VALÈNCIA. Evidentemente fue Peter Lim el que dio la respuesta en su entrevista al prestigioso diario Financial Times. Pero me ha hecho pensar. Reflexionar en una visión falsa que se vendió desde el proceso de venta de 2014. Recuerdo como un argumento de peso que Peter Lim era un fanático del fútbol y su ilusión era hacerse con un club. Algo así como para jugar al PC Fútbol 6.0. De hecho, lo entendía porque yo con ese dinero haría lo mismo. Sería mi gran pasión.
Mi enfermedad es el fútbol. Si sueño con ser multimillonario, me gustaría comprar un club y entrenarlo como Piterman, para que nos vamos a engañar. O como el Príncipe de Johor, por ejemplo. Pero Peter Lim no se acerca a nada de eso. Se vendió un multimillonario enfermo del fútbol cuando en siete años no ha involucrado su figura a este mundo. Un dueño oscuro, con mucha falta de empatía y que demuestra que en su hoja de ruta la autocrítica no existe. Aún así, su silencio daba opciones para pensar que sencillamente se había cansado de jugar con el juguete.
Sin embargo, la realidad nos ha dado un tortazo que podría haber sido más temprano. Cuando Lim ha hablado en un medio no oficial, las caretas se han quitado. Pero no se han quitado ahora, están arrancadas desde la proyección de un multimillonario aficionado a rabiar por el fútbol que quería hacer un equipo campeón tomando las decisiones. Pues nada chicos, es una cortafuegos con el que Lim pueda acceder a esferas que están fuera de su alcance.
Cuando ha decidido hablar, todo se ha derrumbado. No solo un proyecto que está en ruinas desde hace dos años, también el motivo de su compra. Peter Lim no es un aficionado al fútbol con ganas de jugar con su juguete. Es un trofeo que le sirve para sentarse en una mesa en la que es el último mono. Y lo más triste es gastarse 94 millones de euros para alardear de eso. Y si no es a nivel empresarial... ser dueño del Valencia para codearse con sus ídolos de las Class 92 del Manchester United me deja claro el destino del Valencia.