VALÈNCIA. La apertura del segundo mercado veraniego en la era Covid nos deja un escenario global en el que la escasez se erige como denominador común y la habilidad negociadora se impone como el arma imprescindible con la que navegar por sus procelosas aguas. Parece un buen comienzo el hecho de que la Liga haya habilitado, con toda lógica, una prórroga para que se mueva en el calendario el límite para equilibrar las cuentas y que, en lugar del 30 de junio como fecha límite, se acepten todas las operaciones que se cierren a lo largo del mercado estival para marcar el límite de gasto que podrá implementar cada uno de los clubes adscritos para su plantilla. En la liga española, más allá de los 15 millones que ha pagado el Villarreal por Juan Foyth, es muy poco el dinero que, de momento, ha cambiado de manos y habrá que esperar a que alguien abra el fuego de los grandes fichajes para que el dinero empiece a correr entre clubes y que se active un mercado que, hasta ahora, tiene más miedo que ‘pasta’.
El Valencia CF, ni escapa de ese condicionante global, ni tampoco escapa de la particular idiosincrasia de sus dirigentes que ya han aquilatado su incapacidad para todo aquello que tenga que ver con un club de fútbol convenientemente profesionalizado. El club compadece en la línea de salida mermado por su propia torpeza, por lo poco o nada que les importa la grandeza deportiva de la entidad y por los más de 15 millones de beneficio neto que hay que ingresar para, a partir de ahí, comenzar a intentar mejorar una plantilla que ya ha dado muestras de asfixia en las últimas dos campañas quedando lejos de las competiciones europeas.
De momento, el grupo de WhatsApp con el que el presidente y director deportivo alimentan a sus voceros, habla sin tapujos de una posición de fuerza. Habla de no depreciar los activos de la plantilla y de no estar dispuesto a malvender a ninguno de ellos. Cuenta, emulando el ‘al loro’ de Joan Laporta, que no estamos tan mal y que el Valencia no necesita desprenderse de sus buenos futbolistas empoderándose tras un discurso que, de tener un mínimo de credibilidad, sonaría a música celestial y todavía hay -pocos- quien baila el ‘son’ presidencial. Lo que sucede es que, ni concuerda con el esperpéntico espectáculo que él mismo protagonizó el verano pasado, ni parece probable que haya cursado un máster avanzado de estrategia deportiva y negociación desde una mesa el la que suele haber más jarras de cerveza que ideas.
Así pues, el verano se presenta -una vez más- complicado para el valencianismo y, salvo que haya cursado dicho máster a escondidas, bastante fácil para cualquier dirigente mínimamente avezado en las lides del fútbol que quiera venir a pescar en el vestuario del Valencia. Si, a todo ello, le añadimos que en cualquier momento pueden orquestarse operaciones desde Singapur y Portugal de las que el propio Presidente se entere por periódico, poco o nada hace pensar, echando mano del sentido común, que nos encontremos ante un giro evidente en la no política deportiva del club.
Y, como invitado a este panorama, nos encontramos con la figura de un buen y nuevo entrenador que verbaliza sin miedo el mismo discurso que el presidente ha puesto en circulación en su ‘grupito’ de whatsapp. Y quiero entender que dicha valentía a la hora de poner cara al discurso presidencial, responde a que Bordalás tiene una información de la que los demás no participamos porque… eso de que se quedan los mejores, que no se malvende ningún futbolista y que, a la vez, se llama a la puerta de otros clubes intentando contratar jugadores de más de 15 millones de euros, o responde a una extraordinaria fuente de ingresos que no nos ha sido desvelada o… ,simplemente y llanamente, es una mentira más con la que intentan hacernos y hacerle al entrenador el verano más llevadero.