Y el Valencia actual es un grupo en el que no existe el colectivo, en el que no hay ayudas, ni un plan. Es un equipo que deja que le rematen a placer desde el punto de penalti, que apenas comete faltas, y al que le cuesta horrores recuperar un balón porque jamás presiona en manada
VALENCIA. Buscando entre favs extraviados descubrí uno del curso pasado a un comentario que decía así: "Si no fuera por Mustafi y Fuego, los errores que comete Otamendi cada partido le harían volver a Vélez". Pero se fue a Manchester, a cambio de 45 millones de euros. También encontré un gif del gol que anotó Jackson Martínez en la derrota del Calderón, siendo el alemán el que aparece haciendo el ridículo. Que es lo que hizo en la jugada del 0-1 del Athletic.
Es una constante de este curso ver al central de la campeona del mundo quedando en evidencia. No hay día que no protagonice un error que le cueste caro al equipo; parece no tomar nunca una decisión acertada; y cada vez que tira el fuera de juego, lo tira tarde y mal, dejando vendidos al resto de compañeros. Estamos ante un jugador sobrepasado.
Existe una corriente en la ciudad, una poco realista, que tiende a achacar a errores individuales las desgracias del equipo. "Todo es fenomenal, este equipo es la bomba, pero siempre hay alguien que yerra. Maldita sea".
Podría ser un argumento válido en agosto, en septiembre, en octubre... pero no en marzo. Un curso no se conforma de casualidades. Estamos ante una tendencia, algo que nos advierte que estas situaciones no llegan fruto de una concatenación de accidentes aislados, sino de un fallo estructural.
El comentario sobre Otamendi sirve para ilustrar el razonamiento. El argentino, es cierto, cometía errores groseros con cierta frecuencia (los sigue cometiendo en Manchester), pero siempre tenía una red de seguridad tras de sí que evitaba males mayores. Era la consecuencia de un grupo trabajado, de un colectivo bien ensamblado y con un rumbo marcado.
Cuando esas cosas suceden, hasta jugadores como Barragán rinden al nivel de los mejores. En su ausencia, tipos como Mustafi quedan reducidos a mera caricatura.
Y el Valencia actual es un grupo en el que no existe el colectivo, en el que no hay ayudas, ni un plan. Es un equipo que deja que le rematen a placer desde el punto de penalti, que apenas comete faltas, y al que le cuesta horrores recuperar un balón porque jamás presiona en manada.
Salvo Piatti, no hay un solo jugador de banda que ayude en defensa, que se sacrifique. Salvo Alcácer, y dependiendo del día, no hay un solo jugador en punta que baje a la medular a trabajar. Salvo Barragán, no hay lateral que además de atacar, también defienda. Con tal colección de desequilibrios es imposible estar mejor clasificado de lo que se está.
Hay otra jugada del pasado domingo que podría servir para explicar el despropósito que supone este curso. Y sí, es la famosa acción de Parejo. Partamos de la base que el error nace del banquillo, una vez más. Enzo Pérez reclamaba el cambio por lesión desde el minuto 69, pero no es sustituido hasta el 76, ya con un 0-1. Sigamos diciendo que el siguiente error es suplir al argentino por Piatti en lugar de por Javi Fuego. Y que el tercero, es volver a poner a Parejo por delante de los centrales, donde ya ha demostrado en mil ocasiones no ser apto para dicho rol.
Parémonos aquí un instante: En un partido marcado por el centrocampismo, un equipo que estaba siendo sujetado por un pivote como Enzo, pierde a su única ancla para afrontar la batalla con André Gomes y Parejo, en rombo, como únicos referentes en la medular.
A partir de ahí, el Valencia actual queda retratado. Primeramente, el que da el balón a un Parejo rodeado de cinco jugadores contrarios, teniendo cien opciones mucho mejor que esa. Seguidamente, el propio Parejo, que podría haber dejado que le hicieran falta o esperar a que se la robaran y hacerla él, o cualquier otra cosa. Tras el absurdo intento de caño y la consecuente pérdida, tampoco nadie hizo lo que debía.
Aquellos que estaban llamados a ganarse una amarilla y frenar la contra, decidieron acompañar a los jugadores del Athletic como si se tratase de una carrera de relevos. En la otra banda, quedaron todos quietos, observando con la boca abierta la jugada (la imagen es grotesca), permitiendo que Munain escapara al área sin oposición, rematando a placer en el corazón del área.
Hay muchos comentarios que inciden en que Valverde le dio una lección táctica a Garyestarán. Y nada más lejos de la realidad. Fueron ellos quienes regalaron el partido a Valverde tomando decisiones surrealistas. Lo único que hizo el Athletic fue estar, aprovecharse de tal caos. Que es lo que suelen hacer todos y cada uno de los rivales que enfrenta el Valencia. Tarde o temprano este equipo se derrumba, simplemente hay que tratar de llegar vivos al minuto exacto y llevarse los puntos con suma facilidad.
Con estas cosas Otamendi jamás hubiera sido vendido por 45 millones. Por estas cosas, ninguno nos parece un buen jugador. Por cosas así es imposible que un equipo, mejor o peor, rinda de forma regular. Por estas cosas, el Valencia no será capaz de hacer frente a equipos que estén mejor trabajados y cohesionados que él. Por eso, la temporada será un cúmulo de victorias agónicas o inmerecidas fruto de algún arreón y de partidos extraños que se podrían ganar pero que se acabarán perdiendo de forma insólita en un suspiro.
Es la anarquía, la carencia de una red de sujeción en forma de sistema. Es la ausencia de oficio. Es haber convertido a una plantilla en un grupo de desquiciados que acaban reprochándose unos a otros tantas cosas a lo largo de los 90 minutos que temes verles en cualquier momento pegándose entre ellos. Es lo permite ver a un Cancelo diciéndole a alguien "somos muy malos", mientras las cámaras de televisión le regalan un primer plano al acabar el partido.
Aunque más allá de todo esto se esconde una desgracia mayor: El Valencia es mucho mejor cuando puede contar con su primera unidad al completo. Cuando Enzo y Fuego, Alcácer, Feghouli, Rodrigo, Parejo y André coinciden sobre el campo. Que suele ser una vez por mes.