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opinión 

Los hombres que nos gobernaron

3/10/2019 - 


VALÈNCIA. Una serie de sucesivas desdichas nos llevaron hasta aquí. Hace cerca de 12 días -recordaba Paco Polit- el supuesto dirigente Víctor Vicente Bravo hubiera cumplido 56 años, justo una década después de estar a centímetros de quedarse con la propiedad del Valencia y, presumiblemente, proceder a su paulatino vaciado. Todo tras haber colado un falso holding hospedado en una web de lencería femenina como aspirante solvente para dominar la SAD.

Hace dos días la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia condenaba ex propietario del Valencia Juan Soler a dos años de cárcel por el intento de secuestro de otro expresidente del club, Vicente Soriano, así como por una tentativa de robo en casa habitada, informaba Loreto Ochando, periodista deportiva por accidente, desde los tribunales. 

Soler, Rachid, Ciro y Tati planearon, a través de unos sicarios, retener a Soriano hasta que solventara la deuda que contraía con Soler. 

En ocasiones conviene plasmar lo ya sabido para subrayar aquello que por pura supervivencia hemos digerido a trompicones. Son los hombres que nos gobernaron. La calaña de dirigentes que debían hacer avanzar al Valencia hacia la época moderna, esto es, la de los bólidos con capacidad para generar escalas económicas a partir del reconocimiento internacional. Debían ser los conectores de un Valencia que estaba en condiciones de aprovechar un avance deportivo sólido, reconocible y brillante.

No solo no fueron nada de eso, sino que condenaron a la sociedad a vagar por la inopia del que solo se mantiene por supervivencia.

Formalizo el contexto porque frente a los que consideran que ‘lo del Valencia’ es una especie de gen maligno, inherente al club, defenderemos que más bien es lo opuesto: el empeño -tal vez demasiado invisible- por reponerse frente a una debacle tan grande, tan sostenida, tan cutre, que se hubiera llevado por delante a cualquier institución sin pilares robustos. Contemplar un Valencia-Ajax de Champions apenas el día después de la condena a Juan Soler es un principio de oxímoron. 

Desde luego esa espiral de hombres muy nocivos debilitaron el club hasta el extremo de dejar la puerta abierta a los experimentos. Seguir esperanzados y con la energía suficiente para no transigir con las fechorías más recientes es, pese a toda la retórica barata en torno al valencianismo, la mejor victoria un juicio y un intento de secuestro después. Para condena, esta herencia. 

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