VALÈNCIA. Como si de una revolución se tratara, el comandante Gattuso inicia el cambio. Una transición que no creíamos posible pero que, en solo unas semanas, ha llevado a cabo. El Valencia CF empieza a tocar el balón por muy curioso y extravagante que parezca a sabiendas que es la antítesis de lo que era su técnico como jugador. Si bien es cierto que hay que corregir, pulir y mejorar muchos aspectos, el pasado lunes vimos a un equipo que, con los mismos futbolistas que la pasada temporada, jugaba a algo distinto.
Y es que lejos quedó el patadón, el balón largo y la poca asociación entre futbolistas. Vimos a un Valencia CF con las líneas más adelantadas, sacando el balón jugado desde atrás y con futbolistas ejerciendo un juego más combinativo. Todavía muy embrionario, pero también más vistoso que lo que nos acostumbraba las últimas temporadas.
Un equipo, el valencianista, que intentaba siempre establecer el pase como elemento en común y donde se partió desde un esquema casi inédito el año pasado: el 1-4-3-3. Una disposición en el campo que aprovechó la el once de inicio para salir con más iniciativa y personalidad con el balón de lo que nos tenía acostumbrados la temporada pasada.
De los jugadores que pudimos ver el lunes me sorprendí gratamente con el nivel mostrado por Samu Castillejo. El futbolista responde a la perfección con el perfil de “futbolista fracasado” que tanto se ha debatido en Valencia desde que el técnico italiano lo expuso en rueda de prensa. Con muchas dudas pero llegando a coste cero, el malagueño dio una masterclass de calidad, desborde y entendimiento con sus compañeros hasta el punto de generar varias ocasiones de peligro y dar una asistencia de gol a un Guedes que siguió siendo el mejor.
Porque podemos hablar de muchos futbolistas que rayaron a buen nivel como es el caso de Mamardashvili o de Yunus Musah, quienes hicieron un buen partido. El primero de ellos siguió siendo el guardián bajo palos que todos queremos y merecemos; mientras que el segundo jugó por dentro, con muchas más libertad y desplegó una amalgama de virtudes que rara vez habíamos visto. Aunque también es justo decir que sigue fallando en cosas como la concentración o la decisión final. De la misma manera que vimos a un Carlos Soler intermitente pero que, cuando aparece, es decisivo. Una aparición importante, una asistencia de gol. Pero si hablamos de futbolistas, lo de Guedes sigue siendo de otro planeta. Está claro que es el mejor con diferencia del equipo y que, si tiene que quedarse alguno, debe ser él. Con llegada, desequilibrio, ímpetu y gol, mucho gol. Dos tantos, el primero con algo de fortuna y el segundo con un misilazo después de una buena acción de pases entre sus compañeros.
Pocas lecturas más podemos hacer de un partido donde hubo jugadores que no participaron por molestias musculares y donde habrá otros que lo hicieron y no estarán a futuro. De algunos que no dieron el nivel esperado y de otros que siguen al mismo que en la pasada temporada con sus virtudes y defectos. De momento, el Valencia CF arrancó con una victoria ante un Borussia de Dortmund que, a pesar de tener buenos futbolistas y estar más rodados, no tuvo el día en ninguno de los aspectos. Sobre todo en el que se refiere a la mala noticia que hizo entrar en shock al grupo como fue la detección del tumor testicular a Haller.
Sea como fuere, al margen de esa mala noticia y a sabiendas de que con un partido es demasiado pronto, el Valencia CF mostró una cara mucho más atrevida con las ideas renovadas y con una revolución de juego esperanzadora. Falta ver las salidas así como las entradas, quiénes son los elegidos para abandonar el equipo y quiénes son los que se quedarán defendiendo los colores del Valencia CF. Lo que está claro es que la identidad del equipo de Gattuso no se negocia y el lunes vimos un ejemplo de lo que el italiano quiere para esta temporada.
Por ello, falta darle armas, soldados y milicias al Comandante Gattuso, para que inicie el cambio. Para que empiece la revolución.