VALÈNCIA. Julián Calero asienta bases en su Levante. Con una plantilla debilitada en cuanto a valor respecto al pasado curso y, a pesar de ello, con el objetivo de competir por el ascenso a Primera instaurado en el imaginario granota, el equipo mostró en Gijón que las líneas maestras de su técnico están interiorizadas. Al menos, la idea está camino de instalarse en lo profundo de un vestuario que, hoy, cree en su entrenador.
En esa tarea, los resultados son pequeñas píldoras de popularidad para el preparador madrileño que, por el momento, no ha visto perder a los suyos. Calero no conoce la derrota con el Levante y eso ilusiona, de alguna forma, en el corazón de la plantilla. Los jugadores ven que la máquina, por ahora, funciona.
Más allá de aspectos internos a nivel micro trabajados en el día a día de Buñol, Calero ha traído a su vestuario un concepto muy básico: el orden. Ya en pretemporada se ha visto que el extécnico del Cartagena no es amante de los cambios bruscos de sistema ni de encajes de bolillos. El 4.4.3, con matices en posiciones de algunos futbolistas -sobre todo en el segundo tiempo ante el Sporting-, ha venido para quedarse.
La idea es que la trasera se estructure con cuatro hombres y el centro del campo, se escalone con tres. Y sin Pampín -lateral izquierdo, hoy, teóricamente titular-, Calero lo tuvo claro: Marcos Navarro. Al preparador de la capital no le tembló el pulso a la hora de alinear al canterano, a falta de su carrilero de teórica referencia. No hubo cabida para el acoplamiento, a la fuerza, de Dela en el eje y Cabello en el perfil zurdo, algo que por circunsntancias sí se implementó en la segunda mitad.
Ello enlaza con otra de las bases de Calero: demarcaciones claras. Además de ese ajuste en defensa, el técnico tiene claro quién es, de momento, su lateral diestro. Trasladó privada y públicamente las necesidades de la plantilla en retaguardia, sobre todo en ambos costados, y mientras no aterrice en Orriols un carrilero derecho que permita mover piezas, Andrés García es el hombre en la posición. Con Brugui cayendo a la derecha pero dejando libre el carril para la incorporación del nuevo '2' -que, además, hizo daño a pierna cambiada gracias a su manejo de la pierna no dominante-, Andrés encuentra en la demarcación un lugar donde aporta.
Eso lo ha visto el cuerpo técnico de Calero. Tanto como que, para la idea que se pretende implementar, Carlos Álvarez ha de jugar por dentro. Es en esa faceta donde percutió el de Sanlúcar durante toda su participación en Gijón. Se le vio apoyar en los costados mucho menos que el curso pasado, cuando se abrió el debate ya en la etapa de Javi Calleja y continúo durante el interinaje de Felipe Miñambres en el banquillo. La misma situación, con José Morales, quien ha ido permutando en punta durante el verano.
Otro de los puntos diferenciales de este Levante es el oficio que mostró en Asturias y que está por ver si mantiene en otros momentos complicados que vivirá las próximas jornadas, ante rivales de solera en la Segunda División. Ante el Sporting hubo que apretar los dientes y el equipo supo hacerlo. Sufrió pero también supo dormir la tarde en pos de reducir las situaciones de riesgo. Por eso Calero introdujo a Lozano y retiró a Morales a falta de un cuarto de hora para el final. No solo para dosificar al Comandante, como también reconoció el entrenador en sala de prensa, sino también para tener el balón.
No hubo mayor complicación que esa en El Molinón. Quitarle la pelota al rival para evitar generación de peligro. De los encuentros finales ante Eibar, Amorebieta o Burgos la pasada temporada, a huir del frenetismo de finales abruptos. La próxima parada será clave para plasmar que estas bases no son solo flor de agosto y que el Levante de Calero tiene un plan. Si "todo va a salir bien", primero, se antoja necesario mantener esa imagen ante el Cádiz de Paco López, en una categoría llamada, esta temporada, a la taquicardia.