hecho las cosas bien... hasta que la propiedad, Meriton, lo escacharró todo, como suele tener por costumbre. En el acto privado con el asturiano en el interior del palco, Layhoon Chan permitió que Joan Laporta parasitara el acto valiéndose de su condición de seductor y amigo de Peter Lim. Blandengue, la presidenta dejó que el presidente blaugrana acaparara protagonismo y parasitara a Villa como si el Valencia fuera un club banderizo del catalán y él su señor feudal. Laporta, un 'bon vivant', campó a sus anchas después del partido junto a Jordi Cruyff y el venerado -¿excesivamente?- en Mestalla Mateu Alemany.
Luego lo rompió todo Gattuso. El italiano, inconscientemente o ya en modo autodefensa frente a una crisis de resultados a las puertas, desnudó a su agente y al amigo. "El objetivo es revalorizar jugadores", dijo el calabrés. Lo que faltaba. El histórico Valencia de antaño, un grande, reducido a una granja más de Gestifute.
Esos dos episodios son ¡tan gráficos! Ilustran perfectamente lo que el gobierno de Meriton ha hecho con el Valencia. Mientras la afición se manifiesta orgullosa, recordando su grandeza, Singapur ha convertido al club en uno menor, en uno servil. Han ensuciado su reputación y le han restado jerarquía. Han cortado su cabeza y la han clavado en una pica para lucirla en una sala de trofeos de Singapur. El Valencia ha sido jibarizado. Necesita un Capitán Trueno.