VALÈNCIA. Sinceramente me gusta mucho más opinar, hablar y escribir acerca del los avatares del Valencia CF y hoy sería momento, quizá, de poner la mirada en el partido ante el Real Mallorca o en el mercado de fichajes que parece algo atascado en Mestalla. Pero la cocina central del fútbol español huele cada vez peor y no hay Alberto Chicote que lo arregle. No me refiero a los lacrimógenos lamentos de Velasco Carballo por ver a sus árbitros expuestos a las críticas del populacho sin evidenciar ni el mínimo espíritu de autocrítica cuando, semana tras semana, se colocan en el centro de la diana con un buen número de decisiones tan incomprensibles como escasas son sus explicaciones. Me refiero al último episodio de Juego de Tronos: a la absurda y fratricida lucha entre dos ‘gallitos’ de nuestro fútbol que resultaría casi cómica de no ser por el hecho de que estén utilizando una matrería tan sensible como el fútbol de todos como arma arrojadiza sin importarles las consecuencias con tal de arrimar el ascua a su sardina.
Ahora resulta que, tras el papelón protagonizado por Luis Rubiales en su papel de evangelizador para acabar viendo que las mujeres vuelven a ser relegadas al ‘gallinero’ en Arabia Saudí pocos días de ver partir el Charter de la Federación, contraataca el otro super héroe de esta historia, Javier Tebas, con otra bufonada de las suyas. Primero les vende la moto a los clubes con una presunta oferta galáctica del fútbol italiano para conseguir un aumento de salario escandalosamente escandaloso y, una vez conseguido, se propone manejar también la RFEF. ¿Qué pinta el Presidente de La Liga tratando de convencer a Iker Casillas para que le dispute a Rubiales la presidencia de la Federación? En principio no pinta nada pero ... en tiempos de guerra cualquier agujero es trinchera y ninguno de los dos parece dispuesto a dar un pasito atrás en beneficio del fútbol español: los dos lo llevan como bandera y se llenan la boca de fútbol pero los dos anteponen su promoción personal a cualquier otra cosa porque son dos grandes ególatras dispuestos a ‘lo que sea’ con tal de pasar por encima de su adversario. Da algo de pena, por la parte que me toca, comprobar cómo, cada uno, va reclutando su ejército mediático particular y cómo los medios de comunicación se van posicionando impúdicamente instalados en una miopía maniqueista que lo pinta todo de blanco o de negro sin admitir matiz alguno del gris pero ya se sabe que en una guerra... la primera víctima es la verdad.
Soy consciente de que una armonía perfecta entre las dos instituciones parece algo complicada porque cada uno debe defender sus intereses: uno los de la ‘industria del fútbol’ y el otro los de la limpieza de las competiciones y el fútbol base. Tampoco es necesario que sean amigos ni siquiera que se soporten pero sí deberían guardar las apariencias y dedicarle más tiempo a sus importantes responsabilidades que a meter el dedo en el ojo del otro. Ni la Federación debe oficiar de promotor de espectáculos -porque no le corresponde- como el de Arabia, ni La Liga debe entrometerse en la gobernabilidad de la Federación. Nuestro fútbol también precisa de una separación de poderes en la que cada uno tenga claro cuál es su rol y que entiendan de una vez por todas que la bravuconearía no tiene por qué ser sinónimo de eficacia.