Al mínimo soplo, saltan las alarmas. Da igual que sea la no celebración de un jugador descartado o la defensa de una adolescente ante los ataques de la masa. Soplaré y soplaré y tu casa derribaré. Y vuelta a empezar. A correr del lobo
VALENCIA. Que quieren que les diga. Que esto es un castillo de naipes. Que somos el nuevo Pupas. Que vemos los torneos europeos por la tele. Que los martes son un día normal. Que en estos días de lluvia, hace no mucho, deseabas llegar a casa casi a las doce de la noche, helado, quizá calado, pero contento por una victoria europea. Y en el camino a casa, en el coche, saboreabas de nuevo con cada comentario, con cada narración y con cada declaración de los jugadores los tres puntos que te llevabas en el zurrón.
Que hace más bien poco, en liga, competíamos en el Calderón. Lo tengo fresco porque tengo una trasera del Súperdeporte en la despensa donde guardo las patatas, cuando Nuno entrenaba sin creerse Dios y Otamendi tenía pinta de ser el próximo central que iba a hacer historia. Que ese periódico, que ahora solo sostiene tubérculos y barro, es la metáfora perfecta de las aguas pasadas que no mueven molino. Que nos sirve para ejercitar la nostalgia y poco más.
Confiamos en García Pitarch para resurgir de aquellas cenizas. Es valenciano y valencianista, esgrimíamos como argumento irrefutable en el que no cabe error posible. Pero nada. Suso no sabe o no puede. Y lo primero lo pongo mucho en duda. Por lo tanto, tan solo la segunda opción cabe en el imaginario valencianista. García Pitarch propone, y Dios Lim dispone. Aunque ahora, Lim tiene más de diablo que de deidad. Pero es el que todo lo controla, que por algo se ha comprado el Valencia. No nos ha comprado a usted ni a mí porque quizá no se lo haya propuesto, pero realmente, juega al PC Fútbol de verdad, con los números de verdad y los jugadores de verdad. Y le da igual que usted tenga que comerse el puro cuando marca el Granada o que su vecino el madridista saque pecho con cada traspiés de los descendientes de Montes y Cubells. Tiene el mismo sentimiento que cuando comprábamos el Tropezón de Tanos en el juego de ordenador: ninguno. Tan solo el presumir ante los colegas. Y no palmar mucha pasta. O, a ser posible, ganar algo como sea. Que esto es un negocio, no lo olviden.
Y todo eso, quieran o no, se ha de notar en el vestuario. El club, sin un Vicente Peris o un Salvador Gomar como referente puede que sea un reflejo de lo que pasa cada noventa minutos de la semana. Aunque, a estas alturas no se que fue primero, si el huevo o la gallina. Ya les digo yo que honrados en el fútbol de élite habrán pocos ya. Pero estamos tan débiles como la primera casa del cuento de los tres cerditos. Al mínimo soplo, saltan las alarmas. Da igual que sea la no celebración de un jugador descartado o la defensa de una adolescente ante los ataques de la masa. Soplaré y soplaré y tu casa derribaré. Y vuelta a empezar. A correr del lobo. Que le pueden poner la cara que ustedes quieran. La del periodista que no comulga con sus ideas, la del estamento arbitral que sabe de la flojera blanquinegra, la del editorial que te dedican porque hay que incidir en que estás mal sin pinta de recuperar o incluso la del bufón chiringuitero haciendo de imitador del pensador de Rodin, versión balompié.
Porque servidor no cree que esto sea la performance de todas las performances. Un #mannequinchallenge morrocotudo en el que juegan todos, jugadores y oficinas, menos Prandelli, desesperado en la banda de Mestalla y buscando opciones hasta en el diván para sacar esto a flote. Esto es algo serio. Esto habla de competir no ante Sevilla, Atleti y Villarreal. Esto habla de luchar contra Leganés (¡amunt Rober!), Osasuna, Depor y Granada. Soplaré y soplaré y tu casa derribaré.
Para empezar, que no es poco, esta semana tiene el lobo cara de Sevilla. Dispuesto a soplar muy fuerte. Hasta para hacer su propia versión del cuento y tirar abajo la casa de ladrillos. Las redes, esas gradas perpetuas repletas de ultras en un after, seguro que ya están pidiendo a los chicos de Nervión aquello de Bilardo para con nosotros. Huelen la sangre, nos tienen cogida la medida y no van a mostrar piedad si enseñamos la yugular. En su semana bianconeri, quieren hacer pleno y brindar con sorna por nuestra memoria. Y nosotros solo tenemos a Prandelli, la protesta y alguna manera de hacer ver a Lim que, a este camino, el lobo va a ganar en el cuento.
Y oigan, que uno ya está mayor para aprender cuentos nuevos. Y cuentos chinos, menos. Y ya ha visto la segunda división en Mestalla. Y, en este caso, cualquier tiempo pasado no fue mejor. Se lo puedo asegurar. No hay ningún departamento de marketing que me convenza de lo contrario.