VALÈNCIA. Morales y Roger. El Comandante y el Pistolero. Pueden estar mejor o peor, pero siempre en mi equipo. Van a pasar muchos años hasta que tengamos otra pareja que rinda a este nivel tanto tiempo y en la que encontremos esa luz inagotable entre nubarrones. Un lujazo. Sigamos disfrutamos de ellos. Son patrimonio del club y siempre hay que estar al lado de los que sienten el escudo a fuego; dejándose la piel en las buenas y aún más en las malas, que es cuando más mérito tiene. Porque el fútbol, y sobre todo en una entidad como el Levante, se alimenta del sentimiento, de los referentes, de la identificación, y si nos desviamos unos milímetros de estas líneas maestras, el destino está escrito y es el que nadie quiere. Está claro que el ‘11’ y el ‘9’ tienen una fecha de caducidad y hay que saber manejar los tiempos porque no van a estar ahí para siempre salvando la papeleta. Son carácter, entrega y actitud. Los eslabones más firmes de la resistencia. Un binomio que ha crecido de la mano, desde el filial. Los de siempre.
Bigoleador ante el Villarreal, Morales alcanzó los 58 tantos en la máxima categoría y ha fabricado otros 26. Su ascendencia va mucho más allá de unos números e incluso del brazalete que luce semana sí, semana también, salvo ante el Espanyol, aunque lo intentó, y eso que cinco días antes temimos lo peor cuando se marchó del césped de San Mamés en camilla y entre lágrimas. Porque no es indestructible. Lo que sí lo es su compromiso absoluto y en la categoría que sea. Dudar del capitán lo más mínimo es un atropello y olvidar todo lo que ha hecho por un club al que por supuesto siempre agradece que le abriera en su día las puertas de Primera. Y tengo clarísimo que le ha dado más al Levante que al revés. Y lo seguirá haciendo. Luchará hasta el final por evitar caer al precipicio y si no es posible, ahí estará para recuperar el terreno perdido. Para ello habría que sentarse y reajustar su contrato porque quedaría libre en caso de descender a Segunda División. Ya bajó un escalón en el disgusto de la temporada 2015/16 y siguió alzando la bandera del ‘Orgull Granota’, cuando pudo seguir su camino fuera de Orriols, porque no se ve con otra camiseta. Es un honor tener a un futbolista como Morales. Me representa una y otra vez.
A Roger le ha costado muchísimo más construir su historia. Y muchas veces (y me incluyo) no hemos sido justos con él. Ahora en un esquema que no encaja en sus cualidades porque le toca hacer muchísimas más cosas que chocan con su cualidad más característica. El Pistolero es definición, es letal dentro del área y con este dibujo debe currar hasta el extremo y lo está consiguiendo sin rechistar, con ese fuego interno que le genera ir al límite. Se ha reciclado por la causa del milagro de los milagros. Baja al barro. Es un incordio. Jamás tira la toalla. Gracias a que fue una ‘mosca cojonera’, el Levante empezó a hundir al Submarino. No está teniendo los registros goleadores acordes al dorsal que luce a su espalda, e incomprensiblemente se le señala por ello.
Nunca voy a olvidar que hubo un iluminado que no lo veía como un futbolista de Primera División. Menos mal que apareció Tito y decidió darle galones y edificar un proyecto ganador con él como referencia ofensiva. Una estructura de la que aún se sustenta el presente, por mucho que se quiera incidir en las apuestas que salieron rana. A veces perdemos la memoria y hay que refrescarla. Roger se ha ganado a pulso ser protagonista y creo que también seguirá al pie del caño si hay que dar un paso atrás para coger impulso. El sábado se marcó un partidazo sin ver puerta y celebró los tantos incluso con más efusividad que si hubieran llevado su firma. Otro que me representa.
Morales y Roger logran enterrar la indiferencia. Ese desapego que desafortunadamente se ha apoderado del levantinismo porque se han hecho muchísimas cosas mal. Es difícil de comprender a este Levante. No es la primera vez que digo esto, pero es que es la puñetera sensación que me queda después de partidos como el último. No sé si ilusionarme o estirarme de los pelos. Es lo que nos ha provocado este equipo tantas veces que he perdido la cuenta. Es desesperante. En manos del vestuario está reducir distancias y cambiar la hoja de ruta o de nuevo ensuciarla. No hay que radiografiar ningún planteamiento más allá del encuentro inmediato. No tiene sentido ni hacer cuentas ni nada de lo que se parezca porque cada vez que se ha mirado a lo que hacían los rivales directos se ha metido la pata. Hay que afrontar con el cuchillo entre los dientes lo que queda y ya veremos. Hay que morir matando en estos ocho capítulos que restan y bajar con dignidad si al final toca decir adiós al primer nivel del fútbol nacional.
Me cuesta subirme al carro de la esperanza. No tengo mucha confianza porque cuando hemos sacado la cabeza, que han sido pocas veces, la hemos tenido que esconder al instante. Sigo siendo realista, el milagro es muy complicado. Además miro de reojo el calendario y me echo a temblar, por mucho que luego se acabe mostrando la mejor imagen ante rivales de mayor potencial como un Villarreal que no dio descanso a ninguna de esas estrellas para los cuartos de final de la Champions. Va a ser mejor no creer, frenar la euforia al mínimo brote verde, no pensar en positivo y que sucedan los acontecimientos como el sábado. Pocos esperábamos volver a casa con una sonrisa, aunque luego pueda no servir para evitar la caída. Que nos quiten lo bailaó.
Es que cuando nos hemos ilusionado, la alegría ha durado muy poquito y ha pasado a transformarse en una rabia tremenda por los partidos que no se debían haber escapado. Pasó tras ganar al Mallorca y luego después del ciclo de siete puntos de nuevo contra el Atlético, Celta y Elche. Es noticiable que el Levante haya dejado por fin de ser colista. Lo era desde la decimocuarta jornada. Ahora la distancia con la permanencia es de seis puntos, más el golaveraje perdido, con el Cádiz, y quedan 24 por disputarse. Ni Alavés, ni Mallorca, ni el propio conjunto gaditano, ni Granada, ni Elche han ganado esta jornada y van a seguir pinchando. ¿Hay tiempo? No soy quién para cortar las alas a los que crean más que yo en una gesta que pasaría a la historia.
Morales y Roger han conseguido que el domingo volvamos al Ciutat con el cosquilleo acorde al partido ‘disfrutón’ que se avecina contra un Barcelona que va lanzado y ya ha asaltado la segunda plaza. Que sí, que está muy complicado, pero el simple hecho de sentir que se va a competir es un regalo. Estoy seguro de que el equipo va a mostrar su cara buena para intentar frenar a la ‘Xavineta’. Es cierto que muchas veces nos conformamos con muy poquito. Lo que simplemente pide la afición es dejarse la piel y con ese espíritu combativo, guerrero e intenso, la unión es absoluta y el resultado queda en un segundo plano, aunque lo único que ahora vale es ganar sí o sí. Porque la lucha no se negocia y ese ha sido un peaje que ha costado muchos dolores de cabeza.