VALÈNCIA. Jenny Nguyen fue con unos amigos, en 2018, a ver la final de baloncesto femenino de la NCAA. El grupo llegó a un bar y tuvo que suplicar que les dejaran ver el partido. El dueño, casi como quien da una limosna, les dejó un pequeño televisor que tenía en una esquina y al que, por supuesto, no consintió subirle el volumen. Estos aficionados vieron la final de baloncesto universitario así, arrinconados y en silencio. Al acabar, después de que Notre Dame se llevara el partido con un triple, Nguyen dijo: “La única forma que tendríamos para ver el partido en condiciones, sería tener un bar propio y ponerlo ahí”.
Esta mujer de raíces vietnamitas siguió con su vida. El baloncesto ya lo había dejado años atrás, cuando se rompió el ligamento cruzado anterior, así que se dedicó a la cocina. Luego vino la pandemia, tiempos duros, y la muerte de su novia, más duros aún. El cuerpo le pedia un cambio de vida. Y entonces pensó: "¿Y si montó el dichoso bar?".
The Sports Bra, el sujetador deportivo, abrió en el noreste de Portland en la primavera de 2022 después de anunciar que en sus pantallas solo se iba a poder ver deporte femenino. El negocio funcionó desde el primer día, el 1 de abril de 2022, y el primer año facturó más de un millón de euros. Las pantallas, por un motivo muy simple, no siempre están encendidas: solo el 5,4% de las retransmisiones deportivas son de mujeres. Nguyen, de 42 años, quiso que su bar tuviera tres pilares. Uno es el deporte femenino. Otro, que el baño esté siempre limpio. Y el tercero, incluir comida vegana y sin gluten.
Los dos baños son unisex y ambos tienen cambiador para bebés, compresas y tampones orgánicos. Sin pretenderlo, además, es un destino recurrente para las personas ‘queer’, binarias o trans. Las paredes están forradas de deporte. De banderolas de equipos femeninos o fotografías de conocidas deportistas como Serena Williams, Diana Taurasi, Allyson Felix, Naomi Osaka o Brittney Griner. O un ‘collage’ con otras figuras silueteadas de estrellas del deporte en el que se ha colado la cabeza de Lady Di.
En verano emitieron deporte masculino por primera vez. Fue durante los Juegos Olímpicos. La noche de un jueves, Nguyen estaba en su oficina, situada en el sótano, y subió corriendo a ver qué pasaba porque a las dos y media de la madrugada empezó a escuchar mucho ruido en el techo. Cuando llegó al bar se encontró a la clientela gritando y zapateando contra el suelo durante una prueba de escalada deportiva.
Al lado de la puerta hay una cristalera con un gran cartel de Sports Bra y, debajo, como un logo, un sujetador deportivo. La carta tiene desde hamburguesas a costillas y cócteles con nombres muy deportivos: GOAT, Tittle IX o Triple Axel, un guiño a Tonya Harding, una famosa patinadora sobre hielo que es de Portland. Muchos de los productos que utiliza en la cocina provienen de pequeñas empresas locales dirigidas por mujeres. Porque su bar es un negocio y un símbolo. Un símbolo necesario en una sociedad en la que las niñas de 14 años tienen el doble de posibilidades que un chico de abandonar el deporte, una probabilidad que se multiplica por dos si esa adolescente pertenece al grupo LGBTIQ+. Nguyen se ha preocupado mucho de que este colectivo se sienta seguro en The Sports Bra, un bar por el que ya han pasado las jugadoras de baloncesto Diana Taurasi y Sus Bird, así como Ginny Gilder, la propietaria de Seattle Storm.
El fenómeno Caitlin Clark, la joven de 22 años que primero revolucionó el baloncesto universitario y que ahora lo está haciendo en la WNBA, donde acaba de ser elegida Rookie del Año, no ha pasado desapercibido en este local de Portland. Los días que jugaba su equipo, Indiana Fever, Nguyen facturaba un 56% más en la barra.
El poder de las mujeres que han nacido para revolucionar el mundo. ¿Quién sabe si Jenny Nguyen acaba de iniciar también su propia revolución? De momento ya ha anunciado que en 2025 abrirán varias ‘sucursales’ de The Sports Bra por diferentes ciudades de Estados Unidos. ¿Alguien se apunta en València?