VALÈNCIA. Cuando Italia se agita y la electricidad de Insigne, Immobile, Barella y Chiesa descarga su furia contra sus rivales, un hombre, Jorge Luiz Frello alias Jorginho, pone la pausa y el cerebro para equilibrar a una selección que necesita la calma del jugador del Chelsea para no caer en una vorágine de locura que podría ser mortal.
El éxito del próximo rival de España en la semifinales de la Eurocopa se sustenta en varios pilares: la mezcla de juventud y desparpajo con la veteranía de Bonucci y Chiellini en defensa, el lavado de cara que ha dado Mancini a una selección que se perdió el Mundial de Rusia 2018, el desparpajo de su línea de ataque y, sobre todo, el equilibrio que aporta Jorginho.
A estas alturas de la Eurocopa, nadie va a descubrir al jugador del Chelsea. Llegó al torneo con suficientes credenciales para ser un futbolista a tener en cuenta y respetado. Su dupla con N'Golo Kanté en el centro del campo de su club hizo estragos en la Liga de Campeones esta temporada. Los dos mediocentros fueron clave en el título del conjunto inglés y ahora, uno de ellos, puede serlo en un posible triunfo de Italia en la Eurocopa.
Aunque no aparece en los resúmenes de tres minutos de cada partido, Jorginho es una pieza clave en la maquinaria de Italia. La gloria se la llevan las cabalgadas del malogrado Spinazzola o los goles de Insigne, Chiesa e Immobile. Pero, para las televisiones no hay tiempo de ofrecer las imágenes de Jorginho, que hace un trabajo oscuro indispensable.
Los datos, no mienten. Sólo ante Bélgica en cuartos de final, Jorginho completó 74 de sus 75 pases (99 por ciento de acierto). Un dato abrumador para un hombre que rara vez falla. Puede ser el Busquets de Italia, el jugador que cuando no está, algo no encaja. Por eso, Mancini tiene total confianza en Jorginho, que sigue la tradición de jugadores nacionalizados en Italia para la causa.
Jorginho es el heredero de nombres como José Altafini y Thiago Motta (nacidos en Brasil) y Omar Sívori y Mauro Camoranesi (Argentina), que en el pasado se unieron a las filas de Italia para dejar su sello en una selección que les acogió con los brazos abiertos.
El actual dueño del centro del campo de la azzurra nació hace 29 años en la localidad brasileña de Imbituba, un municipio del estado de Santa Catarina de casi 50.000 habitantes al sur del país no lejos de Argentina. Y, al contrario que Motta, Sivori, Camoranesi o Alfatini, en su mayoría ignorados por sus selecciones, Jorginho tuvo que elegir.
La historia de Jorginho es la de un nómada que ha conseguido llegar lejos a base de trabajo y esfuerzo. Ya a los 13 años abandonó su casa para mudarse a una academia a 200 kilómetros donde se duchaba con agua fría en invierno y comía tres veces al día siempre lo mismo. Sin embargo, el Hellas Verona, con contactos en aquella escuela, se fijó en él y a los 15 desembarcó en Italia.
Lejos de su familia, la morriña hizo acto de presencia y lo que era diversión entrenando por la mañana, por las tardes era todo nostalgia. Él mismo contó a la web del Chelsea que ganaba 20 euros semanales que gastaba para llamar a Brasil. En una de sus desesperados contactos con su madre, ésta fue contundente: "No vas a volver. Si regresas, tendrás que buscar otro lugar donde quedarte".
Aquellas palabras fueron las mejores que pudo escuchar un joven que estuvo a punto de dejarlo todo y echar al traste una incipiente carrera exitosa en el fútbol. El contraste era duro. Pasó de vivir sin nada en el bolsillo pero rodeado de playas de arenas blancas a vivir lejos de aquel paraíso e igualmente sin dinero.
Sin embargo, al final consiguió hacerse con un hueco en el Hellas Verona de la temporada 2010/11 y tras lograr un ascenso, Rafa Benítez se fijó en él para su Nápoles. Después, con Maurizio Sarri, su carrera despegó definitivamente y siguió los pasos del técnico italiano cuando se marchó al Chelsea, donde, después de tres temporadas en la Premier League, se ha convertido en un hombre clave para su club y para su selección.
Han pasado casi quince años desde que Jorginho sufrió en sus carnes la nostalgia del joven que se aleja de su familia para intentar triunfar en el fútbol. Ahora, es un líder silencioso de Italia, que cuenta en sus filas con un jugador indispensable para ganar la Eurocopa.
Frente a España, el hombre del toque preciso, fundamental para sacar la pelota con criterio y acumulador de un liderazgo nada estruendoso, tendrá una prueba de fuego para poner calma entre sus agitados compañeros. Cuando Italia se lanza a la carga con Insigne, Verrati, Barella, Inmobile y compañía, Jorginho siempre pone la pausa necesaria para tranquilizar a un avispero ávido de un título que se le escapa desde 1968.