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Los amigos de Peter

8/10/2021 - 

VALÈNCIA. Hace siete meses, a comienzos de marzo de este año, supimos de la existencia del Príncipe de Johor, el soberano de sangre azul de un pequeño estado malayo que, según las informaciones que nos llegaron, era amigo de Peter Lim. El príncipe encantado (de conocerse) estaba dispuesto a comprar una parte del accionariado del Valencia que adquirió en 2014 el mangante (no es una errata) singapurense con la única condición de gestionar la parcela deportiva del club. La operación hacía vislumbrar un rayo de esperanza para el futuro del Valencia, ya que, por aquel entonces, el equipo andaba a la deriva por la liga española gracias a la nefasta gestión del director deportivo, un señor que dice presidir también la entidad mientras se pone ciego cada día en el Bar La Deportiva. El aficionado pensó que peor que tal personaje solo podía hacerlo un mono con platillos, así que apostó por el de Johor recordando que, en los cuentos, el príncipe siempre acude al final a salvar a la desvalida. La cosa quedó en nada, para desilusión general, porque Lim se negó a desprenderse de una parte de su juguete o, quién sabe, si porque el soberano malayo no era tan amigo del mangante como pensábamos.

La semana pasada, Miguel Zorío, que es el Stefano Fiore de nuestro accionariado, que siempre está ahí pero nunca acaba de concretar nada, presentó su oferta de compra de acciones a Peter Lim para hacerse con el control del club y devolvérselo “a los valencianos”. En su alocución pública, Zorío relató que le hizo llegar la oferta de compra al máximo accionista a través de “uno de los mejores amigos de Peter Lim, que está por encima de él en la lista Forbes”. Solo tres días después, Meriton, con su habitual transparencia comunicativa, emitió un comunicado en el que, además de reafirmarse en la voluntad de no vender el club (hay mucho que robar todavía antes de liquidarlo completamente), señalaba que el máximo accionista deseaba “clarificar” que desconocía a qué amigo se refería. 

En la misma comparecencia de prensa, Zorío afirmaba que Anil Murthy y el resto de vividores que dicen gestionar el Valencia solo eran unos “mandados muy bien pagados” y que su relación con Lim era la habitual de jefe-subordinado, en este caso, la de mangante-aprovechado. Nunca la de amigos del dueño del club a costa del que viven estupendamente.

Todos estos datos parecen no tener ninguna conexión entre ellos, pero me han impulsado a pensar en cuál es el origen de la tragedia, la verdadera razón por la que Peter compró el Valencia y se resiste a cederlo, de la misma manera que Donald Trump peleó por conservar la presidencia de los Estados Unidos con mentiras, embustes y golpes de estado, pese a las evidencias que le despojaban del poder. Lim no tiene amigos. Ninguna de las personas que han fingido ser amigos del millonario singapurense lo son en realidad. Por ello, Lim tuvo que aferrarse a algo material, que podía haber sido una mansión con parque de atracciones para atraer a los niños, como hizo Michael Jackson, o una isla en la costa brasileña, como Ricky Martin. Pero no, tuvo que ser un club español de prestigio el juguete que le consolara de no tener con quién pasar un rato divertido un sábado por la noche. El Valencia ha hecho olvidar al mangante esa soledad, con momentos tan entrañables como esos días en los que se reunía en las finales de Champions para comer con jeques, reyes, mafiosos, negros, blancos y amarillos, en fin, con gente como él, que no tiene amigos y que se ríe recordando cómo regaló a Parejo a uno de sus rivales o se gastó 10 millones de euros del club, no suyos, fichando a Aderllan Santos. 

El día en que a Lim ya no le divierta su pasatiempo o prefiera cambiarlo por una compañía aérea o una escudería de Fórmula-1, cuando deje el Valencia sin un euro en las arcas, en las categorías inferiores del fútbol español y descapitalizado, como una empresa que no vale nada, tendremos el consuelo, al menos, de haber ayudado a un pobre hombre sin amigos a superar su tragedia personal.

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