13 de noviembre / OPINIÓN

La realidad de Segunda

28/06/2022 - 

VALÈNCIA. Alguien que tiene admiración por Manolo Preciado es de los míos. Era imposible no sentir un cariño enorme por él. Mehdi Nafti está entre los que siente devoción por un profesional que ha quedado en el recuerdo de Orriols para siempre y en el del resto del panorama futbolístico. Algo más que su entrenador favorito, con el que coincidió entre 2001 y 2003 en las filas de un Racing que será rival once temporadas después. El de Preciado es un espejo en el que reflejarse, sobre todo para calcar el ascenso del 5 de junio de 2004 en Jerez que es lo que todos los granotas deseamos. Ojalá termine emulando a su mentor. “Por todo lo que representa para mí, todo lo que hizo por mí cuando llegué al Racing de Santander siendo un niño, todo lo que he aprendido de él y todo el cariño que me ha dado”, recordaba el míster en los medios oficiales del club. 

Todavía no había encontrado el instante perfecto para profundizar en el discurso de Nafti. Sin estridencias. Realista. Que, de primeras, engancha. La marcha de Morales al Villarreal había acaparado demasiados titulares, dejando en un segundo plano, y sin tanta presión por los daños del descenso y la exigencia de recuperar el terreno perdido, al entrenador franco-tunecino y también a un director deportivo consciente del muchísimo trabajo, junto al propio técnico y al presidente, que hay por delante para confeccionar una estructura de garantías y comprometida. Un Levante de Segunda y no un Levante de Primera en Segunda. Ahora los focos apuntarán a Quico, Felipe y Mehdi. Después de unas semanas convulsas por un adiós que ha hecho mella, ya viene siendo hora de seguir con nuestras vidas y focalizar los esfuerzos en los que están y quieren estar, con la pretemporada a la vuelta de la esquina y aún más el peaje de los 10,4 millones de euros, cuyo límite para solventarlo expira este jueves y que condiciona el destino inmediato de un proyecto con demasiados interrogantes. 

Es evidente que hay cualidades diferenciales de sobra en una plantilla que, para muchísimos, no debía haber fracasado. El pasado no vuelve y poco sirve para afrontar lo que se avecina porque la División de Plata es otra película, es muy peculiar, con aristas que van más allá de la calidad de los futbolistas. Ya debe estar digerido y asumido, tanto entre los que saltarán al césped como desde la grada. “Tengo muy claro que no voy a empezar LaLiga con los que no quieran estar aquí. Lo que pretendo es que mis jugadores en el verde estén orgullosos de representar estos colores, quieran estar y competir. Eso va a ser lo primero, a pesar de nombres y talento. El currículum es secundario”, exponía Nafti en sus primeras argumentaciones. Aunque desde los micrófonos no pretende convencer a nadie y que “hablar sirve de poco” porque lo que vale es lo que sucede en el terreno de juego, ese es el primer paso para entender las consecuencias del descenso a los infiernos. Con esa mentalidad se empieza a ganar, pero no se vive de la palabra. 

Veremos si al final están los que quieren estar o habrá más de uno que se quedará a regañadientes porque se siente jugador de Primera. No sería bueno para él y, sobre todo, sería un grave error para la convivencia del equipo en su día a día. Nafti sabe que tiene por delante un trabajo de convencimiento, sin imposición porque eso significaría que le faltan recursos, inculcando que es necesario tener más humildad que los demás por venir de la máxima categoría. El éxito pasa por ser un bloque implicado, profesional hasta el extremo, ordenado, intenso, con picardía, que sepa manejar las fases del juego y que se adapte a su nuevo hábitat en el menor tiempo posible. “Me gusta que mis jugadores lo den todo sobre el terreno de juego, que corran mucho y bien”, incidió Nafti. Por delante tiene un reto mayúsculo desde el debut en el Ciutat ante la SD Huesca y tras dos experiencias en Segunda División con un objetivo distinto.

Por mucho que estemos hasta el gorro de todo lo que ha sucedido y resulte complicado ilusionarse porque hay pocos motivos a los que aferrarse, os confieso que lo que me apetece es empezar a cuadrar la agenda y señalar desplazamientos en un desafío que estará plagado de contratiempos, con idas y venidas, con rachas de plenitud y bajonazos. Es que hay ciudades que apetece mucho visitar. Una travesía que, desde el principio, debemos asumir que no será un paseo triunfal como con Muñiz. El Levante será el rival a batir y ese cartel de favorito no es garantía de absolutamente nada, por lo que habrá que bajar al barro para alcanzar una recompensa que mola muchísimo. Porque la sensación de un ascenso es la leche. Ahora ese debe ser el foco. Por supuesto que nos gustaría estar entre los 20 mejores, pero esta es ahora nuestra realidad. 

No hay que obviar los motivos que nos han llevado a estar con todo merecimiento en el segundo escalón del fútbol español, pero ya viene siendo hora de empezar a reconstruir y mirar al frente sin lamentos. De afrontar el presente sin recordar una y otra vez los errores cometidos salvo para aprender y corregirlos. Más soluciones y menos escudos que enmascaren el panorama y no curen las heridas del todo. Está claro que es un ejercicio complicado tanto de puertas para dentro como, sobre todo, para el granota militante que necesita argumentos para no desconectarse y renovar el abono.

Empecemos a hacernos a la idea de que la Segunda División es una locura. Es una categoría de una exigencia terrible. Con un mogollón de equipos que partirán con el mismo propósito de ocupar una de las dos plazas de ascenso directo o por lo menos acabar entre los cuatro siguientes y así luchar por el último billete a Primera en un play-off en el que nada se da por hecho de antemano. Desde los que han acompañado al Levante al abismo (Granada y Alavés), los que se han quedado a las puertas (Tenerife, Eibar y Las Palmas), unos cuantos históricos que ejemplifican lo complicado que es la División de Plata (Zaragoza, Oviedo, Sporting o Málaga, por decir cuatro) y alguno que otro que desafiará a la lógica y se acabará metiendo en la pelea. 

No sé si vamos a tener el cuerpo para tanto dramatismo. Es lo que nos toca. Hay que estar preparados para vivirlas de todos los colores y teniendo claro que el DNI no es garantía de absolutamente nada. “Solamente el hecho de bajar de Primera a Segunda no te da ningún derecho. Va a ser muy complicado ganar cada partido”, avisaba Nafti en su puesta de largo. El destino ha querido que el primer partido coincida con el cierre de la última travesía en Segunda División. Un Levante-Huesca para empezar y un Levante-Oviedo para acabar la temporada, justo el encuentro que dio el ascenso matemático de la 2016/2017, por aquel entonces con seis partidos más en el calendario por disputarse. Por cierto, un Oviedo 2022/2023 construido por Tito. Serán 42 jornadas frenéticas. De mediados de agosto a finales de mayo. Y con muchísimos alicientes, protagonistas y momentazos. Apriétense los cinturones que vendrán curvas.