VALÈNCIA. ¿Este Levante solamente muestra su versión más reconocible en su conjunto cuando toca fondo, le ve las orejas al lobo o después de que le propinen una bofetada a base de golpes repetitivos? Llevo unos cuantos días que me hago esa pregunta y no me atrevo a dar una respuesta correcta. Espero que llegue cuanto antes ese momento en el que no me sienta pasajero de una montaña rusa, que cambie este presente de idas y venidas, de volantazos pletóricos, de no saber por dónde discurrirá el agua y que lo que sucedió el domingo quede en un accidente: esos 45 segundos minutos de desconexión general y hundimiento que ensuciaron unos primeros muy dignos. Pese a esas dos caras, por supuesto que no me voy a bajar de esta locura antagónica en la que ahora se mueve el equipo, pero es necesario un equilibrio. En Orriols hay una línea muy fina que separa el éxtasis de la frustración. ¿Hay que convivir con este panorama lo que resta de curso? Espero que no. La derrota en el Coliseum, la primera allí de la era Paco López después de haber ganado los dos precedentes anteriores, reafirma que sin concentración y en cuanto se baja el pistón, el equipo es vulnerable y el desplome es reprochable. Da más rabia todavía después de percibir que Europa es posible y aún lo sigo pensando pese a caer en la capital. “Es para hacérnoslo mirar”, reconocía Morales. ¿Es necesario llevarse un rapapolvo así para reaccionar?
El Levante me desconcierta. Poco más de un mes ha pasado del 0-1 del Espanyol en el Ciutat y tras esta única derrota en casa de la temporada las hemos visto de todos los colores: la resurrección a base de orgullo y fútbol en San Sebastián, la machada al Barça con Messi, la remontada en contra sufrida en San Mamés después del gol a balón parado de Postigo sin apenas haber hecho mucho más, el triunfo al Mallorca en el que Aitor Fernández y la madera se aliaron en la prolongación, y una segunda parte nefasta en Getafe con dos de los cuatro tantos nacidos para colmo de la pierna derecha de Jason. Con final feliz o desenlace trágico, una amalgama con el mismo nexo de unión: con intensidad se ganan partidos y sin ella se pierden.
De la derrota en el Coliseum chirría que fuera a base de estocadas ‘made in Getafe de Bordalás’. El vestuario lo sabía y la cara de Paco cuando le enfocaban en la tele era un poema después de cada tanto que calaba más que la tromba de agua que caía desde el primer minuto. Hasta lo avisó Aitor Fernández en el gol de falta de Timor. Sus gritos los escucharon todos los que vieron el encuentro desde sus casas, por los micrófonos de ambiente, y sus compañeros que estaban en la barrera no le hicieron ni caso. “Que no pase por debajo”, se desgañitó el portero que más para de LaLiga, a sabiendas de cómo se las gasta el conjunto azulón en esas jugadas de estrategia. Un esperpento. Ese fue ya el definitivo 4-0. El Levante no compareció tras el descanso, lo echó todo al traste y el Getafe se paseó para sumar 11 de los 15 últimos puntos, asentarse en la séptima plaza (24) y tener a tiro la zona de Champions que cierra la Real Sociedad con 26. “Todo mal. Nada nos salió bien en la segunda parte”, manifestaba un Morales directo y sin medias tintas.
Aquella derrota contra el Espanyol se veía venir, la temía y generó una preocupación superlativa por lo que sucedió sobre el campo y lo que se avecinaba en el calendario. La reacción fue más devastadora que el grado de pesimismo que reinaba. Seis días de locura y el notición de que las piezas por fin encajaban. Por aquel entonces, que parece que ha pasado un mundo, ni por perder ante los pericos, que siguen sin ganar desde aquel 27 de octubre en el debut de Machín, todo era caos y destrucción, ni por tumbar al Barcelona en siete minutos de plenitud había que vivir entre charanga y confeti. Ahora, la percepción es que contra Athletic, Mallorca y Getafe, con la alegría ante los baleares como único botín, se ha escapado un tren para soñar en grande, pero aún hay estaciones en el camino para subirse a otros. Porque además no hay que obviar que el Levante transita en una cómoda undécima plaza en la antesala del Derbi, a cinco puntos de la sexta plaza y siete por encima de los puestos de descenso. Ni que en la primera parte contra los azulones se hicieron muchas cosas bien y a eso hay que aferrarse.
El objetivo es la permanencia, más de cara a un proyecto en el que habrá que cumplir las promesas que cautivaron a los presentes en la anterior Junta de Accionistas (el día 16 será la próxima) con un par de vídeos muy ‘curraos’, pero insisto en que hay dejar atrás ese mínimo que es la supervivencia porque hay argumentos para que los 110 años de historia que se celebran no acaben siendo los de una temporada de nuevo de sufrimiento hasta el último suspiro. No creo que el vestuario se conforme y a la vez repito que es primordial inyectar un pistón más de exigencia de puertas para dentro. Porque el Levante se ha frenado, como si tras el 3-1 al Barcelona hubiera ganado además una tregua para poder dejarse seis puntos de los últimos nueve y que nada pasara porque en San Mamés y en el Coliseum se puede perder. Quiero pensar que no es así porque hasta el más torpe del lugar sabe que en la máxima categoría se penaliza la relajación y la apatía. Aunque resulte extraño, no entro en el principal motivo del desastre en Getafe, la sangría en las acciones a balón parado, sobre todo la defensa de los saques de esquina, porque sé que al cuerpo técnico le está quitando muchas horas de sueño y no voy a atizar en lo evidente.
Factores al margen, este equipo es el mismo que es capaz de ganarle al líder (Barcelona) y al actual cuarto clasificación (Real Sociedad) y de despeñarse en un estadio donde había salido por la puerta grande en sus dos últimas visitas. Asumo que de momento todavía habrá que convivir con esta bipolaridad hasta encontrar el equilibrio deseado. Así es el Levante y sus maneras de vivir. Ahora llega al Ciutat un Valencia con la mente también en el duelo trascendental de Champions del martes siguiente en Amsterdam. Me molan mucho estos partidos y la verdad es que a medida que Jason hacía estragos pensaba que hasta era mejor que el correctivo fuera cuanto más doloroso mejor para que se repitiera la terapia posterior al Espanyol y el vestuario se volviera a decir las cosas a la cara. Es imperdonable repetir la imagen de brazos caídos, más en Orriols y en un encuentro que la afición tiene señalado en rojo en su calendario.
El Derbi es otro rollo y no es necesario motivar a unos jugadores que son conscientes de lo que hay en liza además de los tres puntos en disputa y que deben estar al margen de que pitará Medié Jiménez, el mismo árbitro del gol de Coke anulado en Mestalla o el del talón del año pasado de Morales ante el Villarreal para invalidar el trallazo de Rochina. Para el partidazo, Paco recuperará al ‘Metrónomo’ andaluz. La primera reválida del ejercicio 19/20 sin Campaña salió rana. Se le peló el cable ante el Mallorca, ha aprendido del error y el Levante lo echó de menos. Es clave en el ADN de Paco. Es necesario para alcanzar el equilibrio. Con sus riesgos en esos momentos de atrevimiento, la claridad con balón nace de sus botas y la realidad es que no hay un ‘plan B’ de un rol similar cuando no está en el terreno de juego. Hay piezas necesarias y una es la suya.
El verdadero ‘Orgullo Granota’
El sábado es un día señalado por batallar un año más contra el vecino, pero aún más lo que se vivirá esta tarde en el Palacio de Congresos que tiene más valor que lo sucede en el terreno de juego. El Levante y la Fundación 'Cent Anys' presentarán el documental 'Maneras de vivir', que relata los últimos doce meses en la vida de diez deportistas con discapacidad física o intelectual compiten, disfrutan y se superan en las distintas secciones del club. Sobre todo me siento orgulloso de ser granota por ellos, por estos héroes que dibujan sonrisas y los que les acompañan en esta travesía plagada de corazón y con una riqueza humana incalculable. Hace unas semanas tuve el privilegio de ver un ‘teaser’ que me emocionó y hoy seguro que derramaré alguna lagrimilla que otra. Gracias por permitirme poder sentir a corazón el verdadero ‘Orgullo Granota’.