ANÁLISIS | LA CANTINA

La Copa América y los viejos problemas que ya conocemos en València

23/08/2024 - 

VALÈNCIA. La Copa América despliega la mayor esta semana en Barcelona después de meses algo tirantes. Con gente a favor y gente en contra. Unos aseguran que la ciudad se enriquecerá gracias al trofeo deportivo más antiguo del mundo. Otros esgrimen que no trae más que inflación y elitismo. Y probablemente, como aprendimos en València hace más de una década, los dos tengan razón. Los taxistas verán que el dinero corre fácil durante varias semanas. Y los pescadores prácticamente no podrán salir a faenar en dos meses. La Copa América tiene muchas caras.

No se puede negar, si has tratado alguna vez con alguien de la organización o de la competición, que las cabezas pensantes de la Copa América hacen un gran esfuerzo por integrarse. El legendario Grant Dalton, el director general de la organización, se ha leído la historia de la ciudad. Sabe cómo ha crecido desde 1900. Conoce, por lo que le han contado, el carácter de los catalanes y, más concretamente, de los barceloneses. Por eso anuncia en cada entrevista que quiere integrar a los vecinos de la Barceloneta. Como si aún quedaran…

La Barceloneta, lo sé porque me sumergí con gente de varias generaciones en el barrio en 2018, ha sido devorada por el turismo barato. Los apartamentos turísticos echaron a los vecinos, que cogieron del dinero y se fueron quién sabe a dónde. Se abrieron las compuertas y entraron los manteros, los vendedores ambulantes, ‘masajistas’ asiáticas, tatuadores ocasionales… La Copa América solo ha hecho que empeorar la situación. Se alquilan áticos por 5.000 euros. Pisos más modestos, con un par de habitaciones, por 4.000. Las empresas que se dedican a esto anuncian que desde el balcón se puede ver la competición. Y la organización, como ya hizo en València, ha establecido zonas para seguir las regatas y pasárselo bien. Lo segundo no lo dudo. Lo primero sí.

Las competiciones de vela es difícil seguirlas desde un graderío e incluso desde un barco. Las competiciones como la Copa América solo se pueden seguir por la televisión. Con comentaristas, gráficos, drones y realidad virtual en 3D.

Lo demás nos lo sabemos. El campeón, o ‘defender’, defiende la Jarra de las Cien Guineas ante un desafiante que saldrá de la Louis Vuitton Cup, que se celebrará del 29 de agosto al 5 de octubre. Lo que ha empezado ahora no es más que un entrante -una regata preliminar del 22 al 25 de agosto- que no tiene más valor que ver competir por primera vez a los AC75, los descomunales veleros de 75 pies (24 metros de eslora) capaces de volar, casi literalmente, a más de 100 km/h. Todo eso gracias a los ‘foils’, una aleta que permite a estos monocascos elevarse por encima del mar, sin más contacto con el agua que el que producen estos apéndices llamados ‘foils’, cuando se alcanza cierta velocidad del viento. Unas embarcaciones que necesitan más ciclistas que navegantes. Pues eso, que el vencedor de la Louis Vuitton Cup se enfrentará al Team New Zealand a partir del 12 de octubre. El primero que gane siete regatas, se llevará el aguamanil de plata que tuvimos tanto tiempo en València.

Los barceloneses, especialmente sensibles desde que el turismo les echó de la parte baja de la ciudad hace ya más de una década, están algo tibios con la Copa América. Son catalanes y les resulta muy estimulante la promesa de unos 1.200 millones de euros de impacto económico. Pero no lo terminan de ver claro. Los ecologistas ya la han liado varias veces durante estos meses previos, como el día que pintarrajearon la tienda oficial. Eso fue en junio, cuando pedían “no normalizar” eventos tan elitistas como este en plena “crisis ecosocial”. Se esperan cerca de 100.000 visitantes diarios a Barcelona en cuanto la Copa América vaya cogiendo temperatura.

Los precios de los amarres se han disparado. El precio del alquiler de los pisos, también. El precio de los restaurantes ha subido como la espuma. Todo es más caro. Pero los defensores siempre sacan la misma carta cuando les envidan: “Esto va a generar un impacto económico de 1.200 millones de euros”. Es la respuesta para todo. ¿Qué nos van a contar a nosotros?

Pero la organización está deseando que vuelva el gentío. La anterior edición se celebró en Auckland en plena pandemia. La anterior, en Bermuda, una isla en mitad del Atlántico que, la verdad, no está al alcance de cualquiera. Así que la gente de la vela recuerda con añoranza San Francisco y València, donde se vivieron días que muchos no olvidarán. Esta vez han llegado a Barcelona 2.500 trabajadores en la regata. Solo hay cinco desafíos.

El campo de regatas ya está preparado para el Ineos Britannia (Gran Bretaña), el Luna Rossa (Italia), el Alinghi Red Bull Racing (Suiza), el American Magic (Estados Unidos) y el Orient Express (Francia). Los barceloneses más curiosos se acercarán a la Barceloneta del Pepe Rubianes y Poble Nou para atisbar a lo lejos los veleros que levitan sobre las aguas de Barcelona, más allá de los rompeolas a los que cantaba Loquillo: “Jueves, viernes, sábado, sentado junto al mar / Es un buen lugar para irse a olvidar / Dejé a mi familia junto al televisor / En el rompeolas aún se huele el sol”.