opinión

La ley de Murthy

21/11/2019 - 

VALÈNCIA. Despedido Mateu Alemany por exclusivo capricho de la propiedad, el Valencia CF se ha condenado, por obra y gracia de Singapur, a tener en su todavía presidente, Anil Murthy. Paradojas de la vida, el único presidente de la historia que fue capaz de burlarse de la afición del club que representa, será el encargado de negociar la renovación de dos iconos de la tierra, Carlos Soler y Ferran Torres. A favor del inexperto negociador Anil, que tratará de ocupar el gran vacío ejecutivo dejado por Mateu, jugará un factor importante: la voluntad de ambos jugadores de seguir ligados al club de sus amores, por su alto grado de compromiso, fidelidad e identidad con el Valencia CF. Conviene no desdeñarlo, porque no estar enamorado del escudo que se defiende no tiene precio, ni se paga con dinero. Eso sí, en contra de Murthy jugarán factores de riesgo: primero, que el club llega tarde, como los malos estudiantes que no han tocado un libro durante el año y se dan un atracón la noche antes; segundo, que tendrá que hilar fino en la negociación, satisfaciendo el sueldo que los jugadores le pidan en la negociación, sin alterar el equilibro financiero del club, ni el escalón salarial de la plantilla; y tercero, tendrá que lidiar con una presión de ida y vuelta: la de ida, que algunos de los grandes tiburones del fútbol europeo pueden ofrecerle una ficha mucho más jugosa a ambos futbolistas; y la de vuelta, que el Valencia CF tiene la obligación de vender jugadores por 40 millones antes del 30 de junio.

Nadie podría discutir la importancia estratégica de Carlos Soler y Ferran Torres para el futuro del Valencia CF. Y nadie, por mucho potencial mercadotécnico que tenga Kang In Lee, podría soterrar que, a nivel deportivo, Soler y Ferran, ahora mismo varios cuerpos por delante del coreano en lo deportivo, están llamados a ser iconos del club, como jugadores bandera de una época. De ahí que el valencianismo esté con la mosca detrás de la oreja. Y de ahí que Anil tenga que demostrar, en estos días, que es capaz de retener a dos piezas esenciales de futuro en un club que, por obra y gracia de Peter Lim, ha presumido, por activa y por pasiva, de “apostar por la cantera”. 

Hay quien sospecha que Anil Murthy pisará el acelerador a fondo, siguiendo instrucciones de Peter Lim, para presentarse en la próxima Junta de Accionistas con ambas renovaciones bajo el brazo. Al fin y al cabo, según la propiedad, ellos representan el modelo de club que sostiene Meriton, que llegó a usar como cortada el talento de los jóvenes como argumentario (falso) para justificar los despidos de Marcelino y de Mateu. Singapur, adoptando una postura optimista, confía en el poder de persuasión de Anil para dar carpetazo a esta doble renovación. El valencianismo, sabiendo que un pesimista suele ser un optimista bien informado, no duda de la buena voluntad de Ferran y Carlos, pero recela de la capacidad de Anil. Y tiene motivos para ello. El club llega tarde a estas renovaciones, las prisas son para los malos toreros y luego está la Ley de Murthy. Una no escrita, pero que ya conocen de memoria los aficionados del Valencia. Con él de por medio, lo malo siempre es susceptible de empeorar. Resulta muy complicado imaginar que Soler y Ferran no renueven por el club de sus amores, pero si hay alguien capaz de conseguirlo, ese es el hombre que todavía es el presidente del club.

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