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opinión politizada / OPINIÓN

Tres peores

3/05/2023 - 

Una confesión: la rutina empieza a apoderarse seriamente de mi afición al fútbol. Al menos, en todo lo que envuelve a los partidos disputados por ese ente todavía denominado Valencia Club de Fútbol y que no es más que un remedo asiático ‘fake’ del equipo al que comencé a ver en Gol Xicotet Bajo en 1999. A base de movimientos erróneos dictados mediante su joystick por Peter Lim, han logrado convertir los desastres en previsibles y el drama en un compañero de aventuras diario. De hecho, me jugaría una paella a que, si levantas del suelo a Miguel Ángel Corona y miras bajo su lustroso zapato, allí estará la etiqueta y el código de barras: “Made in Singapore”. Ni siquiera se la habría quitado, porque eso implicaría trabajar algo.

Por eso el batacazo ante el Cádiz no me alteró el pulso demasiado. Es lo que pasa cuando te acostumbras a la miseria. Sí lo hizo la milagrosa victoria ante el Valladolid, con golazo con la pata de palo de un muy buen canterano (Javi Guerra) que se gritó a pleno pulmón. No preocupa el accidente puntual; preocupa la tendencia. Y la tendencia es sufrimiento diario y un milagrito aquí y allá de vez en cuando. Vamos, lo contrario a lo que solía ser el Valencia hace no demasiado. Una receta ideal para el desastre.

Pero el club, maltratado desde su cúpula y sostenido por su gente, tiene algo a lo que aferrarse. Algo, por otra parte, muy valenciano y muy español: la ilusión de que, en un contexto de miseria y destrucción, aún quede tiempo para encontrar tres equipos todavía peores.

El Elche –ánimo a sus aficionados tras certificar su descenso- es ya uno de ellos. Faltan dos. Y, viendo el rendimiento de esta plantilla estos últimos meses y si me das a elegir, esa es la última bala que me jugaré en mi particular revólver mental: ya que eres incapaz de acumular méritos propios para salvarte del descenso, rezar todo lo que sepas para que haya otros dos conjuntos todavía más torpes que tú.

No dejo de alucinar con la normalidad con la que me ha salido esa última frase. El virus de la decadencia y mediocridad que Meriton inoculó en esta ciudad hace una década también causa estragos entre los que, acostumbrados a una visión optimista de la vida, no vemos brotes verdes sobre el césped desde hace mucho tiempo. Demasiado. Ante la incapacidad, la ayuda inesperada de terceros. Ante la inutilidad manifiesta en la confección de la plantilla blanquinegra más desequilibrada del siglo XXI, estampitas de la Virgen y a apretar fuerte el culo para que los demás fallen. A ese punto hemos llegado.

Son días de quinielas virtuales y predicciones al viento, haciendo cábalas desde que te despiertas hasta que te acuestas tratando de adivinar el sitio y rival ante el que el Valencia sumará tres puntitos, un puntito o se comerá un ‘mojón’ en las seis jornadas que restan para lograr una permanencia que ya veremos en qué guarismos finaliza. Quede el ‘corte’ donde quede, los competidores dictarán sentencia; también el Deportivo de la Coruña se las prometía muy felices hace más de una década y acabó cayendo al hoyo con 43 puntazos, diez más de los que campean ahora mismo en el casillero valencianista.

Así las cosas, toca mirar a derecha e izquierda. A un Getafe que, en plena caída libre, ha jugado la carta que el Valencia despreció el pasado verano y ha recuperado a un José Bordalás que no te garantiza la permanencia en el puñado de partidos de quedan, pero sí que los jugadores azulones van a meter la pierna y correr como alma que lleva el diablo. A un Espanyol que buscó a su Rubén Baraja particular y cambió la mala dinámica de Diego Martínez por… una dinámica igual o peor con Luis García a los mandos. Por delante están conjuntos como Valladolid, Cádiz y Almería, a tiro de una victoria.

Por hacerlo sencillo y no complicarnos: basta con hacer los mismos puntos que Espanyol y Getafe en estos seis partidos para lograr la permanencia. O uno menos. O incluso, en el caso del Getafe, dos menos que ellos (es el único equipo de los de abajo con el que el Valencia tiene ganado con suficiencia el goal-average). Sobre ese Valencia-Espanyol de finales de mayo, prefiero no pronunciarme: como la cosa siga así de ajustada, ese partido pinta a drama absoluto. “Los Puentes de Madison” en versión fútbol.

Para esto hemos quedado. Para apostar las escasas fichas que reposan sobre el tapete a que los demás concursantes en esta mortal ruleta deportiva harán gala de la misma inutilidad que el Valencia ha demostrado este año para ganar partidos. Ya (casi) nadie espera un final de campaña apoteósico de este Valencia, con una reacción gloriosa de un histórico de nuestro fútbol con varias victorias consecutivas que permitan afrontar el final de la competición con cierta tranquilidad.

Nos espera un mes de agonía, dolor y sufrimiento –casi tanto como el que vivieron los desplazados a Cádiz para regresar en autobús, en la enésima barrabasada organizativa de Meriton-. De un par de triunfos, ojalá, basados en la fortaleza de un Mestalla que ha aportado más cosas positivas al equipo este año que varios de sus propios futbolistas. Un mes de dormir poco, de dormir mal y de vivir 24/7 con la angustia en el cuerpo para no repetir la debacle de 1986.

Y, para rematar, lo peor de todo: que habrá quien celebre como un éxito indiscutible la salvación en el último minuto del último partido, cuando el mero hecho de estar inmerso en la lucha por sobrevivir en Primera es el mayor fracaso de esta entidad deportiva en lo que llevamos de siglo. Habrá tipos que abrirán el champán a principios de junio –metafórico y literal- cuando lo que deberían hacer es pedir disculpas, coger las maletas y largarse de aquí. Lo verán vuestros ojos.

Y la temporada que viene… vuelta a las andadas.

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