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Los pies en el suelo

19/01/2021 - 

VALÈNCIA. Nadie puede ilusionarse ante este Valencia CF si aplica una perspectiva global del club. Nadie sensato, claro. Ni tan siquiera cuando técnicos de clubes de más baja categoría lanzan elogios por doquier: lógico y normal, ya que mejora lo que ellos mismos tienen y, además, mejor es dejarse abierta la puerta del máximo accionista, porque no deja de ser un club, este Valencia CF, posible y alcanzable para muchos técnicos de perfil no tan consolidado en la élite.

Pero si agudizamos el ángulo de la lente y apuramos sus contornos hasta centrarnos en un único punto, este Valencia CF está llamado a resurgir y, con ello, el valencianismo podrá respirar un poco con esa ráfaga tan aliviadora que dan el optimismo y la ilusión. No podemos mirar más allá del campo y de lo que en él se cuece jornada tras jornada, para ver cómo este grupo, con muchos futbolistas muy implicados ahora mismo (y no siempre fue así), intenta hacerse acreedor de poder lucir este escudo en su pecho. Otra cosa es que haya jugadores que, a pesar de todo, no tienen la calidad necesaria para tenerlo, pero eso ya no es tampoco culpa de ellos, sino de quienes los ficharon. Bueno, también hay alguno que sí es culpable por cómo están esforzándose para salir de su bache de juego.

Acumular tres victorias contra tres equipos que están varios peldaños por debajo de ti no puede darte excesiva euforia ni demasiado optimismo; no obstante, debe darte esperanza de que poco a poco este equipo se vaya cogiendo a la dignidad como resquicio. Hay un momento en el que los nombres deben dar paso a los hombres y si Guedes no está, pues que juegue otro que sume más que él. No hay misterio. Si Mangalá no está…pues es lo que hay. Esa es la cara B de este disco rayado: la de nombres poco útiles que tiene la plantilla en estos momentos. Pero no quiero ahora criticar esto: el valencianismo debe aferrarse a ese perfil peleón de clase media que tiene buena parte de su plantilla, con dos jugadores de máximo nivel (Gayá y Maxi), con otros tres de nivel medio-alto (Soler, Paulista y Wass) y otros cuantos que están evolucionando (Vallejo, Racic, Yunus, Diakhaby y Lato principalmente) junto a aquellos que ya aportan algo menos o casi nada, por muy diversos motivos: lesiones (Gamiero o Cheryshev), falta de actitud o de calidad, etc. Y en esa otra balanza, tenemos la creciente aparición de Koba Koindredi, que tiene aspecto de buen futbolista, y ese afán de superación que quiere mostrarnos el pobre Correia, al que no puedo criticar, después de los palos (bien fundamentados) que todos le hemos dado. Sigo dudando de que el luso tenga nivel de primera división, al menos en el lateral, pero me vuelvo a poner de pie ante su actitud, valiente, honesta, entregada y digna. Comete fallos en defensa que son para matarlo, pero el chico lo sigue intentando una y otra vez. El día que afine su acierto se habrá ganado un sonado aplauso de la grada de Mestalla, porque tarde o temprano todos y todas vamos a volver, incluso los que están vetados por el club. Y ahí no habrá refugio posible ante los silbidos o ante los aplausos, tanto para jugadores, cuerpo técnico o directiva.

Otro caso curioso: en la mano de Kang In está hacerse más parecido a Guedes o asemejarse a ese ímpetu de Vallejo o Correia. Porque este chico debería ser la referencia en la construcción del ataque valencianista y, de momento, es una leve señal, intermitente, que está asociando incorrectamente intensidad con revoluciones o agresividad. Si el jugador quiere caer del lado de los jugones que se miran el ombligo, adelante, está en el camino ya casi; sin embargo, si quiere pasarse al grupo de los peleones, será el rey de los ciegos, porque es el que más calidad tiene, a título personal. Si quiere ser importante, ahora es el momento de dar ese paso hacia adelante, de pedir respeto en el terreno de juego, asumiendo lo que es jugar en este club: que sea el más artista de los peones, porque Guedes, de momento, se sigue enredando con sus juegos malabares. Y no me basta que mañana salga el futbolista portugués y marque un golazo, porque sé que tardará diez partidos más hasta que vuelva a sumar. Y costó un dineral el muchachín.

Me ilusiona, pues, que todos tengan conciencia de que este club tan grande está pasando un momento delicado no porque el fútbol (y su historia) tiene inercias, sino porque está gestionado con mala gana. Pero más allá de esto, confío en que la calidad que nos falta en muchas líneas se compense con el orden, el sacrificio y la entrega incondicional, porque solo así podemos salir de ahí abajo y escalar hasta posiciones algo más honrosas para este club. Lo mismo digo en la copa, que me parece el único camino posible (al menos el más corto), a estas altura, a Europa. Confío en Javi Gracia, Chema Sanz, el resto del staff técnico y en la categoría humana de este vestuario, que rezuma valencianismo. Creer en algo más que no sea dar la cara y competir al máximo con los que tienes es confundir ilusionarse con hacerse un iluso, es decir, creer que lo que vemos es la realidad cuando, en verdad, se trata de un espejismo. Analicemos estas tres victorias con objetividad si realmente queremos poner los pies en el suelo.

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