Queda un mundo por delante, mil obstáculos que superar y un calendario que invita a no levantar la vista del famoso partido a partido. Invicto, con paso firme y con un estilo de juego definido, el VCF no juega, compite...
VALÈNCIA. Primer tercio de Liga y primera etapa alpina superada, con matrícula de honor, por el Valencia CF. Queda un mundo por delante, mil obstáculos que superar y un calendario que invita a no levantar la vista del famoso partido a partido. Invicto, con paso firme y con un estilo de juego definido, el VCF no juega, compite. Y su tarjeta de visita no miente: más allá del acierto de Alemany en los despachos, de la maestría de Marcelino en el banquillo y del compromiso de los futbolistas en el verde, números cantan. Sólo 7 equipos mantienen su condición de invictos en las cinco grandes Ligas de Europa: Manchester City (12-1-0), SC Napoli (12-2-0), PSG (12-2-0), FC Barcelona (11-2-0), Inter (11-3-0), Atlético de Madrid (7-6-0) y Valencia CF (9-4-0). Una estadística que ilumina el sendero del éxito ché, que contrasta con un dato que lo realza aún más, poniéndolo en su justo lugar. El Barça tiene esos números con un presupuesto de 800 millones de euros, el City está en los 700, el PSG no baja de 500 y Napoli, Inter o Atleti psan la línea de los 300 kilos. El Valencia, en cambio, no supera los 95. Es decir, el caso de los Marcelino Boys tiene el doble de mérito porque, con menos dinero, iguala e incluso mejora a auténticos portaviones europeos. No estaría de más que los que se pasan el día revisando cifras y presumiendo del ránking de la lista Forbes echen un ojo a la realidad del Valencia, para que vean que se puede hacer más con menos.
Hablando de dinero. Como el camino hacia los objetivos es escarpado y está trufado de obstáculos, el club está trabajando para poder darle a Marcelino, dentro de lo posible, los mejores futbolistas que el dinero le pueda comprar. Después de una limpieza brutal y un verano donde se fichó poco, pero bueno, y ante el infortunio de las lesiones (Guedes, Murilo, Javi Jiménez y Zaza, que es combativo pero sigue a vueltas con el menisco), el club manejará unos 7-8 kilos para no perder comba. Su margen de error no será el de City, PSG o Barça, ni siquiera el de Inter, Napoli o Atleti. El VCF no se podrá equivocar. Tendrá que buscar y encontrar, con un presupuesto alejado de alegrías y despilfarros, un mediocentro capaz y un delantero de calidad. La doble M de Mestalla, Mateo y Marcelino, ya está en ello. Hay gestiones avanzadas, se han hecho contactos y lo que tenga que venir al VCF será poco, pero bueno, porque si lo que ha de venir no mejora lo que hay, no vendrá. Así de simple. Los nuevos cromos darán un segundo aire a un equipo base que el público ya se conoce de memoria, potenciarán la competencia interna de una plantilla corta y serán una nueva inyección de energía para que Marcelino se devane los sesos con las diferentes posibilidades para confeccionar el once los domingos.
De propina, algo que no tiene precio. El puñetazo de realidad a los badulaques que siguen, erre que erre, intentando ningunear a la hinchada del Valencia. Apoyados en la memez suprema del “vete ya” y en el sobado mantra de una afición a la que no conocen y se atreven a etiquetar como “la peor de España”, los profetas del ridículo tuvieron que buscar una cueva profunda nada más ver la Avenida de Suecia antes del choque ante el Barça. Un hervidero humano se echó a la calle para demostrar que, en fidelidad e la ilusión, muy pocos pueden competir con Mestalla. El hincha ché exige, porque paga y porque puede. Estuvo ahí, al pie del cañón, cuando el Valencia corría el riesgo de desaparecer. No tiró la toalla cuando, en los años de plomo, el equipo parecía varado. Y este domingo, con una energía volcánica, soñó más fuerte que nadie para impulsar a su equipo. Fue una lección, otra más, de la “peor afición” de España. Una que merece algo más de respeto, porque en tiempos de negocio, sigue fiel a su sentimiento. Que no se vende ni se compra, porque no está en venta, porque no hay dinero que pague un estado de ánimo, ni una pasión inexplicable. El fútbol es de la gente. Ese fue el gran secreto del éxito de Jaume Ortí, que en paz descanse. Jaume ganó títulos, pero conquistó algo mucho más preciado, el cariño de la gente, el sentimiento, la identidad, una sonrisa eterna y una peluca entrañable. Un Valencia bonico. Lo mejor de la vida no tiene precio, ni se puede comprar con dinero.