VALÈNCIA. Marieta Jover está lista para la despedida. Su adiós ya tiene fecha, el sábado a las 17.45 horas (Teledeporte), y lugar, en Gallur, en la pista cubierta de Madrid, donde este fin de semana, de viernes a domingo, se disputará el Campeonato de España. Por eso la alicantina no afronta el cierre a su carrera como un homenaje o una fiesta sino como una competición en la que va a intentar saltar lo máximo y, si le dan las piernas, incluso subir al podio en la final de longitud. “Yo voy a competir. Con la cabeza puesta en el foso, en mi entrenador y en mí, como siempre. Sé que es una competición diferente, pero no la quiero ver así. Quiero disfrutar y darlo todo. Quiero ser ambiciosa. El homenaje, por la noche, con una cerveza…”.
A sus 34 años, sorprende que su retirada no coincida con el verano, con el final de la temporada al aire libre, pero esto tiene una explicación. “Yo ya tendría que haberlo dejado, tenía esa necesidad, pero tuve varias lesiones que me impidieron competir, y en septiembre me planteé dejarlo o seguir para dejarlo compitiendo; y yo quería hacerlo donde todo habrían empezado, en una pista de atletismo. Tenía que ponerle fecha de caducidad a esto y mi cabeza y mi físico solo estaban para la pista cubierta”.
La suya no es una retirada dramática. La saltadora alicantina está muy ilusionada con todo lo que se abre ante ella como exatleta. “Me retiro porque hay vida más allá del atletismo y el físico ya no es el que era. Antes hacía dos días de técnica y una competición, y ahora hago una técnica a la semana y me duele la rodilla, me duele el tobillo y me duelen hasta las pestañas. Ahora tengo la docencia, que me encanta, y también me apetece hacer otras cosas y crear una familia”.
Marieta habla de dejar el atletismo donde todo empezó, en una pista, donde metieron a esa niña inquieta, que no paraba desde que empezó a andar con nueve meses y que probó de todo: gimnasia rítmica, yudo, baloncesto, fútbol sala, fútbol 7. “En una competición escolar fui a una pista y el primer entrenador, Nikolai, un ucraniano, me echó el ojo. Durante un tiempo lo compaginé con el fútbol. Hasta que me prohibieron seguir jugando al fútbol con los chicos y entonces me decanté por el atletismo”.
El foso le abrió los brazos a una saltadora con una cualidades excepcionales. En el historial de María del Mar Jover -Marieta desde que su padre, con quien habla en valenciano, le llamaba así- hay récords de España de infantil, cadete, juvenil tanto en longitud como en vallas cortas. Y títulos de campeona de España en todas las categorías. “Dicen que se me daba bien”, recuerda con modestia. “Hubo un año que incluso me quedé a cuatro puntos de un récord de España de pruebas combinadas”.
Poco a poco el atletismo dejó de ser un juego. Marieta se convirtió en una atleta más disciplinada que entrenaba con Salvador Vila. Aunque luego, con el tiempo, entendió que eso, en parte, fue un error. “Esto tiene que ser como un juego. Muchas veces confundimos la profesionalidad con presión, con tener que demostrar a los demás y nos llenamos la cabeza de basura. Solo compites para obtener un resultado que lo marca todo: recibir una beca o ir a tal campeonato. Eso nos hace perder el rumbo. Toqué fondo después de Río 2016 y me puse en manos de Toñi Martos, mi psicóloga desde entonces, y a partir de ahí trabajamos mucho para entender que si estás en la pista es porque lo decides y disfrutas, y entonces fluyes; y cuando fluyes, salen los resultados. Muchas veces te saltas los pasos”.
Su última etapa decidió afrontarla con Cristian Arjonilla como técnico. “Con él recuperé la sonrisa en la pista”. Y eso, disfrutar en el pasillo de saltos, lo acabó convirtiendo en su lema: “Con la sonrisa puesta”. Y entonces se dio cuenta que alcanzar unos Juegos Olímpicos fue un triunfo colosal, pero su que mayor triunfo era disfrutar del atletismo con la sonrisa puesta.
La sonrisa también le acompaña a diario en su trabajo como maestra de Educación Física en el colegio Florida de Alicante. Ella se encarga de los más pequeños, los alumnos de primero, segundo y tercero de Primaria. “Me encanta. Sus sonrisas y sus abrazos no los cambio por nada”.
Al comenzar la temporada, su última temporada bajo techo, trazó una hoja de ruta. Una de las paradas fue en el Gran Premi Ciutat de València, en el Palau Luis Puig, donde recibió un homenaje del atletismo valenciano y donde Concha Montaner, su referente, le entregó una placa en reconocimiento a su legado. “Fue una alegría inmensa ver que tus compañeras, porque más que rivales son compañeras, están ahí para despedirte. Me emocionó que ellas y la FACV tuvieran ese momento para poner en valor mi carrera deportiva”.
Sobre la pista se juntó la línea de sucesión de grandes saltadoras de longitud valencianas. El pasado, con Concha Montaner; el presente, con Fátima Diame, y el futuro, con Evelyn Yankey. “Me emocionó mucho ver a Concha porque siempre ha sido mi referente. A Fátima es que la he visto crecer como Concha me vio a mí. Y Evelyn Yankey es la demostración de que la rueda no para y sigue girando y dando grandes saltadoras valencianas”.
En la siguiente parada surgió un grave contratiempo. Antes del Campeonato Autonómico, Marieta estaba algo delicada del pie, pero, sobre todo, su padre, Paco, sufrió un infarto de que afortunadamente ya está recuperado. “Fue un susto. Lo tuvimos que llevar a Urgencias y la verdad es que mi padre ha vuelto a nacer”.
Su padre y su madre, Carmen, han sido su principal apoyo durante esta exitosa carrera deportiva en la que llegó a saltar 6,78 -sexta mejor española de todos los tiempos-. “Mi madre era como la madre de la Pantoja, no se perdía una. Siempre me han acompañado a las competiciones. Hasta que mi padre empezó a ponerse nervioso”.
El sábado será su última competición, su último concurso, su último salto. Ahí estará de nuevo al lado de Fátima Diame, la favorita, Tessy Ebosele, Irati Mitxelena y el resto de las mejores saltadoras de longitud en España. Y también las compañeras de la Comunitat que vienen pisando fuerte por detrás: Luna Arnás, Pepa Gombau o Elena Corella.