VALÈNCIA. Aprovechando que Gattuso pasa por el Turia convendría mirar a Milán. No solo por su trayectoria bendecida por San Siro, sino por la potencia que tiene el club lombardo para explicar procesos globales como en el que se encuentra de pleno el Valencia.
Al igual que el Valencia, el Milan vio cómo su poder de base umbilical con el territorio se desvanecía de buenas a primeras. Si Berlusconi había hecho del vínculo entre Lombardía y el club una razón de ser con la que conquistar Italia, la decadencia y las malas prácticas del poder local, sumadas a la presión de fondos remotos, terminó por extirpar el AC Milan a Milán.
El ‘verdugo’ vino de China, aunque más bien parecía un trampantojo detrás del cual se escondía un fondo activista. El inversor Li Yonghong se quedó con la propiedad cubriendo los 740 kilos de la operación gracias al préstamo del fondo Elliott, a manos del maestro de la especulación financiera Paul Singer. Al poco tiempo, Li Yonghong no pudo afrontar los costes crediticios y dejó caer la sociedad. En 2018 Singer y Elliott se quedaban con el Milan con condiciones ventajosas. Siguiendo el patrón de otras muchas operaciones en su cartera. La fiscalía milanesa investigó la transacción, sin demasiado recorrido.
El movimiento societario respondía a la misma condición que marca el fútbol europeo en la última década: gigantes financieros en su carrera acumulativa aprovechan su fuerza para quedarse con clubes de fútbol, normalmente en situación delicada, sustituyendo al empresariado local y buscando revalorizar la inversión.
Elliott podría haber jugado a los dados. Podría haber experimentado continuamente con entrenadores probeta. Podría haber vendido a gran parte de sus valores para apostar por jugadores incógnita. Podría haberse deshecho de todo el capital humano del club para traer a ejecutivos ajenos al negocio. Justo hizo lo contrario. Remozó un Milan en crisis y lo acaba de hacer campeón de Italia. Ahora lo vende por 1.200 millones al fondo americano RedBird, sacándole un rendimiento cercano al 16%.
En mitad de negocio especulativo y orbital en el que se ha convertido el fútbol, hay maneras diferentes de acometer una gestión: chapuceramente y sin rumbo, o sagaz y planificadamente.