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opinión politizada / OPINIÓN

¡Manos a la obra!

7/06/2023 - 

VALÈNCIA. El Valencia Club de Fútbol se salvó en la última jornada gracias a que hubo tres equipos –cuatro, en realidad- peores que ellos, como ya avanzamos hace muchas semanas. A pesar de que no había nada que celebrar, hubo quien sí quiso hacerlo: esa fotito de la plantilla en el vestuario del Villamarín, para vergüenza de muchos de los empleados del club que sintieron bochorno ante el gesto, fue el colofón definitivo a una temporada de estulticia por parte de varios de esos futbolistas.

La realidad es que, en un Valencia como el que conocimos hace no demasiado, no más de media docena de jugadores sobrevivirían este verano en plantilla. El resto, con otra directiva más capacitada al frente del club, tendría que estar buscándose ya casa en su próximo destino.

Porque han sido muchas, eh. Muchísimas. Este año la cantidad de despropósitos en esa caseta ha superado de largo lo tolerable por cualquier entidad deportiva. Desde chavales montando fiestas en sus chalets en el tramo final de competición, cuando el equipo todavía tenía el agua al cuello, hasta actitudes lamentables que Rubén Baraja ha capeado en los últimos meses mientras se mordía la lengua por un lado y resistía el impulso a cogerles del cuello por el otro. Sin necesidad de dar nombres, ellos mismos deciden ponerse en el disparadero: las declaraciones de Castillejo ayer, la inadmisible autoexpulsión de Yunus en Sevilla o, como epílogo para toda esta infamia, el hecho de negociar una prima por –atentos al objetivo- lograr la permanencia. Como si a ustedes les diesen un premio por ir a trabajar cada día.

Ya lo dice el refrán: «Cuando el gato no está, los ratones bailan». Y se ha bailado mucho este año. Libremente y sin nadie en los escalafones superiores del club que alzase la voz para imponer firmeza entre la colonia de roedores. Porque en un club la exigencia nunca va de abajo a arriba; siempre va de arriba a abajo. Con un propietario más preocupado de agasajar a Cristiano Ronaldo en Singapur que de la permanencia de ‘su’ club a lo largo del fin de semana, es fácil imaginar el panorama entre sus súbditos. Mejor no alzar la voz ni moverse demasiado, por si las moscas.

El lunes, 24 horas después de certificar que el Valencia seguirá un año más en Primera –me niego a denominarlo “salvación”, porque eso jamás pasará en el club mientras Peter Lim siga al mando-, un escueto comunicado en redes dio el pistoletazo de salida a la rutina veraniega de Meriton: manifestar que vas a cambiarlo todo para que todo siga igual.

Lo hemos visto en 2023 («tendremos que hacer reset y reconstruir nuestro club para los tiempos exigentes que se avecinan tras una mala temporada»), como también lo vimos en 2021 («entendemos vuestro descontento, podemos y debemos hacerlo mejor»), en 2020 («hay que analizar y hacer reflexión para mejorar de cara a la próxima temporada») o 2019, cuando recién despedido Marcelino y con el club envuelto en llamas, aquel escueto tuit nocturno y alevoso nos recordó que esto «es lo que hay» con Meriton gestionando. La diferencia es que, aquellos años, era Anil Murthy quien dictaba –o escribía directamente- esas palabras y no había nadie que le creyera; ahora los comunicados emanan directamente de la mente de Layhoon… y sigue sin haber demasiados creyentes a los que vaya a calarles el mensaje.

Por fortuna para Meriton, el verano siempre les concede muchas oportunidades para vender su género en aquellos puestos ambulantes que se lo quieran comprar. Al estilo de los entrañables Manolo y Benito, ya se han puesto “manos a la obra”: el ‘Ñapas CF’ ya tiene la pintura preparada, en el sentido literal y metafórico. Ayer ya andaban varios operarios dándole la primera manita de color a la fachada del estadio en su zona de taquillas: ya que les pilló el ‘toro’ con el centenario de Mestalla en mayo, al menos que el arranque de la próxima temporada sea visualmente algo más decoroso.

Pero los cambios estéticos no acaban ahí: también la búsqueda de un nuevo ‘dircom’ en el club obedece a ese deseo de parchear con algún que otro arreglillo cosmético las monstruosidades comunicativas que se han perpetrado en las últimas temporadas. Le deseo suerte al que va a aceptar semejante ‘embolao’ (si no se ha hecho oficial todavía cuando se publiquen estas líneas, estará al caer), porque equivale a aceptar una pistola de agua para intentar apagar un incendio forestal. A diario. Quién sabe: quizá algunos de los periodistas más críticos con la propiedad dejemos de estar apestados por el club y podamos disfrutar de alguna entrevista de vez en cuando, pero eso no cambiará la realidad ni la situación de desamparo que vive la institución. Ni tampoco nuestra praxis profesional y lealtad hacia nuestros oyentes o lectores.

Quedan en la recámara varios botes de pintura más para las próximas semanas: la renovación de Baraja (o no), las salidas de futbolistas, las nuevas equipaciones de la temporada que viene… Cuando ustedes quieran darse cuenta, estaremos a principios de julio y ya habrá arrancado de nuevo la pretemporada. Y volverá el “dejen trabajar”, el “este año han aprendido” y demás falacias veraniegas que se desmontan con el primer soplido de la competición.

Todo ante la complacencia de una masa social desactivada, resignada en líneas generales con la honrosa excepción de Libertad VCF y algún colectivo más. Gente guerrillera y con principios, pero pocos, muy pocos. Y con Peter Lim frotándose las manos desde Singapur porque el cambio político en la Generalitat y en el Ayuntamiento le acerca a poder mantener intactas las ventajas urbanísticas respecto al Nuevo Mestalla. En lugar de hacer las maletas y marcharse, el magnate también está ya manos a la obra para seguir un año más extrayendo hasta la última onza de beneficio al activo. Porque el exterior podrá pintarse mil y una veces, pero el núcleo del Valencia CF hace tiempo que fue consumido y vaciado.

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