VALÈNCIA. Me gustan los entrenadores que no se dejan llevar por la alegría de los puntos. Reconozco que no me deja de chirriar, incluso me parece resultadista, que un técnico salga visiblemente contento de un partido más o menos bueno para, más tarde, borrar rápidamente la sonrisa cuando las cosas han ido igual sobre el campo pero diferente en el marcador. No sé el nivel de júbilo que tendrá hoy Calleja, después de siete puntos de nueve posibles y un puñado de situaciones a pulir en tres partidos, pero veo la misma euforia seria en su rostro haya sacado un triunfo de un plumazo como local o un resultado gafas lejos del Ciutat.
Lo cierto es que al técnico le ha de satisfacer la reacción del vestuario. Tan verdad como que no puede explotar de emoción. Trabajo hay, y mucho, por delante, aunque mire a dónde mire vea mimbres para desplegar el fútbol-control que ambiciona. Que Calleja siempre ha apostado por el jogo bonito -que no es lo mismo que jugar bien, como diría el bueno de Julián Calero en un speech carne de clip viral en Twitter- no se ajusta del todo a la realidad: sí lo hizo en Villarreal, no tanto en Mendizorroza, donde no tenía el perfil de jugadores que sí saborea hoy en el Levante. Felipe Miñambres quería un entrenador que hiciese creer a su vestuario que es mejor de lo que en realidad es, y ahí lo tiene. Para lo bueno y para lo malo -de momento, casi todo da alas al positivismo-, Calleja tiene una plantilla para regocijarse en lo que le gusta.
Por eso no nada en alborozo. De tres choques al frente, todavía no ha dirigido uno tranquilo. En Ibiza nos temimos lo peor y entró con mano de hierro en una demostración de lectura y buena improvisación. Contra el Sporting, su equipo se disfrazó de Nafti en un primer tiempo de Halloween y se vistió con un disfraz un poco más parecido a Calleja tras el descanso. Y en Granada, una mezcla de todo -muy lejos, eso sí, de la sensación de brutal desazón de tiempos anteriores-. El Levante de Calleja está lejos de ser el Levante de Calleja. Por eso, cuando De Frutos salva la papeleta en la noche de brujas, la sequedad y la euforia seria se apodera de su discurso. Y cuando el equipo se atasca en Los Cármenes, no rompe la línea. Quizá signifique poco, pero comunica mucho. Puede que resulte insignificante si sale a hombros en junio, pero qué quieren que les diga... Prefiero un rostro constantemente pálido a uno con mucho maquillaje por ganarle al Tenerife en la tercera jornada de Liga.