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opinión pd / OPINIÓN

La derrota de gritar que Valencia es blanquinegra

18/03/2021 - 

VALÈNCIA. Qué paradoja que cuando València ya tenía su derbi con dos clubes nivelados según las leyes del derbi fetén (esto es, que al Levante le vaya mejor que al Valencia), qué paradoja que cuando todo estaba dispuesto para comprobar que la ciudad da de sí y que dos clubes en un palmo de territorio pueden competir de tú a tú… entonces va el Valencia y decide ausentarse, demostrando su aversión completa a cualquier duelo intraurbano. 

Ha habido un cierto revuelo (escaso, tampoco vayamos a exagerar) sobre la transformación en curso que vive la ciudad. Un cierto tumulto que, en hipótesis, certifica un vuelco histórico: el Levante sería ahora el club de la ciudad, el emblema orgulloso de sus ciudadanos. 

Es la arrogancia lógica del que ha estado persiguiendo su Ítaca y atraca en ella, aprovechando a un VCF desvencijado. La misma tónica comprensible que le provocaba al Valencia tratar con paternalismo al Levante sintiéndose muchísimo más poderoso. De hecho conviven por primera vez los dos estados: el levantinismo que siente haber sorpassado al Valencia y el valencianismo que aún se considera tan por encima del Levante que concibe este vaivén en la tectónica de la ciudad como un movimiento transitorio.

Es un ejercicio completamente estéril. No sirve una foto fija para descifrar la influencia de un club. ¿Han preguntado cuántos seguidores hay de unos y cuantos hay de otros?, ¿han preguntado cuántos habitantes del mundo reconocen a València por el LUD o por el VCF? Que el Levante es un club mejor gestionado que el Valencia se sabe hasta en Malasia. Pero que por esta anatomía del instante se saquen conclusiones tan severas parece más oportunista que otra cosa. Hace dos telediarios mi timeline estaba lleno de levantinista pidiendo la cabeza de Paco López. 

Lo que debería preocupar al Valencia no es su superioridad -real y moral- en la ciudad, sino todo lo demás. Su empequeñecimiento como club. Su escasa competitividad para captar nuevos aficionados (las cifras de implantación en redes sociales son concluyentes). Su inexistente relato para resultar atractivo. Lo que debería preocupar al valencianismo -y así sucede- es que quienes poseen al club apenas se preocupan por su rumbo.

El mapa de la ciudad no le corresponde a nadie. Es un estado líquido y evolutivo. El mejor favor que podría hacerse el Valencia a sí mismo es repensar cómo seguir creciendo en la ciudad y en consecuencia más allá. Si tan solo nos refugiamos tras el grito defensivo de que ¡Valencia es blanquinegra! parecerá que queremos conservar una posesión en decadencia. Ya va siendo hora de cambiar de tiempo y trabajar porque Valencia sea más blanquinegra. 


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