VALÈNCIA. Desde que Juan Villalonga, aznarista madridista y valencianista, se enjuagó las manos para meter los dedos en los órganos del Valencia y constatar su proceso de degradación (“es un enfermo en la UVI”, dijo Villalonga) el paciente allí sigue, a excepción hecha de algún pasaje turístico por otras plantas. Por mucho que Murthy reinterprete el grito y clame aquello de “estábamos en la UVI; nadie daba un duro por nosotros; yo os entrego un Valencia libre, limpio, en primera, de ustedes”, por mucho que eso ocurriera, el Valencia no es más que un bulto extraño sin soberanía (y sí, con todo lo demás: un amplio mapa de afectos). Un bulto que, circunstancialmente, está geolocalizado a esta parte del Mediterráneo pero que ya no depende de su demarcación.
Cuando alguien huye hacia adelante añadiendo problemas al problema que ya arrastraba, lo normal es que de una vez por todas el problema le impida avanzar más. La verdadera incógnita es saber si estamos ya en ese punto o todavía quedan problemas mayores por llegar. Una combinación letal.
Las dolencias acumuladas por el Valencia son las que permitieron, en una bajada de defensas colosal del club, que se colara un comprador oportunista llegado para especular con las posibilidades de la SAD. Si Lim se aprovechó de esa fragilidad y usó piezas internas del club para abrirse camino, en una partida de ajedrez bien densa que ganó por jaque mate, da la impresión de que ahora se desplaza con igual confusión, esperando el momento justo.
Que tras dos décadas de disputas por la propiedad -capaces de arrasar cualquier club-, aspiremos ahora a que aparezca un gestor serio que se quede el club pujando a la mayor, resulta candorosamente ilógico. Que simplemente esperemos un proceso cristalino, resulta una ilusión.
Que el valencianismo se divida a las primeras de cambio en su intento de crear un pseudogobierno valencianista en el exilio, es coherente. Porque -y generalmente se nos olvida- este Valencia no es consecuencia de Lim, sino que Lim es consecuencia de este Valencia.
Los medios y el entorno no son la estación donde se apeará la verdad para mostrarse, sino el medio de transporte que pretenden utilizar quienes buscan influir en el proceso. Seguirán lanzando mensajes, seguirán sondeando la opinión, seguirán interpretando su papel. Entre esa broza, algunas pistas: 1) la música ha comenzado a sonar en el carrusel, 2) el Príncipe de Johor ofrece señales inequívocas para sospechar que es lo último que le convendría a la salud mental del Valencia, 3) querer poseer un club de fútbol va más allá de la lógica empresarial, 4) las operaciones más severas en las que se implicó Lim se fraguaron en silencio y sigilo.