VALÈNCIA. Estar vivos aún a 9 d’abril, con la posibilidad de ganar al Barça y meterse de lleno en la pelea por la permanencia es algo que sólo unos pocos soñaban hace uno, dos, tres, cuatro, cinco meses… Los optimistas fueron cayendo, a base de decepciones, casi siempre lejos de Orriols: el Madrigal, Getafe, San Mamés, el Sadar… pero el equipo fue capaz de reenganchar al levantinismo (a una parte al menos) con grandes partidos: Metropolitano, Elx, Vila-real…
Con la trabajadísima victoria ante los groguets, el Llevant escapó del farolillo rojo que ocupaba desde la jornada 14, tras el empate en casa ante el Athletic, el 19 de noviembre de 2021, hace casi seis meses. La escuadra granota quedaba 5 puntos por debajo del Cádiz, que marcaba la salvación. De vencer mañana al Barça se colocaría a 4 puntos del Granada, justo antes de visitar Los Cármenes, y a 3 del Cádiz, si el Betis cumple el pronóstico y asalta la tacita de plata. No podemos olvidar que la distancia llegó a estar en -10 en la jornada 24. Estamos provocando, con toda esta especulación, que a Alessio Lisci le piten los oídos, que le salga humo negro por las orejas. De acuerdo: seguimos mirando sólo el próximo partido, el superlativo reto de sonrojar al Barça de Xavi. Pero alguien está mirando de reojo, porque las peñas han organizado viaje a tierras nazaríes y el club ha decidido pagar los autobuses.
También podría suceder que el equipo de Pedri nos metiera cinco, lo cual no se saldría demasiado del guión, aunque sería un golpe anímico considerable. Seguro que Lisci lleva toda la semana meditando cómo atará todos los recursos ofensivos de este Barça, sin que se le quede ningún cabo suelto, más aún con las bajas en defensa: Cáceres, el central más en forma, decisivo desde su llegada, y Mustafi, el mejor de los cinco. Duarte sale de una lesión. Postigo está cogiendo ritmo tras la suya. Vezo y Pier son pura irregularidad. Habrá que atar también desde la medular: Pepelu siempre se apunta el primero para ir a la primera línea del frente de combate y Radoja se vació ante los groguets, con un partido muy digno en contención y coberturas. La clave, como entendió Lisci desde su llegada al primer equipo, estará en contener la voracidad del Barça, dejar pasar los minutos sin que sucedan demasiadas cosas y, a medida que se decanta el partido, dar la posibilidad a Roger y Morales (y a Bardhi, Gómez o Cantero, a los que salgan con vocación ofensiva) a inventar algo que haga temblar las piernas de los zagueros culés.
El romano es el gran culpable de que sigamos vivos. Nunca está de más insistir en algo que venimos apuntando desde que cogió a este equipo: además de que el equipo juegue mejor y de obtener los mejores resultados, lo ha conseguido con un vestuario hundido, con la mitad de la plantilla pensando en su nuevo destino para el curso que viene. Tiene un mérito enorme. Sea cual sea el resultado final.
Otra de las claves será evitar las desconexiones, el gran lastre del curso, en la cabeza de algunos de los nuestros, y apelar al espíritu indomable de Cárdenas, Son, Cáceres, Miramón, Pepelu y Roger, a la inspiración de Morales. Uno de los motivos por los que al Llevant le está costando tanto reaccionar, pese a la calidad de la plantilla, es la imposibilidad de empalmar victorias, fruto de la irregularidad provocada por la escasa actitud de unos cuantos. Esperemos que el jabón que ha recibido Morales (y el equipo, en general) en redes durante la semana, no nos afecte, no nos maree. Ni tampoco las inoportunas declaraciones de Roger sobre su continuidad. Ellos precisamente atesoran gran parte de nuestra fe, pero el único camino es la humildad y el trabajo. Miramón, con todas sus limitaciones, nos dio una auténtica lección de ello, y de coraje, en el último partido. Esa es la senda que nos lleva a la esperanza de tener la opción, impensable hace nada, de viajar a Granada para disputar una auténtica final, con seis partidos, 18 puntos, aún por delante. La del Barça, de los ocho grandes retos que quedan, es probablemente el más difícil, pero también el más ilusionante. Una victoria reabriría todas las puertas, ventilaría las mentes y dispararía la ilusión que, como todo el mundo sabe, es el combustible que nos ali