VALÈNCIA. Cualquier debate sobre el futuro -y pasado- del Valencia puede tender irremediablemente a acabar culpando al valencianismo de menifotisme: ya se sabe, ese sudapollismo, esa indolencia por la que los valencianos no luchan lo suficiente por sus causas.
Algunas opciones meritorias que dedican su tiempo y parte de sus ahorros a intentar desanudar la cuerda asiática que estrangula al Valencia, siguen empeñadas en incurrir en un error fatal de diagnóstico: creer que la pérdida de influencia del poder local en el Valencia es producto de la existencia de Lim. Cuando viene motivada por justo lo contrario: la existencia de Lim es producto de la pérdida de pujanza del poder local.
Creer que la del Valencia es una excepción fenicia, que la indiferencia del valencianismo nos ha traído hasta aquí y que si se va Lim todo volverá a ser como era antes, se parece más a una fijación ochentera. Similar a creer que que la prensa en papel tiene futuro, que internet explorer es un navegador veloz o que los clubes-ciudad son el molde al que se ajustan las instituciones deportivas del momento.
Los 8 apellidos valencianos (Roig, Ortí, Cortés, Soler, Morera, Soriano, Llorente, Salvo) no fueron reemplazados por Lay Hoon, Alvin Yeo Khim Hai, Raymond Cheah Ho Chee, Chie Foo Chiang, See Hiang Chang, Ser Miang o Kim Huat Koh por el simple hecho de que al valencianismo se le repampinfle y esté formado por meninfots, sino que sucedió por dinámicas mucho más complejas, globales y transformadoras.
Tener un deseo lícito (incluso certero) como es que el Valencia se guarnezca a la vera de los valencianos, que se amamante otra vez de las ubres del poder local, no debería conllevar la cerrazón de no ver lo evidente. Que exista la posibilidad de que un frente local desatornille el trono de Lim no implica persistir en análisis del siglo pasado.
¿Son unos meninfots los aficionados del Liverpool, del Manchester United, del Aston Villa, del Crystal Palace, del Arsenal, del Sheffield United, del Leicester, del City, del West Ham, del Newcastle, del Everton, del West Bromwich o del Burnley? ¿Son unos meninfots las hinchadas del Milan, de la Fiorentina, de la Roma, del Parma, del Spezia, del Bolonia, del Atalanta y del Inter? ¿Lo son las del Zaragoza, Málaga, Elche, Granada, Almería, Mallorca, Albacete, Alcorcón, Oviedo o Sporting de Gijón? ¿Lo será la del Atlético de Madrid? ¿Acaso las del Olympique de Marsella, Lille, PSG, Mónaco, Niza, Girondins de Burdeos, Olympique de Lyon o Estrasburgo?
Todos ellos vivían de sus poderes locales hasta hace pocos años. Pero sus propiedades son ahora remotas y en la mayoría de los casos incluyen a varios equipos distintos en su cartera, ajenos a las ciudades que les vieron nacer.
En la 99/00 el Valencia quedaba encuadrado en la segunda fase de grupos con el United, la Fiorentina y el Girondins. El United estaba en manos de la familia británica Edwards, la Fiorentina en las del productor italiano Cecchi Gori y el Girondins de Burdeos en las de la cadena francesa M6. Ninguno de ellos conserva ya ni en su ciudad ni en su país el control del club.
El siglo XX hace unos años que acabó. Para cambiar la realidad conviene afrontarla tal y como es. Con que meninfotisme...