VALÈNCIA. Anil Murthy volvió en febrero. Sí, así como suena. El bunker que Murthy construyó en base a incomunicar el club, opacarlo, premiar a los dóciles y castigar a los disidentes, se reactivó el 1 de febrero. Realmente Murthy, nunca se fue. Los mismos perros con distintos collares.
Tampoco se podía esperar mucho más, Meriton vive de las capas de maquillaje que se aplica pero que ya no convencen a nadie que no saque algún beneficio de ellos. Si uno sigue tocando melodías con los mismos músicos que desafinaban años atrás, es imposible que la música suene bien.
Si la memoria no me falla, desde su vuelta a nuestra ciudad, Layhoon dio hasta 4 ruedas de prensa (es posible que alguna más) desde julio hasta el 1 de febrero. Eran momentos de promesas de cambio, de nuevos tiempos, de acercarse a los medios y de transparencia para explicarlo todo. Ya los hubimos entonces (escrito está) quienes desconfiamos desde el día uno aunque se volvieran a abrir las redes sociales del club. De hecho, el maquillaje no cambió gran cosa. Algunos hemos seguido sin tener acceso a protagonistas del club (va ya para cuatro años), se nos oculta información que sí se facilita a otros, y 99.9 Plaza Radio sigue en la cabina peor ubicada del estadio de Mestalla (calificada en una informe de LaLiga como "cabina de baja visibilidad") con las cámaras de televisión delante y cuando en cada partido hay una media de unas 6 cabinas que se quedan vacías.
Pero el 1 de febrero el maquillaje no aguantó más. Aquella comparecencia en la que la gran mayoría de medios de comunicación presentes apretaron a Meriton y le cantaron las cuarenta fue un punto y final a las ruedas de prensa del club, a las explicaciones públicas, a atender preguntas sin domesticar y con periodistas que no estaban en el radar 'friendly' del club. Desde aquel entonces, Layhoon no ha vuelto a abrir la boca, Javier Solís atendió un canutazo a la vuelta de un 'rendez-vous' a casa del amado líder a Singapur, y Miguel Ángel García Pérez-Roldán hace de Harry Houdini en los aeropuertos ante la prensa. Lo de ponerse a pecho descubierto ante cualquier micrófono se ha acabado desde aquel día.
La última capa de maquillaje se produjo en abril. Un desayuno de trabajo informal en Paterna con Javier Solís, pero ya sin cámaras, ni micros. Más translucidez que transparencia. En aquel encuentro con la prensa hubo dos tipos de comportamientos. Hubo quien asistió como oyente (en su derecho está) y hubo (como quien suscribe) quien tomó parte activa cuestionando y rebatiendo aseveraciones al director corporativo sobre la gestión del club.
En un momento de la charla Solís se refirió a una comparativa hecha por un servidor en el programa 90 Minuts. Y sorpresivamente lo hizo para compartirla y estar de acuerdo con ella. Lo impactante del hecho era admitir que los entrenadores que vengan al Valencia CF no pueden sorprenderse de que les engañen. Y la comparativa en cuestión fue que los entrenadores en el Valencia CF eran como los maridos de Liz Taylor. El primero o el segundo podían sorprenderse, pero a partir del segundo ya, no podían extrañarse de lo que se encontraban. Recuerdo que mi contestación fue: "Es cierto. Pero eso no exime de la imagen que Liz Taylor fue creando... " Ese comentario ya no pareció tan ocurrente.
Ni ese, ni otros muchos, ya que el club ha vuelto a los tiempos comunicativos bunkerizados de Murthy. Ya no ha vuelto a haber ruedas de prensa ni desayunos de trabajo para todos, no les gustó la crítica ejercida. Es lo que ocurre cuando no tienes argumentos y no puedes tapar la realidad de lo que eres. Al no haber capacidad para tapar la realidad ni cambiarla, lo que se hace es intentar silenciar la disidencia. Pese a que prometes un 'reset', lo que haces es seguir exactamente igual, escogiendo los altavoces para que difundan el mensaje que necesitas exportar y que carece de fundamento alguno.
Por eso el club se reunió con cinco medios de comunicación para explicarles a ellos solos la campaña de abonados, darles entrevistas y explicarles el proyecto deportivo que viene, además de filtrar algún nombre que tiene tantos visos de llegar al Valencia como posibilidades tiene Cañita Brava de actuar en la Scala de Milán. Se copian los modos y maneras de la época Murthy. Con una carga algo menor de beligerancia (es lo que tiene no abusar del alcohol), pero con el mismo fondo y la misma intención.
Se traza desde el club una línea y en una parte se coloca a los medios con los que no se quiere estar y en la otra se escoge a los medios con los que quiere trabajar Meriton. Flaco favor se le hace al futuro director de comunicación del club que ya va a aterrizar en la entidad con la carga de una sospecha de vetos marcados de antemano. Entra con la trinchera cavada, y los amigos y los enemigos ya señalados. Mediáticamente hablando, la torpeza es infinita.
PD: Entiendo, y me consta, que determinados trabajadores de algunos medios consideran una falta de compañerismo contar la política comunicativa 'friendly' del club porque consideran que se les apunta, y que quien lo hace no es buen compañero (también se puede considerar mal compañero a quien mira para otro lado mientras se persigue a gente de tu mismo gremio. Cada uno fija el peso de los valores donde lo considera conveniente). Sin embargo, quien cuenta lo que pasa no es el culpable de lo que ocurre. Es tan absurdo como culpar al corresponsal de guerra, de los muertos en un conflicto. Aunque entiendo que es más fácil apuntar a quien lo cuenta que a quien lo hace. Porque quien lo hace te puede cerrar el grifo, y quien lo cuenta no.