Parece bastante claro que quien sí acató a rajatabla la Ley de Murphy fue Layhoon Chan, mientras que el Presidente actual -por lo menos de momento- se rige por otros principios algo menos catastróficos...
VALÈNCIA. Conviene no confundir a Murthy con Murphy: el primero es el presidente que colocó Peter Lim al frente del Valencia después de que su predecesora protagonizase uno de los mayores ridículos de la historia del fútbol y… el segundo fue un ingeniero aeroespacial estadounidense, Edward Aloysius Murphy Jr. que formuló el popular axioma pesimista sobre el universo mayormente conocido como ‘Ley de Murphy’ que viene a decir algo así como: "Si hay varias maneras de hacer una tarea, y uno de estos caminos conduce al desastre, entonces alguien utilizará ese camino" o… para simplificarlo: “si algo puede salir mal, saldrá mal”. O sea, de ley, la ley de Murphy no tiene mucho o prácticamente nada. Se trata de una sensación de que el universo conspira para que todo nos salga mal. Aquello de que la tostada que cae al suelo a la hora del desayuno cae ,siempre, del lado de la mantequilla...
Una vez hecha la aclaración para evitar equívocos embarazosos, parece bastante claro que quien sí acató a rajatabla la Ley de Murphy fue Layhoon Chan, mientras que el Presidente actual -por lo menos de momento- se rige por otros principios algo menos catastróficos. Bien es cierto que hay quien, conociendo cómo funcionan las cosas en el Valencia, pone el foco a máxima potencia en el ‘de momento’ porque achacan la mejoría única y exclusivamente al golpe de suerte que ha colocado a Marcelino en el camino y que sólo los buenos resultados deportivos que su presencia ha aportado, permiten esbozar una imagen más o menos amable del Club aunque, en el fondo, siga actuando bajo parámetros similares a los anteriores. Al fin y a la postre, cuando el balón entra en portería contraria y deja de entrar en la propia, el rector más torpe queda elevado hasta la levitación por la cresta de la ola y…, al contrario, ni el más competente de los directivos aguanta el barrizal de los malos resultados. En cualquier caso y aunque sólo sea por ponerse de perfil a la hora de aceptar la autoridad de la sociedad Marcelino-Alemany en el capítulo deportivo, podemos dar por sentado que La ley de Murphy ha quedado afortunadamente en suspenso. Pero, en lo tocante a la gestión de la entidad, la Ley de Murthy –con T- va haciendo su camino. Tras la sonrisa diplomática propia de quien no ha roto nunca un plato se parapeta un ejecutor implacable que da forma a todo aquello que viene de Singapur. Para que nos entendamos… pone cara a las medidas que propone el inefable Kim Koh, representante de Lim en la tierra, en materia económica. Sin pestañear, se ha quitado de en medio un buen montón de salarios -y la purga no ha terminado- con suficiente frialdad como para no preocuparle quiénes perdían su empleo. La premisa es recortar gastos. Y pone sonrisa a otra serie de movimientos que tiene más que ver con aspectos sociales. Ha puesto en marcha una política social muy agresiva con la intención de recordar al común de los mortales quién manada en el Valencia y bajo esta premisa nació el engendro de editorial hecho pública hace unos meses, siguiendo él mismos camino va arrinconando hasta relegar a un papel intranscendente a ciertos apéndices del Club como la Agrupación de Peñas o Asociación de Futbolistas para que nadie -que no sea Lim- pretenda cuota de poder alguna y maneja la relación con la prensa como han venido haciendo todos desde tiempo inmemorial: me arrodillo ante quien temo y desprecio a quien, o bien carece de fuerza o bien no tiene la suficiente ‘mala sangre’ para hacerme daño. Sobre ese esqueleto se construye la vigente Ley de Murthy y el tiempo dirá determinará si acaba siendo beneficiosa o no para el Valencia CF, pero Murthy también es mortal y –como tal- tiene debilidades: los celos al torrente de elogios que acapara el tándem Marcelino - Alemany podrían acabar jugándole una mala pasada.