VALÈNCIA. Por muy digno que se quiera poner Lim, el Valencia CF está en venta desde hace tiempo: pero no este que tenemos ahora, sino otro, que estará en peores condiciones, porque su paso por aquí tendrá connotaciones bíblicas y no muy positivas, que digamos. Me explico: este Valencia CF aún puede dar más de sí, al menos puede aliviar la deuda contraída por el máximo accionista con la entidad bancaria. A partir de ahí, comencemos a hablar de cosas serias: lo mejor que se puede hacer, en estos casos, es ir eliminando posibles compromisos, se “procuren o no se procuren”, como diría el contrato de infame recuerdo. La primera plaga sería la ATE de las parcelas de Mestalla, ya que la necesidad de cumplir con los plazos y tiempos implica una inversión en el nuevo estadio que el máximo accionista tiene muy claro que no realizará bajo ningún concepto, salvo que su conclusión conlleve una revalorización del patrimonio del club que más tarde se pueda explotar. Le importa poco que se devalúe el suelo del actual campo, porque no tiene la más mínima intención de moverse de allí. Pero ojo: el Valencia CF sí quiere irse (de hecho, debería marcharse porque existe una sentencia que así lo dictamina), pero Lim no. No creo que produzca ríos de sangre, pero tiene mal color, porque está generando una animadversión entre la ciudadanía valenciana (y su representación) y el club más señero de la ciudad. Lim, aquí, está jugando a carta ganadora, pues si le amplían la ATE, saldrá ganando; y si no se la amplían, también saldrá ganando, pues se acabó eso de las prisas por hacer algo que no le interesa.
Otra plaga produce llagas en las bocas de los aficionados: el préstamo que se va a cobrar sí o sí, este próximo verano. La cuestión es saber si ese aval de ocho futbolistas cubre solo el dinero a devolver o si, por el contrario, los derechos federativos pasan íntegramente a su poder, sea el valor que sea. De nuevo, Lim vuelve a ganar: si fuerza un impago, saldrá ganando; si fuerza al Valencia CF a devolverle el dinero, también saldrá vencedor, pues ha ganado unos seis millones en intereses, más o menos. Lo que no dice es que esos dos préstamos vienen motivados por su propia gestión, deficiente y deficitaria, con cierta alevosía. No creo que Lim quiera acabar con ese modelo, ya que le provoca un beneficio neto sin mucho esfuerzo. La urticaria que nos sale a los valencianistas viendo semejante chanchullo nos hierve la sangre, porque no solo está vaciando la caja del club (que es parcialmente de su propiedad), sino también su patrimonio y activos (los futbolistas).
Cuando haya hecho esa pequeña limpieza, seguirá la siguiente plaga: la academia del Valencia CF, que la convertirá, de seguir así, en una fábrica de secar, quemar y vender chavales con cierta proyección. La política de jóvenes jugadores está al borde mismo del colapso emocional de muchos de aquellos que están tratando de formar chicos a una velocidad que solo garantiza accidentes. Tengo la sensación de que varias generaciones de chavales se nos van a quedar por el camino y lo peor de todo: cuando nos salga uno bueno, se irá tan pronto pueda, como hizo Ferrán y como harán otros muchos que ya está sentados en la silla más cercana a la puerta. Todo ello unido a pufos económicos que huelen mal, como el Correia, por ejemplo, que se trata de una muestra más de (in)coherencia en la política deportiva y económica del club.
Como si fuera un ángel exterminador, Lim, mediante su secuaz Murthy, han ido eliminando cualquier atisbo valenciano dentro del club, que les intentara frenar en sus crecidas y desbordamientos. A una voz discordante le seguía el ruido de la espada. Y ahora el club parece un desierto, porque tiras a buscar a alguien y nunca hay nadie: o está almorzando o, directamente, no hay nadie. No es dejadez, sino pretensión de querer dejar al valencianismo solo, encerrado en una sala llena de silencio: así, que griten, que nos da lo mismo, pues no les oímos. La desafección es tan grande que el número de valencianistas va decreciendo, hasta convertir al club en una pequeña propiedad de unos que tienen su cortijo sin que nadie les moleste. Eliminar aficionados (socios no, porque estos tienen que pagar y “la pela es la pela”) es quitarse de en medio voces discordantes: más fácil será llevar a cabo el plan Lim. Porque Meriton quiere una marca internacional, cuyos simpatizantes no problematicen, ya que desconocen el día a día de su gestión. Extirpar el Valencia CF de la ciudad y de su gente es una buena estrategia para seguir vaciando de contenidos y de patrimonio esta empresa.
La cuestión es que vino Lim como un príncipe azul y el cuento parece llevarnos a estar recibiendo el beso del sapo, porque todo desprende un veneno que mata. Lo que sí tengo claro es que, a nivel fiscal, las pérdidas y la deuda del Valencia CF benefician a Meriton, porque equilibra cuentas y para que esto se dé tienen un total de cinco años por delante, que están ya a punto de cumplir. De ahí, según tengo entendido, hay dos años para ir saldando deuda interna a través del patrimonio del club, es decir, lo que ya está ocurriendo: es legal, pero es poco ético. Durante estos dos años vamos a asistir (y no soy Nostradamus) a una progresiva despatrimonización que permita ir saldando compromisos de Lim con el banco (si no recuerdo mal quedan alrededor de 120 millones por pagar según el acuerdo que vinculaba su aval con la compra-venta) usando el propio patrimonio del club y lo hace a través de esos préstamos que le resultan ventajosos: véase, yo le doy cincuenta millones al Valencia para que pague ese dinero, el Valencia me devuelve a mí cerca de seis millones más en concepto de intereses, y yo gano dos veces: me voy librando de un acuerdo económico que me permita vender libre de cargas (para mí) el club y, mientras tanto, voy ganando dinero. Al mismo tiempo, voy vendiendo futbolistas, utilizando a mi mano derecha en los negocios (Mendes), que me permita seguir esta cadena de beneficio constante sin que nada pase. Y no solo eso, recemos que no haya vinculación empresarial con Gestifute o lo que sea, porque entonces habría mordidas en estas operaciones. Yo esto ni lo sé ni lo afirmo: quizá si se llegan a fiscalizar alguna vez las cuentas del club, lo sepamos. Y por el camino, de paso, uso la marca Valencia CF para ir expandiendo mi holding, buscando inversores y negocios que nada tienen que ver con el fútbol, pero que pueden traerme un beneficio.
El final, como sabemos, no es bueno, porque cuando Lim haya cumplido su agenda (que puede ocupar el plazo de unos siete años en total), este Valencia CF será otro muy distinto: entonces, Lim lo pondrá con un precio módico, que rondará los 90 o 100 millones, pero con una deuda importantísima, pero ya no será suya propiamente. Para entonces, esa venta será neta, de beneficio puro para Lim, que habría recuperado su primera inversión y le habría sacado un buen fajo de millones más tarde. Por eso se hace el digno con lo de no vender: aún es pronto y al estadio no va nadie, así que tiene un año largo para hacer lo que le plazca y como le plazca: que nadie le meta prisa, que aún no han acabado sus plagas y, como sabemos, su mano no tiene piedad. Ni política deportiva ni plan económico: aquí solo se tiene la política del terror.