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Johor, la vía previsible y 8 consideraciones más

4/03/2021 - 

VALÈNCIA. Martín Queralt decía el lunes en El Confidencial que Javier Tebas estaba más cerca de Singapur que de Sagunto. Siguiendo la analogía del Profesor, Johor también está más cerca de Singapur que de Sagunto. Concretamente está a 25 kilómetros. Prácticamente la misma distancia que separa Sagunto de València. 

Por tanto, si las decisiones más estratégicas para el club se han tomado en todo este ciclo desde Singapur, no había demasiado motivo para pensar que la fórmula para desatascar el problema (pequeño para Lim, inmenso para el Valencia) se dilucidaría antes desde la cercanía a l’Horta Nord que desde la cercanía a Malasia.

Este conato de ‘biscotto’ accionarial resulta la vía previsible, aún más si cabe cuando el Príncipe Johor ha sido actor habitual en el paisanaje de Lim en relación con el Valencia. Tal vez solo había que seguir las pistas evidentes para sospechar un desenlace parecido. El problema es la distorsión de un contexto -el valenciano- que interviene en la vida diaria del club sin reparar demasiado en que todo lo que ocurre alrededor de Mestalla es subsidiario de decisiones muy lejanas.

Algunas lecturas rápidas:

  1. El mejor retrato del estado del Valencia es justo el de esta semana: un magnate de Singapur y un príncipe de un territorio malayo decididos a distribuirse la administración del club. El club es un bulto extraño que -tangencialmente- está dispuesto en Valencia. Pero el tuétano de la entidad nada tiene que ver con la ciudad, con el territorio o con el entorno; apenas la capacidad de influencia y el pataleo. Ésa es la gran derrota. El navajeo con la Generalitat es el reverso vengativo de esa derivada. 

  2. Tras estos años de experiencia con una propiedad remota, ya sabemos que el problema de un máximo accionista lejano no es ya la desconexión rutinaria, sino la dificultad extrema para ejercer la protesta y enmendar la gestión si las cosas se ponen feas. Estamos, por tanto, ante un escenario donde si no querías caldo, toma dos tazas. 

  3. Las formas son parte del mensaje. El anuncio del Príncipe de su acercamiento al Valencia ni es una particularidad cultural ni una espontaneidad propia de un ser ilusionado. Es parte de la raíz: la de una participación caprichosa que igual que lanza mensajes entusiastas por la recuperación del club, no dudaría en hacerlo a la inversa. Que igual que ahora sostiene y levanta esta vasija, puede dejarla caer. ¿Es la representatividad que esperamos del Valencia? Sí, ya lo sé, tiene igual lo que esperemos o dejemos de esperar. 

  4. Lim y el Príncipe se han inventado su particular gobierno de coalición. Lim demuestra, una vez más, que toma las decisiones anticipadamente, solo que necesita un largo proceso de metamorfosis hasta que cristalizan, ajeno a los ritmos de un equipo de fútbol. Del mismo modo, tardaremos en saber si con este movimiento busca revalorizar su inversión o solo desapalancarla en cómodos plazos. 

  5. No, por dios, no, no queremos un nuevo gestor entusiasmado con la Liga, amante del fútbol y loco por la gloria del VCF. Menos pasión, más seriedad. Es el oxígeno que necesita el Valencia. 

  6. Deberíamos dejar de hacernos los patidifusos en torno a las inversiones/invasiones exóticas. Visitar grandes almacenes de París o Londres, echar una ojeada a sus principales clubes deportivos, despeja la sospecha de que el Valencia y sus memes supongan una particularidad. No es un endemismo, sino una rutina global. Solo que el Valencia, con las defensas bien bajas, es proclive a dejar pasar a cualquiera. Con Dalport comenzó la senda. 

  7. El Príncipe lo tendría fácil. Lim le ha dejado un escenario sencillo con un gran margen de maniobra. Con apenas algunas gestualidades y un par de movimientos de calado, obtendría amplio crédito social. Está por ver si también lo desaprovecharía hasta quedarse seco. 

  8. No se trata de prejuzgar al Príncipe -al menos deberíamos evitar sonrojar al prójimo con análisis sobre su pasión por el fútbol y su obra magna en el Tigers malayo-. Lo trascendente, más bien, es calibrar qué ocurriría si esta nueva experiencia sensorial resultara fallida. El Valencia decididamente se encamina a participar en la enésima ruleta rusa. Y ya se sabe lo que ocurre si sale bala. 

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