VALÈNCIA. Reconozco que cada vez me cuesta más entrar en una tertulia radiofónica a las doce de la noche. A esas horas, ya estoy que me duermo. Por no decir dormido. Pero la cita semanal del programa 90 Minuts en Plaza Radio, junto a mis amigos Sergio Arlandis y Juanjo Romero, me despierta. Incluso se me hace demasiado corta. El debate es acalorado y siempre suena el silbato final cuando el debate alcanza su punto álgido. Nos falta tiempo. El Club del Raje fue una brillante iniciativa (de las muchas) de Manolo Montalt y Salva Folgado, que no pudo llegar en un momento tan apropiado como el actual. Porque en el Valencia, por desgracia, la cosa está para algo más que unas simples palabras amables.
Decía que en la velada radiofónica de Plaza nos falta tiempo porque la otra noche la discusión se quedó a medias. La controversia giraba en torno a si Bordalás había sacado o no el máximo rendimiento a la plantilla. A Salva Folgado, por ejemplo, le chirriaba ver al Valencia a más de diez puntos de Europa. Aún reconociendo las limitaciones del colectivo, Folgado consideraba que el entrenador podía haber sacado una mejor versión colectiva y haber dejado clasificado al equipo es una mejor posición que se frío décimo puesto. Vamos, que según entendía, el Valencia podía haber llegado vivo a la lucha por regresar a Europa hasta las dos últimas jornadas del campeonato.
Los argumentos de mi amigo el Zorro, como así le llamaban en Ràdio 9, eran de peso. Es un periodista como la copa de un pino y compartimos una pasión: el fútbol. Casi siempre estamos de acuerdo. Sin embargo, volviendo al punto de partida, el otro día me costaba darle la razón. Tampoco tuve tiempo para puntualizar algún que otro aspecto. Es cierto que creo que el Valencia podía haber estado más arriba en la tabla. En eso coincidimos. Pero más cierto es todavía que fíamos todo a la Copa del Rey y desde que nos clasificamos para la final, a principios de marzo, solo se han sumado once puntos de los treinta posibles. Bordalás centró todos sus esfuerzos en la Copa, con el riesgo que eso suponía, y luego el equipo lo pagó caro en Liga. Aún perdiendo la final ante el Betis, después de jugarse toda la temporada a una carta, sigo pensando que fue la decisión correcta.
El Valencia tiene equipo para estar más arriba en la tabla y, al menos, pelear por Europa hasta las jornadas finales. Pero no tiene plantilla para mantener el pulso en dos competiciones. Futbolistas como Racic, Comert, Cheryshev, Maxi, Marcos Andre, o Helder Costa, por citar algunos ejemplos, no dan la talla. Bordalás dispone de once jugadores de un nivel aceptable, pero cuando falla uno (por lesión o sanción) todo se desmorona como un castillo de naipes. Las carencias, un central y un medio centro, obligan a reconvertir jugadores en puestos inhabituales o a confiarlo todo en chavales que suben de la cantera. La suerte que hemos tenido es que los Hugo Duro, Mamardashvili, Jesús Vázquez o Yellu no son sino brotes verdes y esperanza en nuestra transición por este páramo tenebroso al que nos ha llevado Peter Lim.